Probablemente, el hecho más significativo del último lustro sea la intensa movilización social habida
tanto en Cataluña como en España en torno al nacionalismo español. De
hecho, esta súbita resurrección de facto del Movimiento Nacional se ha
producido en dos tiempos: el primero, de forma reticente por el Partido
Popular, y el segundo, a continuación, a calzón quitado por Ciudadanos.
Muy bien orientados, sucesivamente, por dos líderes. Mariano Rajoy,
necesitado de tapar la corrupción sistemática de la derecha y Albert
Rivera, muy ansioso por imponer un modelo territorial que solape la
cuestión social.
Cataluña pues, actúa como el catalizador pero no como
la causa, que deberíamos buscar y encontrar en el Régimen del 78, nacido
de los oscuros pactos de la transición política de Franco a los
Borbones. Luego, ni la gallina española, ni el huevo nacionalista
catalán; ni la gallina catalana, ni el huevo del nacionalismo español.
La causa de la causa del “mal dañado” reside en los amos del gallinero
económico, tan vinculados con la gestación de Ciudadanos.
¡Soy español, español, español! ¡ A por ellos, oé!
son los gritos que más se han escuchado y se escuchan en las calles
españolas como clara reacción social a la ofensiva del soberanismo
catalán. Incluso en la misma Cádiz, una provincia con una tasa de paro
que ronda el 37%, se aplaude muy efusivamente una chirigota del Carnaval
en la que a un Carles Puigdemont se le guillotina por aclamación
popular. La cabeza cortada no es la de Isidro Fainée, Rajoy, Rivera o
Sánchez, que alguna responsabilidad podrían tener con el crónico
subdesarrollo de Andalucia. Es la de Puigdemont, ajeno a ese devenir.
Imposible pues una metáfora mejor para describir como el Movimiento
Nacional instrumentaliza el nacionalismo español para conseguir un
amplio apoyo social a la manifiesta política antisocial que aplican
obedeciendo el dictak de Merkel. Cuanto más proclaman su patriotismo
contra Cataluña, más se inclinan ante Alemania.
El Movimiento Nacional es la respuesta manipuladora a
la muy grave situación social en la que se encuentran las clases medias
y trabajadoras de la sociedad española. Cataluña es culpable hoy, como
lo será también mañana Euskadi, no en vano ya Ciudadanos ajusta el punto
de mira de su artillería contra el Cupo vasco, primer disparo político
contra el Concierto.
No son los bancos, las eléctricas o las
constructoras los beneficiarios de la estrategia de la desigualdad que
ejecuta el Movimiento Nacional, sino aquellos vascos, catalanes o
gallegos opuestos a los objetivos centralistas actualmente en curso.
Hasta tal punto es así, que hoy no existe ningún serio peligro de
ruptura de la unidad del Estado español, mientras se acumulan las
pruebas e indicios que anuncian la muy inquietante involución del
sistema democrático.
Asistimos a una estrategia tan exitosa que ya los azules del PP y los tecnócratas de Ciudadanos
pugnan por imponer su hegemonía en el seno del Movimiento Nacional
radicalizándolo aún más si cabe. Si Rajoy lo hace para mantenerse en la
Moncloa, Rivera lo utiliza para instalarse en ella, y así, de
radicalización en radicalización, ambos compiten por ser el mejor
flautista de Hamelín que conduce hacia el precipicio social a la mayoría
de los españoles entontecidos que siguen el compás nacionalista español
que surge de su flauta económica.
De lo que resulta, que ni el PP ni C's
van a dejar de ser las dos primeras fuerzas políticas actuales en el
Estado español; pero, sobre todo, lo que se confirma es la hegemonía
política del Movimiento Nacional. En esta aritmética política, el orden
de los factores no altera el producto político: es tan sólo una pugna
por aplicar el mismo programa recentralizador económico-político.
PP y Ciudadanos tienen siempre a mano la muleta socialista.
Tanto Rivera, con el acuerdo que firmara con Sánchez hace dos años,
como Rajoy, con el sí es sí de Sánchez, pueden contar con ese buen chevalier servant que
es el PSOE si les fuera necesario. Al fin y cabo, Ciudadanos apoya hoy
al gobierno de Susana Díaz en Andalucía, tanto como Sánchez avala la
política del 155 de Rajoy en Cataluña.
Al renunciar hoy de antemano a
enfrentarse contra la política del Movimiento Nacional, al socialismo no
le resta más alternativa que sumarse a la de las derechas, para
desconcierto de los socialistas catalanes, vascos y gallegos que se ven
inmersos en una política centralista contra sus propias comunidades. Eso
sí, llegado el caso, el PSOE podría elegir entre servir a Rajoy, a
Rivera, o incluso a ambos líderes del Movimiento Nacional.
Por lo tanto, ninguno de ellos va a intentar encauzar el conflicto catalán.
Es tanta la rentabilidad que le sacan Rajoy y Rivera o Rivera y Rajoy,
que, por mucho tiempo, el martillo del Movimiento Nacional va a
continuar golpeando sin cesar el yunque catalán. En los próximos días,
tanto la elección de la Mesa del Parlament catalán como la próxima
investidura del president de la Generalitat, proporcionarán los
elementos necesarios a los publicistas azules, técnócratas y rosáceos
para criticar la supuesta pusilanimidad de la Moncloa.
Nada más útil que
agitar una buena bandera para tapar la cartera. Cuanto más suben los
decibelios del “¡soy español, español, español!” mucho más aumentan los
beneficios de los patriotas de sus bolsillos. Como ocurría con el viejo
Movimiento Nacional, que se autocalificaba de mitad monje y mitad
soldado, este de ahora, que se puede calificar mitad Macron y mitad
Aznar, no encuentra enfrente ninguna alternativa política. Esperemos
que, al menos, no dure otros cuarenta años.
(*) Periodista
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