A partir de hoy y preparado para unas posibles nuevas elecciones
generales en noviembre, Pablo Casado, el nuevo líder del Partido
Popular, podrá dormir más tranquilo con la incorporación de la Comunidad
de Madrid a sus triunfos electorales, un triunfo compartido con
Ciudadanos y Vox, que le salva del desastre de unas generales el pasado
28 de abril, en las que perdió, nada más y nada menos, que 71 diputados
(de 137 a 66), el peor resultado de la historia de un PP refundado en
1990 por José María Aznar.
La recuperación de la alcaldía de Madrid por la división de la
izquierda y el mantenimiento de poder en la Comunidad, gracias al pacto
de las tres derechas, un pacto que sigue avergonzando a Ciudadanos, ha
supuesto el reforzamiento del liderazgo de Pablo Casado, al tiempo que
salva los muebles tras los cambios en el partido y coloca en Madrid, en
la Puerta del Sol, a una nueva dirigente política, Isabel Diaz Ayuso,
designada directamente por él, con todos los riesgos y ventajas. Con
Diaz Ayuso, Casado se garantiza que por primera vez en Madrid gobernará
una persona totalmente identificada con la nueva dirección popular y,
sobre todo, con su Presidente Pablo Casado, compañero en Nuevas
Generaciones de la nueva baronesa Popular.
Hoy en su discurso de investidura, (previo a la votación del
miércoles en que será elegida por mayoría absoluta), lleno de guiños
hacia Vox, no ha hecho la mínima referencia a dos denuncias que han
amargado su llegada a la Presidencia (el impago de un crédito de
AvalMadrid de 400.000 euros y un supuesto delito de alzamiento de
bienes), aunque se ha pronunciado por una Tolerancia cero contra la
corrupción, probablemente el párrafo más aplaudido de un discurso, leído
de forma cansina y sin un especial entusiasmo. Un discurso claramente
económico, como ejemplo de una rebaja de impuestos (“la mayor reforma
fiscal de España” ha prometido, detallando que en los próximos cuatro
años bajará la tarifa autonómica del IRPF hasta un 5,5% y asiático
aumentará las deducciones para las familias) y una política económica
liberal que se pondrá en marcha en la Comunidad como laboratorio de lo
que se pretende hacer a nivel nacional.
Hoy la polémica está, además de las implicaciones que informaciones
periodísticas relacionan a Diaz Ayuso con supuestas irregularidades
económicas, en qué Partido ha cedido más, en estas interminables
negociaciones que, en ocasiones se han convertido en una auténtica
comedia de enredo con tintes ridiculos, hasta el punto que ha llegado
momentos en que el debate político ha estado centrado en torno a si se
producía o no una foto entre los máximos dirigentes de Ciudadanos y Vox,
Rivera y Abascal. En esta comedia han cedido todos, la que más la
candidata Isabel Diaz Ayuso porque era la que más tenía que perder y
también Vox, que poco a poco, ha ido rebajando su nivel de unas
exigencias programáticas que parecían intocables.
Tras más de 65 días de negociaciones, la extrema derecha ha acabado
por ceder y rebajar considerablemente sus exigencias iniciales,
inaceptables por Ciudadanos, aunque,oficialmente, siguen defendiendo que
ellos no han negociado nada. A cambio del apoyo de sus doce diputados
autonómicos, indispensables para completar la mayoría en la derecha,
Vox se ha contentado con un acuerdo de investidura de tres páginas
limitado a quince medidas y articulado en torno a tres grandes apartados
: prosperidad, familia e inmigración.
Vox renuncia a derogar las leyes autonómicas de protección a la
comunidad LGTBI, no hace referencia a la repatriación de los menores
extranjeros no acompañados (MENA), ni a la supresión de las ayudas a
los inmigrantes ilegales, ni a la posibilidad de enviar la factura
sanitaria de los sin papeles a sus países de origen.Vox ha insistido,
sin embargo, en medidas simbólicas.
Entre esas medidas simbólicas está pedir “una auditoría de las
subvenciones públicas” con el fin de “evitar que lleguen a
organizaciones ideológicas”, algo que entra en el marco de su cruzada
contra las asociaciones feministas. Pero la realidad es que como
destacan muchos medios, incluso medios internacionales como Le Monde
mientras los socialistas y Podemos han fracasado en su intento de
renovar a Pedro Sánchez al frente del Gobierno, los acuerdos entre “las
tres derechas” se encadenan para permitirles formar gobiernos
autonómicos, entre ellos, hoy el de Madrid. Una derecha extrema que no
tiene ningún contacto, ni tiene nada que ver, por el momento, con el
populismo extremistas de Le Pen o el del tan de actualidad, Ministro del
Interior italiano Matteo Salvini.
(*) Periodista y economista
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