Celestino Corbacho acaba de comunicarnos que abandona el PSC porque no se siente reconocido. Curiosa manera de dejar un partido a los 69 años y cuando uno ha estado 32 años disfrutando de las prebendas de los cargos públicos de la formación que representaba. 

¿No es esa la mejor manera de sentirse reconocido por una fuerza política? 

Natural de Valverde de Leganés, en Badajoz, a los 13 años decidió venirse a vivir a Barcelona, donde ya residían dos de sus hermanos, y empezó a trabajar en una imprenta. A los 33 años ya era concejal del ayuntamiento de l'Hospitalet de Llobregat y diputado provincial. 

Desde entonces hasta su último destino, en 2015, ocupó la vicepresidencia de la Diputación de Barcelona, la alcaldía de l'Hospitalet, la presidencia de la Diputación, el ministerio de Trabajo e Inmigración con José Luis Rodríguez Zapatero y el escaño de diputado en el Parlament de Catalunya en cuatro legislaturas, la última hasta agosto de 2015. Todo ello, sin contar numerosos cargos en las direcciones del PSC y del PSOE  así como en la Federació de Municipis de Catalunya (FMC) y en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Debe haber algún cargo más, pero esta docena de puestos públicos han sido los más importantes.

Con este currículum político a sus espaldas seguramente es sobrero decir que no se siente reconocido a menos que crea que los cargos son vitalicios en una formación política o que la renovación debe incluir a los otros y no a uno mismo. 

Es cierto que el PSC ha sufrido en los últimos años bajas de dirigentes a una velocidad casi tan alta como la pérdida de votantes. De hecho, pese a que ocupó la presidencia de la Generalitat entre 2003 y 2010, primero con Pasqual Maragall y después con José Montilla, muy pocos de sus consellers del Govern en aquellos años siguen militando en el partido como consecuencia del abandono de sus posiciones catalanistas y del apoyo al derecho a decidir. Algunos lo han hecho con discreción y otros con mayor publicidad pero cuesta reconocer la historia del partido en la actual dirección.

La baja de Corbacho, sin embargo, debe ir en un sentido contrario a la de los hermanos Maragall, Quim Nadal, Marina Geli o tantos otros. El exalcalde y exministro debe sentirse tentado por los cantos de sirena de Ciudadanos. De hecho, Corbacho se ha encontrado enormemente cómodo con el giro del PSC y su inequívoca ubicación en el espacio unionista y por eso a nadie ha sorprendido su participación junto a otro socialista ilustre, José Borrell, en las manifestaciones de estos meses celebradas en Barcelona a favor de la unidad de España con el Nobel Mario Vargas Llosa o el presidente de Freixenet, José Luis Bonet, por ejemplo. 

En las recientes elecciones catalanas, C's fue la primera fuerza política en l'Hospitalet, con el 33% de los votos y más de diez puntos por encima del PSC, auténtico amo y señor de la segunda ciudad de Catalunya en casi todos los comicios precedentes.

Crítico con Núria Marín, la actual alcaldesa y la persona que escogió para sustituirle, quien sabe si Corbacho ve llegado el momento de volver. O de hacerle la vida imposible. O de desgastarla. Y como que siempre ha olfateado con habilidad el poder, Ciudadanos puede que sea una buena palanca si la oferta es generosa. El poder es como una droga.



(*) Periodista y ex director de La Vanguardia