El camino de Ernest Maragall a la alcaldía de
Barcelona podría estar sembrado de muchas más espinas de lo que pensaban
los republicanos la noche del domingo tras su histórico triunfo en las
municipales, que les da, en principio, la posibilidad de gobernar la
capital de Catalunya, una circunstancia que no se produce desde 1939.
El
hecho de que la actual alcaldesa, Ada Colau, esté
impulsando, por activa o por pasiva, una corriente de opinión en los
comunes de que no hay que descartar un acuerdo con el PSC de Jaume Collboni y con la lista de Ciudadanos encabezada por Manuel Valls,
ha removido las horas posteriores a la resaca electoral del domingo.
Hasta cuatro elementos han contribuido a dar alas a esta posibilidad: en
primer lugar, el giro de Colau respecto a su futuro político y los
pasos que ha empezado a dar después de la derrota del domingo.
Si en las
horas posteriores a su derrota felicitó a Maragall y con un cierto aire
de despedida señaló el honor de haber sido la primera mujer alcaldesa
de Barcelona, este lunes, teatralmente, y criticando a Maragall, recogía
velas y aseguraba que ahora había que hablar de programa y de políticas
de izquierdas con ERC y PSC, rechazaba el diálogo con JxCat e incluso
ir con Maragall a Soto del Real a visitar a Quim Forn. Solo cuando haya
un acuerdo de lo que entiende por "las izquierdas", se hablará del
alcalde o alcaldesa, dice.
En segundo lugar, está la fuerza con que Miquel Iceta
ha expresado, en nombre del PSC, que hará todo lo posible para que no
haya alcalde independentista en Barcelona. Los argumentos de campaña
parecen haber quedado ya en un cajón, así como el enfado que ha venido
expresando Collboni con Colau desde que expulsó a los socialistas del
equipo de gobierno del consistorio barcelonés.
Seguramente, el primer
secretario de los socialistas catalanes tiene aún muy presente lo que
sucedió con su candidatura a la presidencia del Senado, bloqueada por
los independentistas en el Parlament. Y una frase que se oyó en la
cúpula dirigente en aquellas jornadas: "Esto no os saldrá gratis".
En tercer lugar, el extraño discurso que se oye en las filas de los comunes y que no descarta un pacto con Ciudadanos. Finalmente, una declaraciones del ex primer ministro francés, Manuel Valls, alertando de que romperá con Cs si acaba pactando con Vox en Madrid,
donde los votos de la formación de ultraderecha son imprescindibles
para desbancar a la izquierda del ayuntamiento y conservar la comunidad.
Aritméticamente, el apoyo de Valls daría mayoría absoluta a Colau en la
investidura, condición indispensable para desbancar al ganador, Ernest
Maragall. Así, los diez de Colau, los ocho del PSC y los seis de Valls
serían 24 votos, tres más de la absoluta, que está en 21.
Es una
carambola que, a priori, no parece políticamente fácil de encarrilar
y que muchos de los sectores influyentes de la ciudad no verían con
especial agrado, ya que reconocen en Maragall una oportunidad para
el diálogo de la que no han disfrutado con Colau durante los últimos
cuatro años, en que, además, la ciudad ha ido cayendo en un progresivo
deterioro en cuanto a imagen e influencia.
Habrá que esperar unos días para ver cuánto de farol hay en los
movimientos que se han producido en Barcelona y cuáles son las
contrapartidas que se ponen encima de la mesa. Una de las cosas que
tiene el tablero municipal es que hay mucho poder en juego: además de
Barcelona están las cuatro diputaciones y varias decenas de municipios
importantes en que los pactos pueden caer de uno u otro lado en función
de cómo juegue cada formación política sus cartas. Han votado los
electores, ahora empieza el trabajo en los despachos.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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