viernes, 14 de diciembre de 2018

Normalidad / Ramón Cotarelo *

La última vez que el ministro del Interior desplazó fuerza de la Policía Nacional y la Guardia Civil, fueron diez mil agentes a reprimir una votación. Esta resultó ser una rebelión, según han deducido águilas judiciales, apoyada ladinamente en la violencia que aquellos 10.000 se vieron obligados a emplear muy a su pesar. 
 
Por su hazaña son hoy más conocidos que los  de la Anábasis de Jenofonte, como los piolines,. El feliz nombre ha dado origen a una categoría de las fuerzas de seguridad. Piolín: dícese del agente de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado destinado transitoriamente en Barcelona y acuartelado en algún imaginativo lugar a la espera de la voz de mando, "¡A por ellos!".

Este contingente tiene mil efectivos menos y, aun así, es desmesurado para su función principal, proteger el Consejo de ministros, excepcionalmente reunido en Barcelona contra todo buen consejo y con un evidente ánimo de provocación. Resulta ridículo que sean necesarios 9.000 policías para proteger el Consejo de ministros en su propio país. 
 
En una época en que no hay dinero, dicen, para las escuelas, esto es un despilfarro insultante. Tanto más si se hace con un ánimo testicularmente hispánico respetuoso con la diversidad lingüística del país: "el consejo se celebra en Barcelona por collons". 

Tan absurda es la decisión y el overkilling del gobierno que se trasmite la sospecha de que los 9.000 no van solo a proteger a los gobernantes sino a enfrentarse a los anunciados manifestantes de toda laya y condición que se han dado cita también en Barcelona el 21 con los más diversos propósitos. 

En principio es esencial que nadie olvide que todos los actos, protestas, manifestaciones serán pacíficos y que actuar, protestar y manifestarse son derechos de los ciudadanos/as. Es de esperar que no haya intervenciones de la fuerza pública y, si las hay, solo por episodios de violencia y es de esperar también que no sea ella la que los inicie.

Negros augurios para el día 21, convertido en duelo singular gracias a la ligereza de un gobierno de sietemachos. A lo largo de estos días, aparte de las declaraciones incendiarias, habrá tiempo de estudiar la incompetencia de haber puesto fecha a la ruptura de hostilidades en un territorio que no se puede controlar. 
 
El 21, el grueso de la acción se concentrará en Barcelona, pero es muy probable que haya movilizaciones y actos por toda Catalunya. 

Un Estado que necesita 9.000 policías para proteger a su gobierno no puede decir que viva en condiciones de normalidad bajo ningún concepto.

Después de siete meses, ya podía haberse dado cuenta. 
 


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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