Aquí mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Escenificació de la ruptura,
sobre el episodio de la recogida de actas de los presos políticos,
interpretándolo como un acto de ruptura entre el independentismo y el
Estado y una muestra de que la independencia de Catalunya es inevitable.
Al
día siguiente de escrito el artículo, los energúmenos de la derecha
española montaron el espectáculo en el Congreso con sus berridos y
pataleos. Demostraban así, al uso de la corte, la rabia y frustración
que sienten hacia, al ver quee, en efecto, e inevitable.
Escenificación de la ruptura
La
doble condición de representantes electos y presos políticos de los
cuatro diputados del Congreso y el senador Romeva, aunque no reconocida
por los poderes públicos, destruye la pretensión del Estado de que se le
considere un Estado democrático de derecho, homologable, según doctrina
oficial del ministerio de Asuntos Catalanes, con el de los países del
entorno. Se les ha permitido recoger las actas, pero no hablar con los
medios, aunque las actas consagren su condición de parlamentarios, que
viene de parlar.
La
prohibición es absurda porque los presos han podido dirigirse a la
opinión por medio de unos vídeos que se han difundido en las redes,
precisamente con la ayuda de tan absurda prohibición. Pero también tiene
un significado simbólico que permite entrever con qué falta absoluta de
honestidad tratarán los poderes a quienes se encuentren a su merced. La
mesa del Parlamento, con su flamante nueva presidenta socialista y ...
catalana ya está tramitando el expediente para despojar a los diputados
electos de sus prerrogativas.
Lo hace poniendo la quinta marcha,
impaciente por dehacerse de este iconveniente y aligerar la mayoría
necesaria para la investidura del gobierno. Además, no es tema
conflictivo en una mesa sin representación independentista y animada por
un fuerte resentimientoo contra los catalanes. Un "a por ellos"
parlamentario.
Es
imposible despojar a nadie de las prerrogativas que no posee. Así, al
recoger las actas, los diputados han alcanzado la condición de
representantes de todo el pueblo español, en plenitud de sus derechos,
entre ellos, el de expresión, la libertad de palabra. ¿Cómo pueden
limitarse los derechos de un diputado por decisión judicial sin
suplicatorio y sin que el Parlamento haya suspendido al diputado?
No es
admisible que los miembros del Parlamento estén sometidos a las
decisiones caprichosas de los jueces por encima de la pretendida
soberanía del Parlamento, sin el menor respeto por el princcipio de
división de poderes.
El
eco mediático del acto de toma de posesión, las emociones, los abrazos,
la solemnidad de las formas mostraron el mundo real que el mundo
oficial quiere esconder. Ya no veíamos funcionarios, rejas, puertas,
prisiones, guardias, policías, jueces, la cara oscura de la represión.
Veíamos la cara humana, la de la gente convencida, en pie, erguida,
resistiendo sin vaciilación. En la extensión de una sonrisa ve el
espectador la esperanza de un pueblo y el compromiso de llevar la lucha
hasta la victoria.
En
paralelo, el Estado es incapaz de respetar las reglas que quiere
imponer a los otros. Por eso trata a los independentistas con
menosprecio y arbitrariedad. Hoy les reconoce unos derechos y mañana se
los niega. Suena como cuando el Senado romano trataba con las embajadas
de los reyezuelos de la frontera o cuando el Congreso americano firmaba
tratados con las tribus indias sin reconocer sus derechos en el fondo.
Con una diferencia notable: el Senado romano y el Congreso yanqui eran
dos instituciones serias y previsibles, cosa que no puede decirse de
Estado español.
Por
lo demás, los interlocutores de los poderes españoles no son
precisamente embajadas de tribus de la frontera a quienes se pueda
engañar con promesas falsas y papeles sin valor, enfrentadas a un
imperio civilizado y burocrático muy superior. Antes al contrario, son
gente muy avezada que, dando prueba de una notable habilidad, sabe
aprovechar los intersticios del sistema colonial legal español para
impulsar la lucha por la liberación de Catalunya.
Al mismo tieempo, a
diferencia de los españoles, han entendido que el ámbito político
europeo forma parte de la política interna dels Estats que lo componen y
no tienen inconveniente en llevar a su seno los conflictos que se dan
en su interior.
Todos
admiten ya que el contencioso catalán no se resolverá sin una u otra
forma de intervención europea, Se trata de encontrar la menos
escandalosa para ponerla en práctica, la que deje menos en ridículo al
Estado español. Pero esta intervención habrá de producirse
necessariamente para consagrar una ruptura que, como se vio en la toma
de posesión como diputados de los rehenes catalanes, es inevitable.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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