martes, 7 de abril de 2020

La cocina de los pactos de la Moncloa / Enric Juliana *

El economista José Luis Leal (Granada, 1939) volvió a Madrid en verano del 1977 para hacerse cargo de la dirección general de Política Económica. Regresaba de París donde había trabajado durante cinco años en la OCDE, encargándose del seguimiento de las economías de España, Italia y Portugal. Conocía la magnitud del desastre.

El shock del petróleo de 1973. La gran represalia árabe después de perder la guerra del Yom Kippur con Israel había dejado muy tocadas todas las economías occidentales, pero España era especialmente débil, puesto que aún no disponía de pleno acceso al Mercado Común europeo. Las importaciones se habían encarecido extraordinariamente y las exportaciones habían perdido valor. La inflación galopaba hacia el 30% y la deuda exterior estaba por las nubes. Fuga de capitales. Riesgo de suspensión de pagos. 

El descalabro había coincidido con la agonía de Franco y el país se hallaba en zona de peligro después de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio del 1977. El vicepresidente económico Enrique Fuentes Quintana encargó a Leal la inmediata redacción de un plan de ajuste. Había que parar la espiral. Ningún país puede debatir y aprobar una Constitución democrática con una inflación del 30% y atentados terroristas cada quince días.

“Constituí un grupo de trabajo con Manuel Lagares [subsecretario de Economía], Luis Ángel Rojo [director del servicio de estudios del Banco de España] y Blas Calzada [director del Instituto Nacional de Estadística]. Los cuatro redactamos un plan de ajuste que distinguía entre las medidas que se debían adoptar a corto plazo para atajar la inflación lo más rápidamente posible y otras reformas estructurales que requerían más tiempo. Nos reuníamos en secreto en una dependencias del Ministerio de Hacienda y muy poca gente conocía nuestro cometido. Cuando el programa estuvo redactado lo pusimos en conocimiento del vicepresidente Fernando Abril Martorell ”.

Leal aún recuerda la reunión con Abril Martorell, brazo derecho de Adolfo Suárez : “Leyó el documento, levantó la vista y me preguntó: ‘¿Esto es lo que hay que hacer’? ‘Sí’, le respondí”.
Prosigue Leal: “Abril habló con Felipe González y lo encontró frío. La conversación con Santiago Carrillo fue por otros derroteros. Carrillo temía un golpe militar y pedía un gobierno de concentración. 


El PCE estaba muy influido entonces por la línea de los eurocomunistas italianos, que defendían el “compromiso histórico” con la Democracia Cristiana, de manera que aceptó negociar el plan de ajuste. González se mostraba frío, porque temía que UCD y el PCE le hiciesen la pinza. Pero los problemas eran tan graves que no podía ponerse de espaldas y no lo hizo”.

El economista Ramón Tamames (Madrid, 1933) era entonces una de las figuras del Partido Comunista de España, en el que militaba desde sus años en la universidad. A principios de septiembre, el autor de La estructura económica de España , uno de los ensayos más vendidos en los años sesenta, recibió una llamada de Abril Martorell. El vicepresidente tercero invitaba a almorzar en Castellana, 3 a una delegación del PCE. 

Acudieron Carrillo, Tamames y el veterano economista Tomás García ( Juan Gómez, en la clandestinidad), experto en política agraria. “En aquella reunión vi que el acuerdo era posible”, explica Tamames. 

“El gobierno de concentración que proponíamos no era posible, pero si podía intentarse una política de concentración , como la que la DC y el PCI intentaban llevar a cabo en Italia, no sin muchas dificultades. El gobierno de Suárez tenía noticia de ello. Aquel verano, el consejero económico de la embajada de España en Roma, Fernando García Martín , había estado enviando informes a Fuentes Quintana sobre las negociaciones del primer ministro Giulio Andreotti con el principal sindicato italiano, la CGIL, una gran organización de masas en la que los comunistas tenían mucho peso”. 

Tamames coincide con Leal en que Felipe González se mostraba frío. “González veía aquella aproximación nuestra a UCD con disgusto, pero no podía oponerse. Y, efectivamente, no lo hizo”.

El sábado 8 de octubre de 1977 tuvo lugar la primera reunión deliberatoria con todos los partidos interesados en el pacto, que eran casi todos. No hubo exclusiones. Día de tormenta en Madrid, con apagones de luz. Leal y Tamames fueron encargados de redactar las primeras conclusiones y se formaron diez comisiones de trabajo con técnicos de los diversos partidos. El acuerdo sobre el plan de ajuste empezaba a perfilarse, con una serie de contrapartidas políticas y sociales.

Leal subraya que una de las más valiosas contrapartidas fue la extensión de la educación pública en España con una inversión de 40.000 millones de pesetas. Y elogia el papel desempeñado por Comisiones Obreras. “No era fácil ir a las fábricas y anunciar una pérdida de entre seis y ocho puntos de poder adquisitivo para salvar el país. Comisiones aguantó el tirón y, al cabo de un año, cuando habíamos reducido la inflación al 19%, los salarios recuperaron poder adquisitivo”.

Tamames coincide en el papel clave de Comisiones Obreras. “Marcelino Camacho [secretario general de CC.OO.] inicialmente era reticente, pero acabó aceptando el acuerdo de la ejecutiva del PCE. Ciertamente no fue un momento fácil para ellos. Los salarios recuperaron poder adquisitivo, pero el problema estaba en otra parte: el problema lo teníamos en la salud de la industria española, muy dañada por la crisis. Muchas industrias se estaban cayendo a pedazos. Los pactos de la Moncloa deberían haber tenido una segunda parte referida a la industria, pero no fue posible. La política de concentración no era fácil. Nosotros propusimos que se crease una comisión de seguimiento del pacto y el PSOE se negó, remitiéndonos a una subcomisión parlamentaria ya constituida. Felipe González se plantó y pronunció una de sus frases lapidarias: ‘Y ahora, que el Gobierno gobierne’”.
Leal cree que los pactos de la Moncloa fueron decisivos para el asentamiento de la democracia en España. “Sin aquellos acuerdos no se hubiese podido negociar una Constitución de amplio consenso. La ola de protesta social por la hiperinflación lo habría impedido. Quizás habríamos tenido una Constitución apoyada sólo por una parte del Parlamento y eso significaba regresar al siglo XIX”.

¿Son ahora posibles unos nuevos pactos de la Moncloa? Los dos urdidores de 1977 lo ven difícil. “Como entonces, lo importante es el método. Medidas a corto plazo y reformas a largo plazo. España debe volver a pensar en el largo plazo”, sostiene Leal. “No veo un clima propicio, francamente; lo siento, pero lo veo difícil”, sentencia Tamames.


(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia


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