Hoy voy a escribir del
tiempo. Se habla del tiempo cuando no se quiere decir nada, ni
comprometerse en nada. Así lo dice la costumbre, pero no tiene por qué
ser una regla fija. No hay tiempo más muerto en todo el año que la mitad
de agosto, aunque esté igual de vivo. Y, sin embargo, el reloj hace
como que se para en este punto crucial del crucial mes del verano. Las
personas ociosas hablan del tiempo, de si hace calor o frío. Eso es
clima, no tiempo propiamente dicho. A otras nos consume el tiempo que
pasa sin resolverse problemas enquistados.
Más de 150
emigrantes siguen en el barco de la ONG española Open Arms, sin puerto
donde atracar. La principal iniciativa ha sido que Bruselas "apela".
A la solidaridad. Esto debería funcionar en términos de justicia y
derechos. Otros 356, rescatados en el mar, aguardan en el Ocean Viking
de Médicos sin Fronteras (MSF) y SOS Mediterranée. Y el tiempo pasa sin
soluciones.
Sorprende, eso sí, el poco tiempo transcurrido entre el
día que Pedro Sánchez dijo: "haber salvado la vida a 630 personas me
hace pensar que vale la pena dedicarse a la política" y el hoy que
cierra puertos y sensibilidad a los actuales náufragos de la justicia
varados en los barcos. Lo recuerda Angels Martínez Castells.
14 meses. No es tiempo suficiente para haber borrado el recuerdo de ese
renuncio. Ni de otros drásticos cambios de opinión de Sánchez que, más
que en tiempos diferentes, parecen haberse dado en estadios de física
cuántica.
Hoy tocaría analizar la inexorable elección
de Isabel Díaz-Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid. La
triple ultraderecha –por sus hechos les conoceréis– sabe hacer una piña
como nadie cuando median intereses muy precisos. Sesión de pantomima
para darle la silla acordada y que todo siga igual –de mal– en Madrid.
Ayuso promete lo que contradice el programa de ultraderecha que ha
firmado con las otras dos ídem. Un clásico. Y hace guiños a Vox –guiños
dicen las crónicas– para rechazar el machismo diciendo que ella "no
quiere enfrentar a hombres y mujeres". Hablar de la política sucia nos
mancha. No perdamos la fuerza por la tecla que tiempo habrá de analizar
las consecuencias de esta elección. Pero ¿han reparado en cómo el PP y
sus socios acortan los plazos del pringue en sus candidatos? Ayuso viene
tiznada de sospechas de corrupción, de evidencias palmarias como pueden leer aquí en detalle,
antes siquiera de tomar posesión. Esa aceleración en el tiempo de los
fiascos debería hacernos reflexionar hacia dónde nos lleva.
Un
agosto atípico con ministros en funciones esparcidos por doquier
haciendo declaraciones y proyectos como si fueran a gobernar toda la
vida, sin tener cerrada la investidura. Hablando de asombros ante
"propuestas irresistibles" que graciosamente dio el PSOE a quien en la
moción de censura le ayudó a llegar al trampolín de La Moncloa. Tampoco
ha pasado el tiempo mínimo para el olvido de los hechos pero sí para que
se agiten en el turbo de las pasiones.
La piscina de
pirañas de Twitter que les contaba se encuentra ahora como si los
contendientes llevaran una semana sin comer y tuvieran que alimentarse
del otro a dentelladas. Bien es verdad que, como vemos, algunos de sus
políticos hacen lo mismo y les sirven de inspiración y acicate. Este
tipo de política hiede de tal forma que aleja. Salvo a muchos de sus
partidarios que acuden al cuadrilátero de las redes a discutir como si
fuera un trabajo.
Rata, racista, mierda, delirio, son términos frecuentes. Entre los feroces haters
del socio político imprescindible, al que detestan más que a nadie en
el mundo. La bazofia mediática contribuye, a niveles inmundos, con
vídeos trucados, titulares manipulados y un insultante apoyo a la
ultraderecha. Inacción y mentira son fecundos campos de bacterias de la
sinrazón. Así, también se han soltado los que llaman barcos negreros a
los que salvan personas,y los que presumen de salvajismo y de no
respetar ni los Derechos Humanos.
Mientras el tiempo
pasa. Y llegará septiembre, y octubre y noviembre y, solo con suerte
dejará las cosas igual en política. Eso dicen las encuestas. Es
desolador.
Hablemos pues más a fondo del tiempo. La
idea me la dio un artículo de mi gran amigo el periodista Juan Tortosa.
Rescató la entrevista que hace tres años le hizo Pablo Iglesias a Iván
Redondo, el hoy todopoderoso asesor de Pedro Sánchez. "El tiempo en
política es lo más importante, porque todo el mundo acaba cadáver. Solo
es cuestión de tiempo. El que controla el tiempo gana", sentenció. ¿Diríamos que Sánchez controla el tiempo o es ya cadáver?
El
tiempo. Pasa muy despacio cuando se espera y demasiado rápido en la
felicidad. Se habla de minutos eternos cuando todos tienen 60 segundos.
Es la pasión lo que lo condiciona. Se dice que el tiempo pone todo en su
lugar, cuando queremos referirnos a la distancia. Y a veces la
distancia tampoco aclara nada. La mirada de lejos, quizás. Para actuar
con la razón descontaminada, cuando en determinadas ocasiones es el
corazón el que acierta.
Pero el tiempo no hace nada
por sí mismo, si no se llena de argumentos y hechos. Siquiera de relax. O
de reflexión. A veces se gana, cuando parece que se pierde. El tiempo
es vida, dijo José Luis Sampedro para responder al mercantilismo que
hizo furor de "El tiempo es oro".
El tiempo no deja de
ser una muy pragmática magnitud física. Medirlo en los parámetros
acordados e iguales, permite ordenar los acontecimientos y establecer un
pasado y un futuro. En medio y fugaz está el conjunto de hechos que
vivimos y al que llamamos presente. Por eso es tan estúpido perderlo en
estupideces.
Estudiado por los filósofos como una de
las primeras interrogantes, se suele convenir que el mundo está en
permanente transformación y la medida del tiempo va fijando su camino.
No se previó que los relojes marcharan hacia atrás y hay momentos en la
historia en los que sí lo hacen. Como este. A lo visible aquí y allí,
añadimos inquietantes noticias sobre misiles que explotan por error y lanzan radiaciones que habrán de competir con las culebrillas de verano.
Lo cierto es que el tiempo no vuelve, se desparrama ya inaccesible
cuando se desperdicia. Habrá otro, si lo hay. MartaEme, la misma que
escribe "si son dos días, que sean con quien nos hace sentir vivos (…).
Es entonces cuando lo sabemos, aunque suene obvio y manido, que lo único real es el aquí y el ahora".
Se sabe. Y que solo tenemos tiempo. Si lo tenemos. Y que los problemas esperan soluciones. Y las esperas, respuestas.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario