martes, 29 de enero de 2019

Exportadores valencianos detectan que cadenas europeas mezclan su fruta con la de Egipto

VALENCIA.- Exportadores valencianos de cítricos han detectado, en establecimientos de diversas cadenas europeas de supermercados, una práctica comercial irregular que debería cortarse, porque perjudica los intereses naranjeros españoles y constituye un fraude, según publica hoy Las Provincias.

Consiste dicha práctica en mezclar a granel naranjas de España con las de Egipto, haciendo pasar todo el conjunto como de procedencia egipcia y presentarlas así a la venta.
Esta mezcla tiene el claro objetivo de 'mejorar' la presencia y el aspecto general de la naranja que se expone ante el consumidor, para hacerle más agradable la oferta y conseguir que compre.
La naranja española presenta una apariencia más atractiva, garantiza mayor selección, un grado de coloración más intenso y además tiene mejor sabor (lo que se conoce como propiedades organolépticas), con un equilibrio agridulce más apropiado y en consonancia con las apetencias generalizadas.
Todas esas cualidades han permitido que nuestros cítricos hayan triunfado desde hace más de siglo y medio en Europa y que España mantenga el liderazgo mundial de exportación en fresco, pese a tantos factores en contra que se han ido sucediendo a lo largo de la historia (y continúan). 
El saber hacer, el amplio abanico varietal y las peculiares condiciones climatológicas de las zonas productoras, donde se alternan los contrastes de calor y frío, así como periodos secos y lluvias esporádicas, determinan, con mayor incidencia que en otras latitudes, que la oferta española luzca una calidad que todo el mundo reconoce, empezando por el sabor.
Entonces, ¿por qué no prevalece la venta de naranjas y mandarinas españolas de calidad y se produce esa práctica indebida de mezclarlas con las de Egipto? Evidentemente porque la cadena comercial de turno compra más baratas las de Egipto, donde se pueden producir más baratas porque sus costes no son los de España/Europa. 
Pero la cadena comercial también sabe que le conviene mejorar su oferta para que fluya mejor la venta, y de ahí que surja algo tan fácil como mezclarlas. Y tal cosa se ve facilitada con la extendida práctica de presentar la fruta en montones a granel, para que el consumidor escoja. 
De tal modo que seguro que entre las naranjas que se lleve será muy probable que como mínimo haya algunas españolas, y al comerlas se resarza de la menor satisfacción que le den las otras. Si cae en la cuenta, mala suerte; a la otra será diferente. Si hace zumo en casa, la mezcla mejora.  
¿Cómo se puede saber ante un montón a granel que hay naranjas de España? Si en el cartel de normalización comercial obligada, con indicación de variedad, categoría y procedencia, figura que son de España, no tiene por qué haber duda, si además se ve que la variedad corresponde por su aspecto a lo que se dice que es. 
Si, en cambio, el etiquetado corresponde a naranjas de Egipto (u otro país) y se ve entre el montón que, por ejemplo, hay naranjas de la variedad Navelina, que se distinguen por su color más intenso, casi rojo, mezcladas con otras de color pálido, y además lo que el comerciante ha enviado a esa cadena recientemente son Navelinas, pues está más que claro.
En definitiva, son actuaciones que constituyen fraude y que las normativas persiguen, aunque suele ser difícil probarlo. 
¿Por qué no lo denuncian formalmente los afectados donde corresponda? Pues porque dudan de que sirva para algo práctico y temen que de ello se derivara que no les hicieran más pedidos. Miedo comercial sin protección de oficio.
Los programas operativos frenan la retirada de cítricos
Muchas organizaciones de productores con problemas citrícolas no están acudiendo a beneficiarse de la operación de retirada de excedentes que puso en marcha el Ministerio de Agricultura.
Por esta razón, la materialización del plan para retirar del mercado 50.000 toneladas (30.000 de naranjas y 20.000 de mandarinas) va mucho más lento de lo esperado y es probable que cueste tiempo alcanzar las cifras previstas, si llegan a alcanzarse.
El motivo de esta situación, que puede resultar paradójica a ojos de muchos, se encuentra en la mecánica marcada para materializar dicha retirada y el modo en que se contabilizan las ayudas destinadas a tal fin, que suponen en principio un total de 12,5 millones de euros.
Cada kilo destinado a retirada se paga a 25 céntimos, pero incluyendo todos los costes de recolección, selección, envase, transporte... si se echan cuentas, no queda prácticamente nada para la fruta, y ha de ser fruta buena, como si fuera para vender, no de la que pueda estar estropeándose en el campo.
Sin embargo el hándicap más agudo está en el funcionamiento de los llamados 'programas operativos', que son los que preparan cada año, cada organizaciòn de productores, para realizar una serie de inversiones de mejora, como cambiar maquinaria de almacenes, hacer reconversiones varietales, instalar riego localizado, etc.
Ocurre que el dinero que una OP reciba por retirar cítricos en esta operación se le va a restar de la dotación total de ayudas previstas para el resto de actuaciones, y no están por la labor de reducir por un lado para salir en lo otro cuenta con paga. De ahí que lo anunciado salga con lentitud.

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