Aznar tiene más mala leche que su perro, que tiene hartos a los
vecinos de la urbanización en la que vive. Andaba Rajoy feliz por Nueva
York dando el pésame a Putin y Merkel, presidiendo una sesión del inútil
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, haciendo footing por
Central Park, que mola cantidad, condecorando a funcionarios por no sé
qué, dándose un voltio por el Cervantes e inaugurando una exposición de
Borges, y va Aznar y anuncia que deja la Presidencia de honor del PP dos
meses después de independizarse con FAES. Aznar, ese hombre, lleva años
tocándole los huevos a quien él designó sucesor a título de dedo, y
ahora va a montar el cirio final. Lo adelantó hace muy poco Jorge, un
lector de esta República de las ideas en un comentario a uno de mis
andenes.
La versión oficial es que sigue como militante que no irá al Congreso
de febrero y que deja la Presidencia porque no es compatible con su
trabajo en FAES. Ha tardado cinco años Aznar en darse cuenta, pero
claro, es que andaba muy ocupado el hombre facturando para Fazmatella y
cobrando las subvenciones de dinero público para la Fundación, y no se
había dado cuenta.
Desde la boda de la niña en El Escorial, panteón de ilustres
corruptos, y la colocación de las patas en la mesa mientras se fumaba un
puro con Bush y nos metían en una guerra (por la que es el único que al
menos no ha pedido disculpas reconociendo el error), Aznar se cree un
emperador, el amo de la derecha española, el vigilante de las esencias, y
representa la imagen de la soberbia elevada a la enésima potencia.
El hombre del bigote que pasea a sus perros sueltos y trae loco a los
escoltas que no paran de pedir perdón por sus desmanes, sabe muy bien
la importancia en política de tener un proyecto sólido y un partido
detrás que te respalde sin fisuras. Ha habido muchas lecturas del
divorcio de Aznar respecto a Rajoy, y algunos se malician que se
consumará también con el PP y montará un partido. El artículo de
Cayetana Álvarez de Toledo hablando de un partido nuevo de centro
derecha con los atributos del primer Sarkozy se interpreta de ese modo. Y
Cayetana no quiere ser precisamente Carla Bruni en esta película.
Si monta un proyecto con sus colaboradores de siempre, todos en FAES,
puede oler excesivamente a naftalina, y anda trajinando el ascenso de
jóvenes halcones para testarlos, pero la cosa le puede salir o no, y
anda con mil ojos no vaya a salirle otro pequeño Nicolás que le estropee
la fiesta.
Lo que me cuentan que baraja como alternativa más probable, y más
molesta para Rajoy, es utilizar FAES, una nave que ya va sola después de
haber sacado una pasta en subvenciones de nuestro dinero, como
plataforma ideológica desde la que ir minando a la actual dirección del
PP y forjando un nuevo liderazgo con alguno de los jóvenes valores que
rodean a Rajoy o con algún barón autonómico con más aspiraciones.
O sea, que ojo con Aznar, que tiene su influencia en Europa y
Latinoamérica, que anda trajinándose al entorno de Trump asesorándoles
sobre las relaciones de los EEUU con Europa, que tiene sus apoyos
mediáticos y que tiene el colmillo más retorcido que su can. Aznar ha
roto con Rajoy, pero no con el PP, aunque le haya hecho un roto. Intuyo
que no desea tanto fundar otro partido como refundar el que considera
suyo, porque le pasa como al presidente de un club de fútbol o al de un
grupo de comunicación que se creen los dueños con pleno derecho sin
serlo. El cirio que ha montado Aznar ha sido fino, como pronosticaba el
amigo Jorge. Y lo que queda.
(*) Periodista