¿Qué pasa con Ciudadanos? ¿Aguantará la corriente o se derretirá como un mal suflé? Son preguntas a destajo.
Ignoro si la llegada al poder de Inés Arrimadas
permitirá a la formación naranja sobrevivir. Desde luego, los
antecedentes en partidos similares no les augura nada bueno. Pero nunca
se sabe en una sociedad tan líquida como la española.
Son descriptibles las distintas sensaciones existentes en los
círculos políticos y de la observación a propósito de Ciudadanos. Por un
lado, su situación general es catatónica —la última fuga ha sido la del
simpático Felisuco en Cantabria—, en una dificilísima posición donde lo único claro es que se aferra como percebe a la roca en el mantenimiento del 'constitucionalismo'.
Por otro, detecto mucha confianza entre los militantes
y cuadros del partido en su nueva 'lideresa'. Se trata de una mujer con
empatía, que entró en el 'guinness' español cuando derrotó al
nacionalismo/independentismo en aquella elección surgida del aplicado
155 en Cataluña. Cierto es que no supo o pudo administrar convenientemente aquel triunfo histórico.
La
cuestión esencial en esta coyuntura es si hay margen, espacio vital,
entre el PSOE —cuando caiga Sánchez, que caerá— y el Partido Popular de
Pablo Casado para mantener los palillos del chiringuito. El centro es el
mejor y más 'cool' de los espacios políticos y a la vez el más difícil
de plasmar. Con decir que Sánchez llegó a auto titularse de “centro…”.
El otro vector básico en este análisis de lo 'naranja' es el poder. Tal y como están las cosas por mor de la ley D'Hont el centro-derecha no puede aspirar al mismo si hay dispersión de voto
y, en cualquier caso, siempre dependerá de la derecha radical. Derecha
radical con todas las circunstancias a favor: desde el eterno 'cristo'
catalán al detritus social que avanza de nuevo peligrosamente.
Albert Rivera optó y se equivocó; cierto es que en el más puro estilo veleta. Ahora Arrimadas parece tenerlo claro. No debería olvidar que el papel lo aguanta todo, la realidad no.
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