jueves, 25 de julio de 2019

La política monetaria como elemento regulador / Ángel Tomás *

La fuerte recesión que ocasionó la aparición de la crisis mundial en el último trimestre de 2007, provocada, entre otras causas, por una alta y creciente especulación inmobiliaria acompañada de una inflación ascendente y la consiguiente expansión monetaria, devino en una importante paralización empresarial y del sistema financiero.

Este último se vio obligado a asumir en sus balances volúmenes muy elevados de inmovilizado, un aumento de la morosidad y la incidencia de una reducción del interés como consecuencia de una política monetaria de apoyo, cuyo conjunto de circunstancias influyó negativamente en sus cuentas de pérdidas y ganancias.

Si analizamos los efectos de las distintas crisis, sus orígenes, sus repercusiones en la economía y las medidas adoptadas para contenerlas e iniciar la recuperación, observamos que la política monetaria es la gran protagonista de apoyo o medida básica internacional.

El crecimiento descontrolado, incluso protegido, exigía el aumento de la masa monetaria la cual tiene una influencia directa expansiva sobre el mercado de consumo y el gasto en general. La inflación siempre ha sido imparable con crecimiento de los precios de venta de los productos y del sector industrial.

El efecto contrario en cuanto a la disminución de precios y el consumo se produce en cuanto se restringe la masa monetaria. La aparición de una crisis severa cambia las expectativas del sector empresarial, que en épocas de crecimiento se planifican y gestionan nuevos proyectos, cambiando las expectativas con la recesión.

En este caso se inicia el riesgo para el sistema financiero especialmente influido por una política monetaria, que, si bien es necesaria, debe ser acompañada por una reducción del gasto público, una regulación protectora de los impuestos hacia la demanda y un mayor control del presupuesto nacional.

Si el sistema circulatorio es la primera y urgente medida mediante su crecimiento, solo se conseguirá que suba el consumo vital, pero no la creatividad, la innovación, la industrialización y, por tanto, la renta per cápita, que lo harán de forma mucho más lenta por falta de estímulos directos reales.

La política monetaria de la UE ha pasado de depender de los bancos nacionales a la del Banco Central Europeo, que determina la masa de dinero y los tipos de interés, como medidas protectoras de los desvíos negativos de la inflación de crecimiento continuo, o de la recesión ocasionada por las crisis inevitables.

El ejercicio de la política monetaria y de los tipos de interés es complejo, arriesgado y en la mayoría de los casos de resultados adversos si, como decíamos anteriormente, no va acompañada de otras medidas no dependientes del mismo órgano central, como son: el control del gasto público, un sistema tributario variable, la regulación de los presupuestos generales de los Estados, y un impulso y apoyo económico a la creatividad, la innovación y a la expansión exterior.

Si el gestor monetario aumenta el dinero disponible de manera creciente y continua, éste llega con facilidad a todos los sectores empresariales por la vía del sector financiero, especialmente mejorando la cotización de los activos, pero sin la asistencia de otros controles ya mencionados, solo conduce a una nueva crisis paralizante. Ante tal escenario, el gestor monetario reduce su masa y los tipos de interés prácticamente a cero, con el solo fin de parar la recesión e iniciar de nuevo el crecimiento económico.

El sistema financiero comienza a recoger activos inmovilizados ajenos a su actividad, procedentes de financiaciones de difícil devolución, las tradicionales por los intereses casi nulos no son rentables y el coeficiente de morosidad aumenta por efecto de la crisis, los balances preocupantes, y la política monetaria se abre nuevamente al sector.

Es indiscutible que con un crecimiento débil y lento, el equilibrio económico financiero se prolongará en el tiempo, y los intereses excesivamente bajos sin la debida aportación de otras medidas complementarias de urgente aplicación, la política monetaria como protagonista única no es la medida básica para la recuperación. 

Aunque los bancos centrales rechazan la opinión de que la política monetaria de aumento de la masa monetaria y bajos tipos de interés en exclusiva ha abierto serias dudas sobre su eficacia integral, es evidente que lo es a corto plazo para conseguir la estabilización de la economía comunitaria, pero su prolongación durante más de una década, incluso de intereses a cero, está generando preocupantes riesgos en especial al sistema financiero, influido por la baja de márgenes y el incremento de la morosidad, que ha obligado a buscar rendimientos en otras actividades atípicas, como la administración de patrimonios privados y el apoyo y asesoramiento a los mercados del exterior con el fin de evitar nuevos riesgos sistémicos.

Ha quedado demostrado que una política monetaria en exclusiva puede tener una influencia negativa a largo plazo con caída del nivel de actividad y posible inicio de recesión.

El control monetario es imprescindible, pero debe ir acompañado, no solo de otras medidas económicas ya mencionadas, sino de que la actuación del sector público en cuanto a la selección y volumen de sus inversiones no se ajusten a las políticas exigidas por el control monetario.

Una desconexión con este último por parte de los Estados de la Europa comunitaria de compleja economía, unas inversiones basadas en diversas filosofías políticas predominantes, apartándose de la normativa monetaria comunitaria, llevaría al fracaso económico generalizado.



(*) Economista y empresario

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