El sondeo del CIS confirma que Pedro Sánchez está tomando
impulso en el trampolín de Adolfo Suárez. Le ley electoral conservadora
que en 1977 permitió la consolidación de Unión de Centro Democrático
gracias a la prima de las provincias menos pobladas podría beneficiar
ahora al Partido Socialista Obrero Español, dada la fragmentación del
voto de las derechas.
La confluencia estratégica del Partido Popular, Ciudadanos y
Vox tiene la virtud de movilizar al electorado conservador. Hay tono.
Hay excitación. Hay adrenalina. El frente nacional mueve pasiones, pero
el frente nacional por separado choca con la ley electoral ideada por
Suárez –“puedo prometer y prometo”–, Alfonso Osorio, Rodolfo Martin
Villa y Fernando Abril Martorell, cuando el partido gubernamental
ofrecía consenso, sosiego y buenas palabras a la España asustada por los
posibles riesgos de la transición.
La Empresa –así llamaban a UCD los fontaneros de Suárez–
diseñó una buena ley electoral para un centrismo apaciguador: con el 36%
de los votos y con el primer puesto en las provincias de la España
interior, la fuerza gubernamental podía aproximarse a la mayoría
absoluta. El artefacto de Suárez, validado posteriormente por la
Constitución, que protege expresamente la circunscripción provincial, no
estaba pensado para un frente nacional-conservador dividido en tres
partidos. El frente nacional no casa con la ley suarista. Eso es lo que
nos dice la macroencuesta del CIS.
El PSOE sería el partido más votado en 31 provincias, entre
ellas, todas las de Andalucía, las de la Comunidad Valenciana y las dos
de Extremadura. También sería el más votado en Baleares, las dos
provincias de Canarias, Asturias, Cantabria, La Rioja y Navarra. La
lista Pedro Sánchez también sería la primera en Madrid.
En lo que se refiere al reparto de escaños, el Partido
Socialista ganaría en 29 provincias y empataría en otras 13 con el
Partido Popular. La formación que dirige Pablo Casado sólo conseguiría
vencer en Salamanca, Ávila y Murcia. Esquerra Republicana ganaría en las
cuatro provincias catalanas, con posible empate con el PSC en la de
Barcelona. El Partido Nacionalista Vasco se impondría en Bizkaia i
Gipuzkoa.
La Empresa redactó la ley electoral en un momento de
notable fragmentación de la izquierda. El PSOE renacido competía con el
Partido Comunista de España, la principal organización de la resistencia
antifranquista, al que se le suponía un buen resultado en las grandes
ciudades, pronóstico que sólo se cumplió en Catalunya por obra del PSUC.
Fuertemente apoyados por la socialdemocracia alemana, Felipe González y
Alfonso Guerra también se jugaban los votos con el Partido Socialista
Popular de Enrique Tierno Galván y con algunas agrupaciones socialistas
regionales que no se habían querido integrar en el PSOE, como el
incisivo Partido Socialista Andaluz de Alejandro Rojas Marcos.
El trampolín suarista se balancea.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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