jueves, 6 de diciembre de 2018

No tengo a quién votar / Guillermo Herrera *

(Este artículo se me ocurrió antes de las elecciones regionales de Andalucía, pero no lo he publicado antes por respeto a la jornada de reflexión, y para no influir en el voto de nadie, porque respeto mucho a la democracia. Hablo siempre desde mi independencia política más absoluta)

Es triste decirlo, pero no tengo a quién votar, porque no me fío de ninguno de los cinco grandes partidos políticos que han obtenido escaños en el Parlamento de Andalucía. Tengo una mezcla de socialismo y de patriotismo, que es imposible de encontrar en ningún partido, porque cada uno me ofrece un trozo de lo que busco pero ninguno el lote completo.

Es verdad que la izquierda tiene más sensibilidad social que la derecha, pero no defiende con firmeza la integridad territorial de mi patria, tiene la habilidad de arruinar la economía cada vez que llegan al poder, y nos meten de contrabando una serie de doctrinas extrañas, financiadas por el nuevo orden mundial de George Soros, como el materialismo evolucionista, la ideología de género, el nacionalismo secesionista, o la invasión de inmigrantes descontrolada.

Tampoco me fío de la derecha tradicional porque defiende descaradamente los intereses de los poderosos, de los grandes bancos y corporaciones, por encima del pueblo humilde al que dicen servir, ya que rescata a los bancos y no rescata a las familias. La izquierda hace lo mismo, pero con más disimulo e hipocresía. Pesimista soy, porque soy realista.

El problema de la derecha ha sido siempre la carencia de conciencia social, salvo excepciones, y su rechazo a los valores socialdemócratas. Es justo el principio universal de la cultura del mérito o la meritocracia, y que cada persona gane su dinero según su esfuerzo, pero no se puede abandonar a su suerte a los desheredados de la fortuna y decirles que se apañen como puedan, que se busquen la vida y que se salve el que pueda.

Echo de menos un Partido del Sentido Común que sólo defienda los intereses de las personas y de los animales, que también son personas, y de nadie más. Que considere el derecho a la felicidad de todos por encima del derecho de unos pocos privilegiados, que defienda a su patria y no se venda a intereses extranjeros, que estén a las órdenes del pueblo, y no a las órdenes de los magnates.


FALTA DE PRINCIPIOS
Quizás piensen que soy un soñador”, como dijo Bob Dylan, pero creo que estoy hablando del futuro de la humanidad, si no se tuerce. El problema fundamental es que tanto la derecha como la izquierda han perdido los principios éticos y morales de nuestros antepasados, como el honor, la lealtad, el respeto, el valor de la palabra dada, etc. y por lo tanto traicionan a sus electores con facilidad. Cuando un político no tiene principios, me da exactamente igual que sea de izquierdas o de derechas, porque no es de fiar, y sé que no va a cumplir sus promesas.No me gusta el dicho de Groucho Marx:“tengo estos principios, pero si no le gustan puedo cambiarlos”.

Dijo un predicador que en el Cielo no hay democracia, porque manda Dios”. Lo más parecido a esta afirmación sería el ideal platónico del sabio al poder, o la tradición ancestral de la humanidad de vivir en comunidades autogestionadas y gobernadas por un consejo de ancianos sabios e iluminados que casi nunca se equivoca.

Encuentro un poco más de autenticidad en los nuevos partidos políticos que en las formaciones anquilosadas, pero ya tendrán tiempo de malearse como todos porque el poder es muy tentador. En su día me enamoró el movimiento espontáneo del 15-M, pero fue utilizado por los partidos políticos para engañar a la gente, y ya no queda nada de la autenticidad original.

La izquierda ha sido siempre internacionalista, y por eso no entiendo por qué apoya ahora un separatismo que no tiene nada que ver con su tradición unitaria. Esto es como mezclar las churras con las merinas, o el tocino con la velocidad.


DESTRUCCIÓN DE LA FAMILIA
El lema de los malos es “divide y vencerás”. Por eso el nuevo orden mundial divide a los países para volverlos más débiles, dóciles y manipulables, como ya hicieron con Yugoslavia, y destruye a las familias. Los ‘progres’ de los años setenta decíamos que “la institución familiar es fuente de ideologías autoritarias y de estructuras conservadoras”, y había algo de verdad en esta afirmación, sobre todo en el modelo más rígido de familia franquista, pero luego me he dado cuenta de que la familia es el último refugio que le queda al individuo ante la insolvencia económica provocada por una crisis artificial impuesta por las élites.

La crisis económica está perfectamente planificada para cargarse a la clase media y evitar que las familias tengan hijos por falta de recursos, lo que obliga a la importación de inmigrantes. Al final quieren que todos seamos de clases bajas, incultas e iletradas para que nos volvamos más ignorantes y manipulables.

Existe un plan mundial, perfectamente planificado, para destruir a la familia a través de la idelogía de género, para destruir a los estados a través del nacionalismo secesionista, y para destruir toda conexión del ser humano con lo trascendente a través del materialismo evolucionista. Sin embargo el pueblo español tiene unas raíces culturales milenarias que no son tan fáciles de destruir, por suerte para nosotros.


BOMBA DE RELOJERÍA
Además la inmigración descontrolada es una bomba de relojería que estallará con el tiempo, en forma de conflictos étnicos, como ya está ocurriendo en otros países europeos, cuyo problema estamos legando a nuestros descendientes de forma irresponsable, al igual que la deuda pública del Estado. 

Actualmente, el país más generoso del mundo con la inmigración es Canadá, pero selecciona a sus inmigrantes a través de un concurso de méritos profesionales y los importa según las necesidades de su mercado laboral, pero no es un coladero descontrolado como ocurre en Europa, donde puede entrar “lo mejor de cada familia” incluidos los islamistas.

Está bien si el inmigrante se gana la vida con el sudor de su frente, pero está mal cuando se cuelga o se refugia en la flojera de las ayudas públicas, en perjuicio del sistema de protección social de los españoles. Está bien ser caritativo, pero lo primero que hay que hacer es cuidar de la propia familia española, porque hay españoles que están durmiendo en la calle por falta de recursos, y luego hacer caridad con los de fuera con lo que sobre del presupuesto.

Además es más fácil integrar a los inmigrantes hispanoamericanos que hablan nuestro mismo idioma, comparten la misma cultura cristiana, y hasta los mismos genes de nuestros antepasados, que a los inmigrantes de una cultura islamista que siempre ha sido antagónica de la cristiana, y nunca se sabe si se puede colar algún yihadista.

Está bien ayudar a los países africanos a desarrollarse, pero hay que hacerlo en el origen del problema para evitar que emigren. Nadie es feliz fuera de su propia tierra, porque el ser humano tiene un fuerte arraigo cultural, y necesita vivir en sus propias raíces para realizarse.

El que no se da cuenta de estas evidencias contra la programación impuesta por el poder mundial oscuro, se ha convertido en una marioneta de los poderosos, sin ser consciente de ello. Mi misión no es insultarlos, sino tratar de despertarlos. Levántense y reivindiquen sus derechos como han hecho con éxito nuestros hermanos franceses.





(*) Periodista

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