Pesan en el ánimo los/las presas
políticas y los exiliados.Estas fiestas son avasalladoras. Celebran dos
tránsitos naturales a los que a veces se ha rendido culto, el solsticio
de invierno y el año nuevo. Todos los dioses solares tienen un ciclo.
Jesucristo es un típico dios solar: nace y muere puntualmente todos los
años.
El año nuevo es un trocito de la palingenesia universal. Se
formulan los propósitos de una nueva vida. Son fiestas que se pasan en
familia, recogidas las gentes y desbordando alegría. A veces empañada
por la tristeza. La de que haya personas buenas en la cárcel por
defender democrática y pacíficamente sus ideas. No se trata de amargar
la alegría ajena sino de señalar que la injusticia de que haya
presos/presas y exiliados políticos no puede ocultarse detrás de la
alegría y el contento.
Y la prueba es que ha habido vigilias de noche
vieja ante las cárceles de Lledoners, Mas d'Enric y Puig de les Basses.
Una muestra más de que el unionismo debiera cambiar radicalmente de
actitud. De entrada, dejar de hablar de políticos presos y reconocer que
se trata de presos políticos. ¿O hay vigilias para apoyar y pedir la
libertad de Zaplana o Rato?
Por
eso aparecen las personas encarceladas por sus ideas en el discurso de
Torra. Son elemento esencial en un proyecto de emancipación catalana a
la que está llamada la ciudadanía en su conjunto en pro de la República
independiente. Escuchando a Torra se preguntaba uno si Deulofeu no erró
en sus cálculos por exceso y postpuso hasta 2029 lo que había de suceder
en 2019.
Hay
una reacción franquista palpable. La derecha se ha fracturado en tres,
pero las tres tienen un mismo fundamento reaccionario y, tratándose de
Catalunya -que es de lo que se trata- se funden en un frente nacional
que, en su propuesta más liviana, exige la aplicación de un 155 perpetuo
y en la más gravosa, la abolición de las Comunidades Autónomas. En esta
petición tienen mucho eco social por cuanto ha calado la crítica a las
CCAA como mecanismos (adicionales) de corrupción y despilfarro.
Es
uno de los puntos en que se echa de ver la diferencia entre España y
Catalunya. Aquí, una propuesta de abolición de la autonomía y vuelta al
centralismo tendría un apoyo ridículamente bajo. Al contrario, el apoyo
social mayoritario es a la independencia. La diferencia entre España y
Catalunya es abismal y no se arreglará por mucho que los españoles
insistan en que los catalanes deben cumplir una ley que no reconocen
como suya por mayoría.
El
año catalán, anunciado por Torra, quiere ser republicano, de una
República de hecho que la otra parte no reconoce, pero mantiene viva la
realidad de un poder dual también de hecho. Por supuesto, se trata de
una situación abierta a todo tipo de equívocos y falsas suposiciones.
El
Estado continúa ostentando el monopolio de la violencia, pero en
Catalunya hay en realidad dos poderes que, además, no colaboran. Prueba
al canto: el desbarajuste dentro de los Mossos a raíz del 21-D. Esta
dualidad se reproduce en el exterior. España habla con una voz y
Catalunya con otra a través del Consell per la República.
La
pregunta es si la República existe o, como dice un policía a un
manifestante en la calle: "¡Tu república no existe, idiota!" Aparte del
hecho de que haya una República digital en marcha a través del Consell,
la cuestión es si tiene existencia material. Desde el punto de vista
independentista, sí, aunque en condiciones precarias por la hostilidad
que encuentra en España.
Para
el unionismo, en el gobierno o en la oposición, la República catalana
es una quimera y en Catalunya no hay República alguna. Sin embargo tiene
que ver que tampoco hay monarquía alguna. Que el Parlament ha
pedido formalmente su supresión y el Rey es persona non grata en
multitud de municipios. En realidad, Catalunya vivirá una situación de
interregno con la jefatura del Estado en suspenso, mientras no se acepte
la voluntad mayoritaria de los catalanes.
Y eso debiera pasar en 2019.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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