CARTAGENA.- La frase más famosa atribuida a Felipe II al conocer la suerte de la Grande y Felicísima Armada
es simplemente falsa. La cita «yo no mandé a mis barcos a luchar
contra los elementos» apareció 40 años después de la malograda empresa.
Lo cual no quita que la tormentas, y no los ingleses, causaran la gran
mayoría de bajas de la mal llamada Armada Invencible.
Ayer, los últimos restos de aquella empresa, sus cronistas, sufrieron de
nuevo en Cartagena tempestades en forma de la gota fría que azota el
levante español, según publica hoy Abc.
Con el cielo revuelto, se inauguró este martes el I Congreso Internacional de la Armada española de 1588 y la Contra Armada inglesa de 1589,
que se celebra hasta el viernes en el Museo de Arqueología Subacuática
de Cartagena. Un encuentro internacional donde investigadores y expertos
de numerosas naciones, la mayoría británicos y españoles, quieren poner
en común los descubrimientos arqueológicos y documentales más
recientes.
«Nos reúne el deseo de hacer historia. Nada más y nada menos.
Estamos ante uno de los casos más claros de alteración consciente de
los hechos que ha sufrido la humanidad. No solo en el sentido de
esconder la verdad, sino de contar algo distinto a la realidad», aseguró
Iván Negueruela Martínez, director del Museo de Arqueología Subacuática de Cartagena, en la apertura del congreso.
En palabras de Negueruela, gran impulsor de estas conferencias, durante «siglos hubo una fractura letal entre las conclusiones de los investigadores españoles y los ingleses. Hoy, la consigna es clara: que lo que la guerra unió en 1588 no lo separe la historia. Viejos enemigos buscan esta semana derribar los últimos mitos persistentes que cobija la Guerra anglo-española (1585-1604).
En palabras de Negueruela, gran impulsor de estas conferencias, durante «siglos hubo una fractura letal entre las conclusiones de los investigadores españoles y los ingleses. Hoy, la consigna es clara: que lo que la guerra unió en 1588 no lo separe la historia. Viejos enemigos buscan esta semana derribar los últimos mitos persistentes que cobija la Guerra anglo-española (1585-1604).
«Ahora nos reunimos como amigos para la conquista de la verdad. Aquí no hay Brexit», apuntó en la sesión inaugural Colin Martin, que ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a la búsqueda de los pecios de la Armada española en las costas escocesas e irlandesas y a conectar con «el lado humano y la agonía» que sufrieron aquellos náufragos.
Este arqueólogo subacuático, que dio el salto por casualidad
de la prensa al buceo científico, reconoce que de joven admiraba a
Francis Drake, al que sigue respetando como personaje histórico, pero
que con el tiempo y los datos ha terminado por rendirse ante las figuras
de Martínez de Leyva y Martínez de Recalde, dos oficiales que «podían haber cambiado la suerte de la Gran Armada de estar al mando».
Colin Martin cuenta con un amplio respeto en el mundo académico internacional desde el descubrimiento de varios barcos españoles hundidos con prácticamente toda la munición intacta, lo que puso en cuestión el mito de que los españoles no habían podido disparar a los ingleses tras el encuentro en Gravelinas por falta de munición.
Colin Martin cuenta con un amplio respeto en el mundo académico internacional desde el descubrimiento de varios barcos españoles hundidos con prácticamente toda la munición intacta, lo que puso en cuestión el mito de que los españoles no habían podido disparar a los ingleses tras el encuentro en Gravelinas por falta de munición.
«Aparte de que la prioridad española no era disparar sino mantener la formación, parece que los barcos de Felipe II
no tenían una adecuada correlación de sus municiones y su artillería»,
defendió ayer el escocés.
Una interpretación que no todos los autores
comparten: «El mito de que la Armada se quedó sin munición ciertamente
es falso, como se ha visto en los documentos, pero tampoco se puede
sostener que su artillería fuera diferente o deficiente», replicó Manuel Gracia Rivas, miembro del comité científico de este congreso.
Por su parte, el finlandés Mikko Huhtamies recordó que la partida no afectó solo a España, Inglaterra o Irlanda, sino a todo el Báltico.
Por su parte, el finlandés Mikko Huhtamies recordó que la partida no afectó solo a España, Inglaterra o Irlanda, sino a todo el Báltico.
«El Rey sueco Juan III era un gran admirador de
Felipe II, a pesar de que su país era protestante. Aprovechando que
Suecia tenía cañamo y alquitrán, se convirtió en un aliado comercial
fundamental para que tomara forma la Gran Armada, incluida una veintena
de urcas», expuso Huhtamies.
Así lo corrobora una investigación en
marcha de Jorge Aguilera López
, de la Universidad de Barcelona, que considera que «Felipe II vio
una oportunidad entonces de alzarse como un árbitro en el Báltico».
María Gracia Ríos, profesora de la Pontificia Universitaria Católica del Perú, quiso recordar las numerosas e insospechadas implicaciones que tuvo la guerra en ambos lados del charco. «Los ataques de Drake en América calaron en el imaginario colectivo y dieron pie a consecuencias más allá de lo económico.
Tras sus saqueos, los ingleses plantearon argumentos sobre la
legitimidad de su presencia en el Nuevo Mundo e imitaron la imagen de
los españoles recibidos como dioses», sostuvo Gracia Ríos. Porque, como
en el acto inaugural recordó Negueruela, este no «está pensado como un
congreso hecho por españoles y dirigido solo a españoles», sino como una
obra tan global y colectiva como aquel imperio donde nunca se ponía el
sol, salvo que las tormentas dijeran lo contrario.
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