Corría 1966. El día que se inauguraba el
hotel Entremares de La Manga, una de las primeras construcciones de la
zona, coincidieron en un corrillo, a la puerta, el alcalde de Cartagena,
Federico Trillo-Figueroa; el arquitecto del edificio, Pedro Pan, y el
promotor de la obra, Tomás Maestre, entre otros.
Acababan
de hacer un recorrido por las instalaciones, modernas y funcionales, el
no va más para la época, y se les observaba satisfechos y
entusiasmados. Tanto que el alcalde se dirigió al arquitecto municipal y
le dijo: «Este hotel le ha quedado a Tomás tan bonito que vamos a tener
que darle la licencia de obras».
Así
empezaron a hacerse las cosas en La Manga y así continúan hasta hoy
mismo. Otro hotel, el recuperado Doblemar, ahora Roc, reinaugurado hace
un par de años tras una gestión personal del hoy expresidente de la
Comunidad, Pedro Antonio Sánchez, en un viaje a Palma de Mallorca en
busca de inversores turísticos (así se vendió a la prensa) también
carece de licencia de apertura y abrió sus puertas bajo el recurso de
'gestión responsable', lo que no ha impedido a la empresa plantar un
cimborrio en dominio público ante la indiferencia de la administración
local de San Javier.
La
administración local de San Javier, ésta y las anteriores a ésta,
parecen tener escaso interés por el dominio público, a juzgar, entre
otras elusiones, por la revisión de la zona verde de Puerto Menor, que
ya ha prescrito, o por el hecho curioso y desconocido por la mayoría de
ciudadanos de que aún no se ha producido la cesión de la Gran Vía de La
Manga, un proceso tan complejo como olvidado. Son unos ejemplos.
Quizá
este desdén por La Manga desde el Ayuntamiento que se ubica al otro
lado del charco tenga que ver con el consejo que en su momento recibiera
de su jefe político el concejal de Playas: «A La Manga, ni un euro,
porque un día se independizará y todo lo que hayamos invertido se lo
quedarán allí».
Ni siquiera haría falta que lo expresaran con palabras;
es una mentalidad. Mientras tanto, el 40% de los ingresos de San Javier
procede de La Manga, donde las inversiones son menos que cero. Y es que
en La Manga hay pocos electores y muchos turistas que, por serlo, vienen
y se van.
Este verano está
teniendo éxito la emisión en HBO del documental sobre Jesús Gil y la
Marbella que destrozó. Con menos histrionismo, pero de manera tan
sistemática, más cerca de nosotros La Manga es otro ejemplo de lo mismo.
(*) Columnista
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