viernes, 10 de mayo de 2019

Rubalcaba: En la muerte de un servidor del Estado / José Oneto *

Después de varios días en estado crítico por un ictus (infarto cerebral) ha fallecido en el Hospital de Puerta Hierro de Majadahonda, Madrid, Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) ex secretario general del PSOE, vicepresidente del Gobierno, Ministro de Educación, de la Presidencia, Portavoz del Gobierno y del grupo parlamentario socialista, y, Ministro del Interior durante cinco años, unos años muy duros, de plomo y fuego, en los que consiguió poner las bases para el final de ETA y la entrega de las armas.

Pero con ser importante todos estos cargos que desempeñó con sentido común y habilidad política, alguien que  no venía del mundo del derecho, de la sociología, de la economía, o de los grandes cuerpos de Administracccion del Estado, sino de la Química, de la Química Orgánica, de la que era profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, lo más importante es que fue un auténtico servidor del Estado, al que prestó todos sus conocimientos desde el Parlamento, desde el partido, y desde todos los cargos que desempeñó a lo largo de más de treinta años dedicados a la política. 

Solía decir que aparte de conocer la Química Orgánica, de la que se tuvo que poner al día cuando dejó la política y se reincorporó a su puesto de simple profesor, (rechazando muchas ofertas de Consejos de Administración) era especialista en “mecanismos de reacción” a los que dedicó varios trabajos de investigación.

Quizás fuese por esa extraña especialidad que intenta explicar de manera lógica cuales son las reacciones que se producen en una reacción química y que permiten explicar las reacciones cualitativas (desarrollo de color, aparición de precipitados) y cuantitativas y velocidad de reacción (el dato más importante) observadas en su desarrollo investigador, por lo que fue capaz de hacerlo bien en todos Ministerios por los que pasó. 

Porque, es verdad, que Rubalcaba analizaba los problemas políticos y sobre todo la estrategia como si estuviese estudiando esos “mecanismos de reacción” a los que dedicó una parte importante de su vida académica en Madrid y en las Universidades de Montpellier (Francia) y Constanza (Alemania).

Poseedor de un gran sentido del humor y de la ironía, de una oratoria  que no suele abundar en nuestro Parlamento, de un conocimiento de lo que debe ser un debate político, en el que nunca perdía el hilo, ni tenía que ayudarse de la lectura de un texto, preparado de antemano, Alfredo Rubalcaba ocupará un lugar de honor entre los políticos que han pasado por la Carrera de San Jerónimo. Sus intervenciones, siempre brillantes, especialmente en la etapa que fue portavoz parlamentario del PSOE, constan en el Libro de Sesiones, un Libro que sirve para reconstruir la historia de nuestro país .

Pero, desgraciadamente, en ese Libro no consta ningún dato, ninguna pista, de su actuación decisiva en la abdicación del Rey Juan Carlos a favor de su hijo Felipe VI. Infamado por el propio Rey Juan Carlos de su decisión de abdicar, casi al mismo tiempo que el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy, en el mes de Marzo de 2014, de algo insólito en la Monarquía , dónde el Monarca muere con las botas puestas, no solo guardó el secreto, sino que decidió aplazar su dimisión como secretario general del partido tras el fracaso electoral que se produjo en las elecciones europeas del mes de mayo.

Rubalcaba sabía que si dimitía en mayo, un mes antes de la fecha prevista para la abdicación y para la ceremonia oficial de coronación del nuevo Rey, podía causar unos efectos inesperados. Preveía que, con una Gestora al frente del PSOE, era muy posible que un sector del partido, el situado más a la izquierda, plantease abiertamente el debate sobre el futuro de la Monarquía. No hacía falta que el Rey se lo pidiese pero, pese a las presiones, no dimite inmediatamente después de las elecciones, sino mas tarde, tras la abdicación. 

Era el único que podía evitar ese debate inoportuno. Fue el último servicio al Estado que Rubalcaba presto sin que nadie se lo pidiese, a pesar de que, en algún momento,  en conversación con don Juan Carlos en pleno escándalo Corinna, no tuvo reparos en plantearle lo que suponía el escándalo de la influencia de la supuesta Princesa en temas delicados de Estado.

El pasado miércoles cuando a las dos de la tarde me llegó, como un mazazo, la noticia de que había sufrido un ictus (se cuidaba, pero siempre tuvo problemas con el corazón) pensé que con él se iba una parte importante de la vida profesional de un grupo de periodistas que compartimos con él confidencias, noticias, y amistad. 

Ese grupo profesional, que viene reuniéndose, semanalmente, desde hace cuarenta años, con políticos y personalidades de todos los colores, tenía previsto reunirse con él, en un hotel madrileño, para, en un almuerzo, pasar revista a la actualidad política nacional…


(*) Periodista y economista


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