Hoy mismo, congreso fundacional de la Crida per la República en el Centre de convencions internacionals de Barcelona.
De la Crida; no del Consell. A veces, para saber lo que son las cosas, es bueno empezar por saber lo que no son.
La Crida no es el Consell. Del Consell hablaremos mañana y otros días, porque anda necesitado de debate público.
Tampoco es un partido político. ElMón.cat así lo reconoce, pero
dice rendirse a la evidencia de está inscrito como partido y se
comporta como tal y no queda más remedio que llamarlo partido. Sí y no.
Para ahorrarnos discusiones, dígase otro ejemplo de partido fundado por
4.000 personas.
Es, sí, un movimiento ideado y alentado por Puigddemont que tira de su legitimidad como presidente in pectore de
la República, de general reconocimiento.
Tengo dicho que hay un eco del
episodio del general De Gaulle cuando, desde el exilio londinense
levantó bandera por la Francia libre, entonces ocupada por los alemanes
como France combattante. El lider que simboliza la lucha por la independencia en el exterior, simboliza el país; no un partido.
Se
dice que hay una carencia de especificaciones ideológicas en el
programa de la Crida. Claro. No es un partido político. No quiere
gobernar la República Catalana. Quiere materializarla. Luego, ya se verá
quién la gobierna y quién no. Es un movimiento con un solo objetivo:
conseguir la independencia y contar para ello con el máximo apoyo social
posible. Nada más y nada menos.
Se
dirá que son cantos de sirena y que, llegado el momento de haberse
constituido la República catalana, nadie podrá impedir que Puigdemont
presente su candidatura a la presidencia con la Crida como partido.
Es
posible, pero, por ahora, irrelevante. Conseguida la República, el
objeto social de la Crida desaparece. Pero la Crida no tiene por qué. De
ella será lo que sus miembros quieran y en el derecho de todos ellos
está que así sea. Como en el de Puigdemont de presentarse.
La
Crida es un movimiento por la independencia que solo quiere la
independencia, como condición necesaria para que todo el mundo pueda
después desarrollar en libertad sus proyectos personales, colectivos, de
asociaciones o de partidos. Incluidos quienes formamos parte de la
Crida.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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