Apenas comenzada la campaña, el ardor
guerrero ha subido unos grados y el ruido muchos decibelios. Avisa el
"sheriff" Sánchez de que se empleará a fondo si hay otro "desafío" en
Catalunya y responde el "ranger" Torra que ya está hasta el barret de las baladronadas unionistas.
Y acabamos de empezar unas elecciones que se hicieron necesarias a
causa de Catalunya y se centran en lo mismo, Catalunya. El problema que
el Estado español no sabe resolver.
He leído un interesante artículo de Vicent Partal: sabed por qué El País os exige apartar a Puigdemont
en el que explica que Puigdemont es la pieza por batir porque simboliza
la realidad y el futuro de la independencia y la República.
Igualmente
aboga por una forma radical de poner fin a la farsa judicial del
Supremo, mediante la presentación de una cuestión prejudicial en función
del art. 267 del Tratado, que llevaría el asunto en todo caso a
Estraburgo, desharía la estrategia represiva judicial española y haría
avanzar mucho el independentismo. Parece bastante acertado y, por
probar, no se pierde nada.
Pero la reflexión de Partal se concentra en la cacería a Puigdemont y sus razones, extraídas de un editorial de El País, titulado Apartar a Puigdemont
que casi parece un cartel de "Se busca" y una recompensa. En efecto,
"El País" está loco por dinamitar el proceso independentista, como se
prueba en su lucha contra la unidad del independentismo y su inquina
hacia Puigdemont.
Sin darse cuenta, por cierto, de que parte del carisma
del presidente en el exilio proviene de la inquina que "El País" y todo
lo que "El País" representa le profesa. Hasta el punto de pierde el
oremus y aplaude la posible creación de otro partido en el espíritu del
catalanismo conservador, incluso dando por buena ahora aquella
corrupción que antes le indignaba.
La
consigna "¡A por él!" que comparten los medios, las autoridades, los
partidos y hasta sectores del independentismo ha acabado por
consolidarlo como el líder carismático del movimiento. Y un líder fuera
del alcance del Estado español. Pero no al margen en Catalunya.
La
expresión de Marta Pascal de que no puede gobernarse Catalunya desde
Waterloo es una simpleza. Se gobierna desde Catalunya en sintonía con
Waterloo. De haber una renovación generacional en el independentismo
"burgués", es el que se ha producido en torno a Puigdemont. Atacarlo a
él es atacar esa renovación generacional que cristaliza en la Crida y el
Consell de la República.
Puigdemont
planta cara al Estado desde fuera y Torra desde dentro. Las próximas
elecciones mostrarán por qué vía caminará el independentismo, si por la
unilateral e inmediata o la multilateral y postergada.
En
todo caso, el ambiente está tan enrarecido que no será de extrañar
algún episodio chungo en estas dos semanas. Escuchar el "¡que viva
España!", de Manolo Escobar; ver a Savater a la vera de Rivera; escuchar
las insólitas majaderías de Casado; olfatear la chamusquina de los de
Vox, transporta a otros tiempos pero no otros lugares. El profundo
macizo de la Raza frente a la Catalunya desagradecida y sempiternamente
secesionista.
El 28-A sonará la campana del último tiempo. Independencia sí o no. Segundos fuera.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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