Si Felipe González, José María Aznar, José Luís Rodríguez Zapatero o
Mariano Rajoy, en su condición de presidentes del Gobierno, hubieran
tenido el atrevimiento de presentarse en las jornadas del Cercle d'Economia de Sitges con
un discurso tan pobre, anodino y vacío, que estaba hecho para salir del
paso y poca cosa más y que tanto servía para Albacete, Segovia, Alacant
o Barcelona, hubiera habido desde murmullos en la sala mientras hablaba
el conferenciante hasta una corriente de críticas públicas que nadie
hubiera podido detener.
Pero el poder español hoy asusta y los empresarios allí presentes, la
gran mayoría tercerviistas, se quedaron desconcertados y decepcionados
pero también callados. Afligidos por el nuevo desplante que no hace más
que arrinconarlos, ya que, al menos antes, habían las famosas lluvias de
millones que a la postre acababan en grandes sequías, pero durante unas
semanas iban haciendo.
Este sábado en Sitges ni un guiño, ni un gesto
mínimamente cómplice. Ni una frase sobre la que poder especular. Nada de
nada. Silencio en el momento más crítico de las relaciones entre Catalunya y España y
después de un ciclo electoral en que Oriol Junqueras ganó en abril las
elecciones españolas, Esquerra Republicana ha barrido en las municipales
―Barcelona incluida― y Carles Puigdemont ha impuesto su ley en las
europeas.
El declive del empresariado tercerviista, a los que Sánchez no les
dio ni agua, entre otras cosas porque ni debió fijarse en ellos más allá
de las correspondientes fotos de rigor, es el más claro ejemplo de la
pérdida de rumbo de un sector en claro declive en poder e influencia en
la sociedad catalana y, obviamente, en la española.
Aún aturdidos por lo
que ha sucedido en la Cambra de Comerç, donde el nuevo
equipo de Eines de País ha logrado hacerse con el control absoluto de
la institución y desbancar a los de siempre, siguen
esperando, esperando y esperando que Madrid toque alguna tecla que les
dé una pista de aterrizaje.
Nada de eso tiene pinta de suceder y, lejos de la distensión del
conflicto, se apuesta por su inflamación, con un juicio en el Supremo
plagado de parcialidad, manteniendo la fiscalía peticiones de penas
incomprensibles y desautorizando el gobierno español no solo
los documentos oficiales del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias sino arremetiendo contra sus autores y pidiendo inhabilitar a los expertos internacionales que los habían elaborado.
El gobierno español ha descontado el camino del diálogo y en las
salas del Cercle, cuando Sánchez ya se ha ido, los empresarios atinan a
hacerse los ofendidos. Temerosos, no quieren tampoco que su nombre
aparezca. Con lo fácil que era todo antes, ahora solo pueden criticar a
Torra y al Govern si no quieren acabar teniendo problemas.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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