Ni por un minuto quiero pensar qué le estaría pasando a Mariano Rajoy y cómo le estaría triturando la oposición, o sea el PSOE,
si en plena crisis institucional en España, con un gobierno en
funciones e incapaz de superar una sesión de investidura, se hubiera
ido, como ha hecho su sucesor, a descansar al Palacio de las
Marismillas, en pleno corazón del parque nacional de Doñana.
Y es que Pedro Sánchez
ha descubierto una faceta magnífica de la política: frente al torpón
Rajoy, exagerado objeto de mofa por su displicencia con los medios, el
presidente coloca su sonrisa total allí donde va y hace magia potagia:
el plasma ha dado paso a algo más preparado. Tanto que ya lo escribió en
2011 el hoy presidente cuando era un simple diputado de a pie: la
mirada y la sonrisa, dos potentes armas de comunicación/persuasión.
Sánchez se ha pulido un tercio del tiempo que tiene, dos meses, entre
su fracasada investidura y la convocatoria de elecciones, 23 de
septiembre, si prosigue el bloqueo político. En estos 20 días
transcurridos fundamentalmente se ha hecho fotos con actores sociales
que poco tenían que decir de su investidura, ha ninguneado a Podemos,
ha distribuido sus ministros por las televisiones mareando la
investidura, ha enviado mensajes contradictorios sobre su voluntad a
hablar con las fuerzas independentistas -primero fue que no, después
veremos, y ahora igual sí- y ha implorado a PP y Ciudadanos una abstención para no tener que negociar con la formación de Pablo Iglesias.
De los problemas reales nada hemos sabido: desde los preocupantes
signos de la economía, fins a un segundo semestre que se está
complicando con el barco del Open Arms, que navega sin
puerto por el Mediterráneo.
No deja de producir una cierta vergüenza oír
lo que Sánchez decía con Rajoy en La Moncloa y que como ustedes suponen
es lo contrario de lo que dice ahora. O que un dia se ofrezca un
gobierno de coalición y al siguiente se diga que esta pantalla ya se ha
pasado. Poco, muy poco, debía creer en ella.
Pero lo primero son las vacaciones. España sigue siendo diferente.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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