¿Y si Plácido Domingo fuera culpable? No
necesariamente de ningún hecho que conlleve responsabilidad penal, sino
sencillamente de aquello de lo que se le acusa en un reportaje. Incluido
un continuado abuso de poder gracias a ser vos quien sos,
difícilmente denunciable ante tribunal alguno porque no estamos ante un
funcionario o cargo público.
El tenor tiene derecho a la presunción de inocencia,
como todo hijo de vecino, algo que no deja de repetirse estos días. Y,
en realidad, no le están faltando paladines dispuestos a poner sus pies y
manos en el fuego por ello.
Quienes nunca desaprovechan la ocasión para
arremeter contra el feminismo, y no digamos ya contra un movimiento como el #MeToo
que les produce urticaria, se han lanzado a la yugular de las brujas
histéricas que, dicen, no tienen nada mejor que hacer cada día que
apuntar a alguna víctima propiciatoria para ponerla en la picota
pública.
Ojalá Domingo sea un santo varón de conducta éticamente irreprochable
-si no, seguiría siendo la mejor voz española del siglo, qué manía con
mezclarlo todo-. Pero sorprende que quienes con más énfasis se hayan
lanzado a descalificar que el asunto haya estallado sean periodistas u
otros que pacen en los medios.
A ver si porque Domingo sea un
representante pata negra de esa pedantería que llamamos marca España
se nos nubla la sesera y estamos decididos a arrojar pedradas contra el
tejado de esta profesión cada vez más desacreditada. ¿Es que acaso se
está diciendo que Associated Press no ha hecho su trabajo y ha publicado
cualquier filfa para dejar a la altura del betún al artista? Se dice:
salvo una mujer que ha dado la cara, el resto son anónimas.
Como si en el ejercicio periodístico no fuera práctica habitual.
Pero
ello no quiere decir que la agencia no conozca hasta el número de pie de
cada una, que no haya dedicado meses de investigación a
cotejar los datos, a confirmar no su verdad, sino su veracidad, que es
lo exigible. Y aún más. Antes de publicar la bomba, la agencia ha
entrevistado a otra treintena de personas que han aportado información
sobre el caso y varias han ratificado testimonios de las denunciantes.
Por último, la agencia contactó con el cantante, que hizo público un confuso comunicado en el que venía a admitir parte de los hechos, disculpándose por el cambio en la percepción social respecto a ciertos comportamientos sexuales.
La posibilidad de que celebridades -músicos, deportistas o políticos- vean manchada su reputación
por la publicación de noticias que al final no se confirman no puede
tener peso determinante. Salvo que se quiera que se deje de hacer
periodismo.
(*) Periodista