El tema es España. Las elecciones del 28 de abril versan sobre España. Sobre qué puede ser España en los próximos años, una vez todos sabemos que el futuro ya no promete, en Occidente,
una constante mejora del confort y de la protección social para todos.
Un país decadente; un país irreparablemente fragmentado; un horno
climático y un horno político, o un país inteligentemente modesto,
todavía capaz de sacarle partido a una posición geográfica interesante:
Extremo Occidente en los nuevos mapas del mundo.
¿Qué podemos esperar? La pregunta kantiana es acuciante y
la respuesta segura de sí misma no existe. Ello explica el vuelo
hiperbólico de esta campaña electoral. Sin grandes certezas en el
horizonte, el combate se recluye en el lenguaje simbólico, en la
simulación dramática, en la construcción de “escenas” y en el
frenético manejo de los mensajes digitales. Combates aéreos. Guerra
cultural. Una batalla cultural a la española con tecnología
norteamericana.
¿Qué podemos esperar? Una España viable que no acabe como
el rosario de la aurora, responden los socialistas, dispuestos a
reconquistar la ciudadela del sentido común. Un PSOE fuerte; un gobierno
socialista con ministros independientes próximos a Podemos, sugirió
ayer Pedro Sánchez.
¿Qué cabe esperar? La reconquista de España, responde Vox, y todo el mundo entiende lo que quieren decir.
¿Qué es posible esperar? Una España unida en la que no
influyan los nacionalistas (los “otros” nacionalistas), responden el
Partido Popular y Ciudadanos, con ligeras diferencias de entonación, muy
pendientes ambos del éxito que pueda tener el enunciado de Vox.
¿Qué nos es lícito esperar? Una España en la que estén más
controlados los que mueven los hilos detrás de las bambalinas, responde
Podemos después de haber podido acreditar que hubo guerra sucia en su contra.
¿Qué podemos esperar? Que nadie se atreva a quitarnos el
concierto foral, responden, casi al unísono, los nacionalistas vascos y
los foralistas navarros.
¿Qué cabe esperar? Que la Comunitat Valenciana influya un
poco más en España y no nos tomen por el pito del sereno, responden los
federalistas valencianos, corriente en probable ascenso.
¿Qué podemos esperar?
(...)
Silencio.
¿Qué podemos esperar?
Carraspeo en el independentismo catalán.
¿Qué podemos esperar?
Que no nos apliquen el estado de excepción, responde la
mayoría de los votantes del independentismo en las últimas elecciones,
al margen de lo que piensen sus dirigentes.
¿Qué podemos esperar?
Que las cosas no acaben peor de lo que ya están, responde
buena parte de los electores de casi todos los partidos catalanes,
independientemente de lo que digan en los mítines sus candidatas y
candidatos.
¿Qué cabe esperar?
Que el nuevo gobierno no aplique de nuevo el artículo 155,
responde el 70,9% de los catalanes, según la encuesta de GAD3 que
publica hoy La Vanguardia. Más del 70%, un porcentaje que desborda
ampliamente el perímetro electoral del independentismo y que sin duda se
nutre de personas que en las dramáticas elecciones autonómicas de
diciembre del 2017 votaron a Ciudadanos e incluso al Partido Popular.
¿Qué nos es lícito esperar?
Una reforma constitucional que resuelva la tensión y halle
algún punto de síntesis entre las posiciones hoy enfrentadas, responde
el 72,6% de los catalanes, según el estudio de GAD3, desbordando de
nuevo el perímetro electoral del catalanismo combativo.
¿Qué es posible esperar?
La negociación de un nuevo sistema de financiación, responde el 69,2%, otra amplia mayoría.
¿Qué podríamos esperar?
Un referéndum sobre la cuestión de la independencia,
responde el 57,9%. No es el 80% tantas veces mitificado, pero es un
porcentaje apreciable, que de nuevo va más allá del perímetro del
independentismo.
¿Qué es razonable esperar?
El 56,8 espera el indulto a los políticos que están siendo
juzgados en el Tribunal Supremo si finalmente resultan condenados. No es
el 71% que rechaza e otro 155. No es el 72% que quiere reforma
constitucional. No es el 69% que desearía un nuevo sistema de
financiación, pero es más de la mitad.
¿Qué podemos esperar?
La mayoría de los electores más o menos fieles al
independentismo no quieren que las cosas vayan a peor y por ello estos
días vemos a los dirigentes de ERC y a los portavoces del consorcio
posconvergente pintando de rosa lo que hace una semana eran líneas
rojas.
Kant en abril.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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