miércoles, 24 de abril de 2019

Después de mí, el diluvio / Ángel Montiel *

La característica fundamental de la candidatura a las autonómicas del PP, que se hizo pública ayer, es que no hay nadie que pudiera sustituir a quien la encabeza, Fernando López Miras, que es quien la ha elaborado. Se trata, pues, de un candidatura con blindaje personal. Los nombres que se despliegan bajo el del líder electoral podrán tener infinitas cualidades, menos una: ninguno dispone del perfil adecuado para sustituir en cualquier eventualidad a quien los ha colocado ahí. 

Esto es algo que no ha ocurrido nunca en los veinticuatro años de poder autonómico del PP. Valcárcel siempre tenía repuesto, y jugaba con la posibilidad de que se hiciera efectivo. Así fue como engatusó en su día a Antonio Gómez Fayrén para hacerlo diputado, en el implícito supuesto de que podría ser su sucesor, aunque en realidad lo utilizó para hacer de tapadera del ya decidido por él, Pedro Antonio Sánchez. 

Pero cuando, tiempo después, éste sufría una circunstancial inhabilitación política, Valcárcel tuvo que correr para improvisar a un sustituto que le permitiera engancharse a las listas del Parlamento Europeo, y disponía de baraja, empezando por la carta de Francisco Celdrán, que no le funcionó, y la de Alberto Garre, que tuvo que vender apresuradamente a la Cospedal después del hecho consumado de haberlo nominado públicamente. 

Pero Valcárcel tenía cantera. Y también Pedro Antonio Sánchez cuando hizo su propia lista; a la hora de su obligada dimisión había al menos media docena de diputados del PP en la Asamblea Regional que podrían haber ocupado su puesto, y se decidió por López Miras. 

Bien, pero llegada la hora en que éste ha de presentar su propia lista, lo que salta a la vista es que no deja opción a una posible futura circunstancia en que tuviera que ceder el mando. No hay nadie entre el núcleo de diputados elegibles en el supuesto de más amplia expansión electoral del PP que reuna las condiciones mínimas de liderazgo, inserción orgánica y respaldo de la organización como para adquirir la condición de sucesor. Ha dejado fuera a Víctor Martínez, a Martínez-Cachá, a Francisco Bernabé... 

En caso de catástrofe aérea o electoral o en el supuesto de que, aun habiendo triunfado electoralmente, el joven López Miras sufriera una iluminación que lo convirtiera al hinduismo y lo curara de las vanidades del poder para dedicarse a la práctica del yoga, el Grupo Parlamentario Popular por él diseñado no podría encontrar un líder de reposición que cubriera de manera estable su ausencia o su indiferencia. 

El mensaje es claro: pase lo que pase, aunque Vox superara en votos al PP, el jefe de los populares seguiría siendo López Miras, pues no habría quien lo sustituyera si se atendiera al refrán de que, en ciertas circunstancias, siempre es peor el remedio que la enfermedad. 

El envés de esta estrategia se observa en la lista municipal de Murcia, donde José Ballesta no ha tenido inconveniente en situar a Rebeca Pérez en la segunda plaza, proyectando tranquilidad a su organización para el caso de que una alianza poselectoral de grupos contrarios al PP aconsejaran al actual alcalde abandonar la Corporación en la confianza de que el PP municipal quedaría en buenas manos. 


Una lista, pues, la de López Miras, sin competidores internos. Por lo que pudiera pasar.

(*) Columnista  



No hay comentarios: