Cuando el pasado 7 de enero visité a Oriol Junqueras en
la prisión de Estremera, hace ahora prácticamente un año, de todas sus
confesiones hubo una que he recordado en estos doce meses en más de una
ocasión y que esta noche de Reyes regresa con la fuerza de la enorme
injusticia que se está produciendo.
“Ninguna de todas las noches en
prisión se parece a la soledad del día 5 de enero”.
El
político, el vicepresident del Govern destituido en aquel golpe de
estado con formato aparentemente constitucional, dejaba paso al padre y a
la persona que había vivido la noche de Reyes entre rejas.
No muy lejos
de Junqueras, en otro locutorio, estaba Quim Forn,
encarcelados ambos el mismo día, el 2 de noviembre del 2017. Ninguno de
los dos ha abandonado la cárcel desde aquella fecha y ya suman 429 días privados de libertad. Algunos menos que los Jordis, Sànchez y Cuixart, que suman 446 días en prisión.
Con los cuatro he podido conversar estos meses y comprobar como los
peores augurios de puesta en libertad se han ido cumpliendo en esta
prisión provisional tan injusta como desproporcionada.
Para ellos cuatro
será la segunda noche de Reyes sin poderse abrazar a sus familias, a
sus hijos. Muchos de ellos, aún en edad de soñar, esperando de una noche
mágica como esta que se haga realidad el que seguro que habría sido el
mejor regalo y que no es otro que tener a sus padres con ellos. ¡Cuánto
daño hicieron sin saberlo con aquel injusto 155 y la causa general
contra el independentismo!
Esta noche de Reyes la lista ha crecido y tampoco estarán con sus
familias Carme Forcadell, Jordi Turull, Josep Rull, Raül Romeva y Dolors
Bassa. La soledad de una noche especial de la que me hablaba Oriol
Junqueras.
Nosotros, que tenemos la libertad de la que ellos carecen, y
que incluso tienen los exiliados para protagonizar actos imponentes
como, por ejemplo, el del conseller de Cultura en el exilio, Lluís Puig,
abandonando su lugar de residencia en Bruselas para participar este
sábado en un acto del Consell de la República en Perpinyà, en la
Catalunya Nord, hemos de sentirnos muy próximos a su soledad para que
esta se haga lo más pequeña posible.
El 7 de enero del 2018, en Estremera, hubiera apostado lo que hubiera
sido a que un año después la situación procesal de los presos políticos
catalanes no sería la misma. Qué error creer que la justicia acabaría
imponiéndose.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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