El economista José Luis Leal (Granada, 1939) volvió a
Madrid en verano del 1977 para hacerse cargo de la dirección general de
Política Económica. Regresaba de París donde había trabajado durante
cinco años en la OCDE, encargándose del seguimiento de las economías de
España, Italia y Portugal. Conocía la magnitud del desastre.
El shock del petróleo de 1973. La gran represalia árabe
después de perder la guerra del Yom Kippur con Israel había dejado muy
tocadas todas las economías occidentales, pero España era especialmente
débil, puesto que aún no disponía de pleno acceso al Mercado Común
europeo. Las importaciones se habían encarecido extraordinariamente y
las exportaciones habían perdido valor. La inflación galopaba hacia el
30% y la deuda exterior estaba por las nubes. Fuga de capitales. Riesgo
de suspensión de pagos.
El descalabro había coincidido con la agonía de Franco y
el país se hallaba en zona de peligro después de las primeras
elecciones democráticas del 15 de junio del 1977. El vicepresidente
económico Enrique Fuentes Quintana encargó a Leal la inmediata
redacción de un plan de ajuste. Había que parar la espiral. Ningún país
puede debatir y aprobar una Constitución democrática con una inflación
del 30% y atentados terroristas cada quince días.
“Constituí un grupo de trabajo con Manuel Lagares [subsecretario de Economía], Luis Ángel Rojo [director del servicio de estudios del Banco de España] y Blas Calzada [director
del Instituto Nacional de Estadística]. Los cuatro redactamos un plan
de ajuste que distinguía entre las medidas que se debían adoptar a corto
plazo para atajar la inflación lo más rápidamente posible y otras
reformas estructurales que requerían más tiempo. Nos reuníamos en
secreto en una dependencias del Ministerio de Hacienda y muy poca gente
conocía nuestro cometido. Cuando el programa estuvo redactado lo pusimos
en conocimiento del vicepresidente Fernando Abril Martorell ”.
Leal aún recuerda la reunión con Abril Martorell, brazo derecho de Adolfo Suárez : “Leyó el documento, levantó la vista y me preguntó: ‘¿Esto es lo que hay que hacer’? ‘Sí’, le respondí”.
Prosigue Leal: “Abril habló con Felipe González y lo encontró frío. La conversación con Santiago Carrillo fue
por otros derroteros. Carrillo temía un golpe militar y pedía un
gobierno de concentración.
El PCE estaba muy influido entonces por la
línea de los eurocomunistas italianos, que defendían el “compromiso
histórico” con la Democracia Cristiana, de manera que aceptó negociar el
plan de ajuste. González se mostraba frío, porque temía que UCD y el
PCE le hiciesen la pinza. Pero los problemas eran tan graves que no
podía ponerse de espaldas y no lo hizo”.
El economista Ramón Tamames (Madrid, 1933) era
entonces una de las figuras del Partido Comunista de España, en el que
militaba desde sus años en la universidad. A principios de septiembre,
el autor de La estructura
económica de España , uno de los ensayos más vendidos en los
años sesenta, recibió una llamada de Abril Martorell. El vicepresidente
tercero invitaba a almorzar en Castellana, 3 a una delegación del PCE.
Acudieron Carrillo, Tamames y el veterano economista Tomás García ( Juan Gómez, en
la clandestinidad), experto en política agraria. “En aquella reunión vi
que el acuerdo era posible”, explica Tamames.
“El gobierno de
concentración que proponíamos no era posible, pero si podía intentarse
una política de concentración , como la que la DC y el PCI
intentaban llevar a cabo en Italia, no sin muchas dificultades. El
gobierno de Suárez tenía noticia de ello. Aquel verano, el consejero
económico de la embajada de España en Roma, Fernando García Martín , había estado enviando informes a Fuentes Quintana sobre las negociaciones del primer ministro Giulio Andreotti con
el principal sindicato italiano, la CGIL, una gran organización de
masas en la que los comunistas tenían mucho peso”.
Tamames coincide con
Leal en que Felipe González se mostraba frío. “González veía aquella
aproximación nuestra a UCD con disgusto, pero no podía oponerse. Y,
efectivamente, no lo hizo”.
El sábado 8 de octubre de 1977 tuvo lugar la primera
reunión deliberatoria con todos los partidos interesados en el pacto,
que eran casi todos. No hubo exclusiones. Día de tormenta en Madrid, con
apagones de luz. Leal y Tamames fueron encargados de redactar las
primeras conclusiones y se formaron diez comisiones de trabajo con
técnicos de los diversos partidos. El acuerdo sobre el plan de ajuste
empezaba a perfilarse, con una serie de contrapartidas políticas y
sociales.
Leal subraya que una de las más valiosas contrapartidas fue
la extensión de la educación pública en España con una inversión de
40.000 millones de pesetas. Y elogia el papel desempeñado por Comisiones
Obreras. “No era fácil ir a las fábricas y anunciar una pérdida de
entre seis y ocho puntos de poder adquisitivo para salvar el país.
Comisiones aguantó el tirón y, al cabo de un año, cuando habíamos
reducido la inflación al 19%, los salarios recuperaron poder
adquisitivo”.
Tamames coincide en el papel clave de Comisiones Obreras. “Marcelino Camacho [secretario
general de CC.OO.] inicialmente era reticente, pero acabó aceptando el
acuerdo de la ejecutiva del PCE. Ciertamente no fue un momento fácil
para ellos. Los salarios recuperaron poder adquisitivo, pero el problema
estaba en otra parte: el problema lo teníamos en la salud de la
industria española, muy dañada por la crisis. Muchas industrias se
estaban cayendo a pedazos. Los pactos de la Moncloa deberían haber
tenido una segunda parte referida a la industria, pero no fue posible.
La política de concentración no era fácil. Nosotros propusimos
que se crease una comisión de seguimiento del pacto y el PSOE se negó,
remitiéndonos a una subcomisión parlamentaria ya constituida. Felipe
González se plantó y pronunció una de sus frases lapidarias: ‘Y ahora,
que el Gobierno gobierne’”.
Leal cree que los pactos de la Moncloa fueron decisivos
para el asentamiento de la democracia en España. “Sin aquellos acuerdos
no se hubiese podido negociar una Constitución de amplio consenso. La
ola de protesta social por la hiperinflación lo habría impedido. Quizás
habríamos tenido una Constitución apoyada sólo por una parte del
Parlamento y eso significaba regresar al siglo XIX”.
¿Son ahora posibles unos nuevos pactos de la
Moncloa? Los dos urdidores de 1977 lo ven difícil. “Como entonces, lo
importante es el método. Medidas a corto plazo y reformas a largo plazo.
España debe volver a pensar en el largo plazo”, sostiene Leal. “No veo
un clima propicio, francamente; lo siento, pero lo veo difícil”,
sentencia Tamames.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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