El Reino Unido acaba de abandonar la Unión Europea que pierde un gran
muy importante país que regresa, despreciando el tiempo global en que
vivimos, a la soledad del viejo orgullo imperial del que ya no queda
nada.
Pero Europa sigue, más debilitada pero más compacta y ligera. Pero
sin el habitual freno de mano de Inglaterra y segura de su rumbo y
compromisos democráticos, de libertades y bienestar a sabiendas, y ahora
con mayor motivo, del riesgo que hoy encarnan los nacionalismos y los
populismos extremos de nuestra tiempo.
Como los que a izquierda y derecha tenemos en España (Podemos y Vox)
de la mano o en contra de los nacionalismos soberanistas y anti
democráticos de Cataluña y País Vasco. Los aliados de un PSOE, ahora
venido a menos democráticamente, que antepone la presidencia de Pedro
Sánchez al interés general y nacional del país, tirando por la borda de
esta temeraria travesía los buenos años de convivencia y progreso de la
Transición.
Los mismos demonios que han sacado el Reino Unido del corazón de la
Europa, por la que Inglaterra combatió en defensa de la democracia, la
paz y la libertad, son ahora en esta España incierta los compañeros de
viaje hacia ninguna parte del Gobierno de Pedro Sánchez.
El Presidente al que el Pablo Iglesias bolivariano ya envenena en
nuestra política exterior, mientras el ministro Ábalos mezcla cabriolas y
mentiras. El mismo Sánchez al que delincuentes golpistas y enemigos de
la unidad de España, como Oriol Junqueras, Quim Torra y Carles
Puigdemont, humillan y maltratan mientras se pelean entre ellos y
pregonan sin recato su intención de repetir el golpe de Estado catalán
del 27-O de 2017.
El espectáculo que ha ofrecido el Palacio de La Moncloa el pasado
jueves, con su retahíla de comunicados y rectificaciones y el payaso
Gabriel Rufián instalado en el puente de mando del país y dictando a
Sánchez lo que debe hacer, es una escena deprimente nunca vista en una
democracia europea.
Y, a la vez, es el prólogo o el ‘entremés’ que precede a un drama
chusco y sin grandeza shakesperiana alguna que se anuncia, pasen y vean,
como una astracanada e imparable tormenta destructiva de cuanto
encuentre a su paso.
Empezando por un PSOE que parece dispuesto a inmolarse con su jefe,
¡el rojo y ‘superviviente’ Sánchez! -lo prueba el patético ‘mea culpa’
de Susana Díaz- como si de una secta clientelista e hipnotizada se
tratara.
Pero ¿qué tienen que ver Junqueras, Puigdemont y Torra con la
democracia, la izquierda y el progreso? Y ¿qué broma de tan mal gusto es
esa con la que Sánchez justifica su ambición personal diciendo que él
arreglará el ‘conflicto político’ catalán, cuando todos sabemos que el
único problema que existe en Cataluña es el continuo incumplimiento de
la legalidad? Como lo acaba de denunciar el Tribunal Constitucional.
La epidemia de las mentiras con las que el soberanismo catalán
alimentó su intento de golpe de Estado ya inunda o silencia las filas
del PSOE y primeros despachos del Gobierno y La Moncloa, por donde
deambula ese tal Rufián vestido de bombero torero, para apagar los
fuegos que amenazan el infame pacto de la investidura sellado por
Sánchez y Junqueras y en cuya segunda parte, los Presupuestos, llegarán
los indultos de los golpistas para pagar el alquiler de los votos de
ERC.
Los ingleses se han ido de Europa cantando el himno de ‘Dios salve a
la Reina’ (que buena falta le hace visto el lío familiar) la que, por
cierto, tanto amaba el Brexit porque siempre pensó que Europa dañaba su
condición de soberana. Pero el tiempo y las anunciadas rupturas de
Escocía e Irlanda del Norte (que reducirán el Reino Unido a Inglaterra y
Gales) y el muy probable deterioro económico y social de este país que
espera a los ingleses acabará demostrando que la ruptura ha sido un gran
error.
Inducido por los populistas y nacionalistas ingleses dos camadas de
anti cuerpos de la democracia, la paz y la libertad como las que en
España acompañan a Pedro Sánchez en su ciega cabalgada autocrática sin
que nadie desde el PSOE o de su entorno lo baje del caballo y le pida,
porque aún está a tiempo, reflexión y rectificación.
(*) Periodista
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