La mayor parte de los políticos de cabecera aparecen “renacidos” tras
los resultados electorales del domingo; las estrategias desplegadas
durante la larga campaña electoral de los últimos tres años están
agotadas y ahora toca adaptarse al nuevo mapa político, a las nuevas
realidades.
El cambio afecta a todos y se concretará a los largo de los
dos próximos meses con los pactos necesarios para formar gobierno de
España y gobiernos autonómicos y municipales.
A los socialistas se les ha puesto cara negociadora abierta a todas
las posibilidades con un Pedro Sánchez “renacido” que se ha vestido de
gobernante europeo desde el primer minuto. Sánchez se va a volcar en la
política internacional para lo cual necesita un ministro de Exteriores
que ejecute la partitura que dicte la Moncloa.
Los socialistas españoles
van a liderar el grupo socialista en el Parlamento Europeo y Sánchez
será la voz de ese grupo en el Consejo, con influencia para fijar
prioridades y para nominar a los cinco presidentes: de la Comisión, del
Consejo, del Parlamento, del Banco Central Europeo y del Eurogrupo, sin
perder de vista la figura del representante de política exterior. Sin
británico y con los italianos echados al monte, la posición española
gana enteros en cuanto a iniciativa y mediación.
Sánchez no va a
desaprovechar esa ventana de oportunidad como fuente de rendimientos
internos. En resumen Sánchez jugará la baza de estadista influyente y
como botón de muestra sus dos citas en pocas horas con Macron y Merkel.
A los populares, más en concreto a Pablo Casado, se les abre la
ventana de la renovación interna sin ver comprometido el activo que
supone encabezar la oposición parlamentaria al tiempo que ocupa
responsabilidades tan relevantes como la doble presidencia de Madrid
(alcaldía y comunidad) y un buen puñado de Comunidades y ayuntamientos.
El PP ha ganado margen para tomar distancia del pasado, de las
corrupciones y de las vacilaciones y debilidades de Rajoy.
Ciudadanos ha fracasado en su intento de llegar a la cabeza, del
gobierno, hipótesis que acariciaron a principios de 2018, antes de la
moción de censura que tumbó a Rajoy; y después de encabezar la oposición
desplazando a las populares. Lo tuvo cerca pero los electores no les
han entregado esa baza. Ciudadanos, más en concreto Rivera, han
fracasado, pero disfrutan de bazas poderosas para entregar el gobierno a
unos u otros.
Tiene que fijar distancia con Vox y cercanía con los
socialistas, es decir enfatizar su perfil centrista y liberal. Asumir el
papel de partido bisagra que no ha sido el objetivo buscado estos dos
últimos años.
El caso de Podemos-Iglesias es más complicado. De Vista Alegre I a
Vista Alegre II hubo un salto cualitativo, por el camino perdieron las
confluencias, integraron buena parte de IU-PCE, pero salen del ciclo
electoral disminuidos y envejecidos. El PSOE les necesita, pero cada vez
menos. Iglesias suena hueco cuando habla, muy solemne pero poco
creíble.
Se le acabó la magia y corren el riesgo de ser digeridos por el
PSOE y las izquierdas extremas.
En cuanto a Vox su suerte queda vinculada a la del PP y su proceso de
renovación. Sirvió para castigar a Rajoy pero corre el riesgo de quedar
encerrado en la extrema derecha intratable o poco recomendable.
En resumen un nuevo cuadro, oportunidades abiertas, imprevisibles
pero más consistentes que las que había cuando empezó el largo proceso
electoral que concluyó el domingo.
(*) Periodista y politólogo
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