miércoles, 16 de enero de 2019

¡Brindis por los idiotas! / Guillermo Herrera *

Para los sabios de la antigüedad un ‘idiota’ es simplemente un ser humano que busca ser él mismo. Los que viven en el engaño lo tachan de ‘loco’ o de ‘idiota’, pero era un ser sagrado en las civilizaciones antiguas y lo sigue siendo hoy en día en la India que es un museo vivo de costumbres ancestrales.

En la cultura actual la palabra ‘idiota’ se considera un insulto para definir a un tonto o corto de entendimiento, carente de toda instrucción o bien para designar a un engreído sin fundamento para ello. La idiotez, idiotismo o idiocia es, en términos médicos, equivalente al retraso mental profundo, una enfermedad mental que consiste en la ausencia casi total en una persona de facultades psíquicas o intelectuales.

SUFIS
Sin embargo, en el libro “La sabiduría de los idiotas”, del escritor persa Idriesh Shah, los “idiotas” son los Sufis, llamados así debido a que su sabiduría penetra a una profundidad que la transforma en inaccesible para el conocedor meramente académico o inteligente.

De este modo, los cuentos-ejercicios de los Sufis son herramientas preparadas para propósitos específicos. En este nivel, los movimientos de los personajes que forman parte de los cuentos retratan procesos psicológicos internos, transformándose el relato en un plan de trabajo, en un retrato perfecto de dichos procesos.

“La sabiduría de los idiotas” ha recibido muchos premios, incluyendo dos medallas de oro, una de ellas por ser “El Mejor Libro” como parte del Año Mundial del Libro patrocinado por la Unesco.

GURDJÍEFF
George Ivánovich Gurdjíeff, “el hombre más extraño del siglo XX” según el escritor Louis Pawels, tenía la costumbre de brindar por los ‘idiotas’ en sus reuniones sociales.

El periodista François Mauriac afirmó que Gurdjíeff había traído de oriente un método para matar el ego, para volver a ser uno mismo y para poseer la tierra. Y se preguntaba “¿qué personaje inventado no palidece al lado de él? ¿qué novela fantástica llegó jamás a la altura de su historia real?”

Gurdjíeff sostuvo que existen tres caminos principales para llegar a desarrollar los poderes latentes del ser humano: el camino del Faquir, el camino del Monje y el camino del Yogui, cada uno de los cuales requiere que el candidato abandone el mundo para poder hallar el sendero luminoso. 

Gurdjíeff asegura que todos los demás caminos artificiales que existen en Occidente no conducen a nada ni llevan a ninguna parte, a no ser porque existe un Cuarto Camino, “el camino del hombre astuto” que ofrece la oportunidad de un desarrollo interno en los aspectos físico, intelectual y emocional, en el mismo ambiente cotidiano en que uno vive.

LA CIENCIA DEL IDIOTISMO
Los “Brindis de los Idiotas” y la “Ciencia del Idiotismo” constituye quizá el método de enseñanza más extraño y novedoso de Gurdjieff. En las comidas rituales que ofrecía, se brindaba a la salud de categorías sucesivas de idiotas.

Gurdjieff introdujo sus Brindis a los idiotas en 1.922 y desde 1.940 puso cada vez más énfasis en ellos. Si bien no despojó al término de su sentido peyorativo, lo revistió con el significado de individualidad (de la raíz griega ‘idio’: “personal, singular, propio”).

DIÓGENES
Quizás el primer ‘idiota’ famoso de la historia fue Diógenes de Sínope, un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Este “Sócrates delirante”, como lo llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos, envuelto únicamente en su manto, y tenía por vivienda una tinaja.

Apareció en pleno día por las calles de Atenas, con un candil de aceite en la mano, diciendo: “Busco un hombre, busco un hombre honrado que ni con el candil encendido puedo encontrarlo”. La gente lo seguía y él continuaba vociferando lo mismo, sin encontrarlo aún a plena luz del día y con el candil encendido. 

Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que solo tropezaba con escombros, ya que pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra. Sin embargo, Diógenes, jamás encontró a ese hombre auténtico cuyo concepto de la riqueza estuviera muy por encima del dinero. 



(*) Periodista

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