La foto del rey Juan Carlos con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, saludándose sonrientes en el Gran Premio de Fórmula Uno de Abu Dhabi, es un nuevo tropiezo, y no menor, de la monarquía española. 

Salman ha sido señalado por toda la comunidad internacional como el responsable del asesinato del periodista saudí Yamal Khashoggi el pasado mes de octubre en el consulado de su país en Estambul. 

Las diferentes versiones que ha ofrecido el príncipe heredero no han hecho sino corroborar su papel en el asesinato del periodista a medida que iban pasando las semanas. Lo mismo ha sucedido con los informes de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos que no han dudado en señalar a Salman.

Como ya sucediera con la foto del elefante con la princesa Corinna, hay imágenes que señalan mucho más que las palabras. Aquella imagen matando paquidermos en Botsuana, que se publicó en 2012 y había sido hecha en 2006, ponía de manifiesto como el entonces monarca mantenía una relación estable con la princesa Corinna. 

El hecho de que se produjera un accidente y se rompiera la cadera hizo que tuviera que regresar precipitadamente a España y se descubriera toda la situación. Aquella imagen, con todo, afectaba a su vida privada, esta con Salman afecta a su vida pública y a la imagen de España al seguir representando al país allí donde va y formar parte de la familia real que ya ha sido reducida al mínimo tras el caso Nóos y la sentencia a Iñaki Urdangarin y a Cristina de Borbón. Tampoco forma parte la infanta Elena.

El rey emérito tiene, por tanto, una responsabilidad de la que ha hecho dejación con esta visita arrastrando la imagen de España. Las razones económicas no lo justifican todo y menos fotos tan calamitosas como esta que son un auténtico escándalo democrático. 

Las relaciones entre las dos familias reales, que ya han dado múltiples disgustos en el pasado y han servido para toda clase de rumores, no pueden servir para blanquear la imagen de Salman. 

Moncloa y Zarzuela harían bien en no dejar pasar el incidente como si fuera una cosa menor, aún sabiendo que, en estos momentos, los problemas de los dos palacios tienen mucho más que ver con Villarejo y con su inagotable fonoteca.

La terrorífica foto del rey emérito con el príncipe heredero de la Arabia Saudí en Abu Dhabi, en un ambiente distendido y ajeno los sucesos que señalan a Mohamed bin Salmán como responsable del asesinato del periodista saudí Yamal Khashoggi, en la embajada de su país en Estambul, es una página negra para la monarquía española. 

Si la foto no era evitable, Juan Carlos I no debería haber cometido la torpeza de viajar a Abu Dhabi. En estos momentos, no es un honor haber sido la primera personalidad occidental de relieve que se deja fotografiar con tan espantoso personaje y traslada del rey emérito una actitud de gran pasotismo por lo que pueda suceder. Algo que, por otro lado, tampoco es nuevo en los últimos tiempos.

La Zarzuela, de nuevo en el ojo del huracán, ha intentado disculparle y rebajar la polémica aún a sabiendas del daño que la imagen le hace y que quedará como una señal de fin de etapa. 

Podemos le ha atacado con dureza, igual que los partidos independentistas; Ciudadanos también ha estado crítico y el PSOE, incómodo, ha pedido suavemente explicaciones. El PP ha callado. 

Demasiado ruido para una institución que no está en su mejor situación y en unos momentos en que se intenta desesperadamente incorporar a Juan Carlos I a los actos del 40º aniversario de la Constitución, que se pretende celebrar en Madrid este año por todo lo alto. 

Mientras, el Parlament de Catalunya ha dado el primer paso para crear una comisión de investigación sobre la monarquía borbónica con el apoyo de cuatro fuerzas políticas de la Cámara catalana, Junts per Catalunya, promotor de la iniciativa, ERC, los comunes y la CUP que representan a 78 diputados del total de 135.

O sea, el 58% de los escaños. 

Los letrados de la Cámara no han visto objeciones a su creación aunque mucho me temo que la comisión será detenida en algún otro estadio, bien sea político o judicial. Si no, al tiempo.

La combinación de las dos noticias en un lapso tan pequeño de tiempo no hace sino poner de relieve la enorme distancia entre monarquía y ciudadanía. La institución alejada de su necesaria y obligada prudencia y neutralidad, algo cada vez más evidente y que ha tenido episodios como el del pasado 3 de octubre que le ha costado una ruptura total con la sociedad catalana. 

Pero también el hecho de llevar iniciativas al Parlament del todo impensables hace muy poco tiempo. El alejamiento cada vez es mayor.


Pedro Sánchez pasa del Govern
 
El gobierno español no se reunirá con el catalán al finalizar el Consejo de Ministros que se celebrará en Barcelona el próximo 21 de diciembre. La iniciativa del president Quim Torra queda, pues, en papel mojado y se pone de relieve lo que todo el mundo sospechaba: la reunión del gobierno español en Barcelona es meramente propagandística y hay que separarla de cualquier intento de Pedro Sánchez de mejorar las relaciones con Catalunya. 

De hecho, la Moncloa manda dos mensajes: podemos venir a Catalunya a reunirnos todas las veces que queramos y no tenemos ninguna obligación de reunirnos con las autoridades catalanas.

Si polémica fue la elección de la fecha, el 21 de diciembre, el día de las últimas elecciones catalanas, que se celebraron en unas condiciones de inferioridad para el independentismo después de que Mariano Rajoy hubiera disuelto el Govern e incautado las instituciones catalanas, no deja de ser más extraña esta actitud de Sánchez. 

¿Qué sentido tiene celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona si en la agenda no hay enfocar con el Govern el problema más grave que hay para la política española y que no es otro que el de la situación política en Catalunya, el único lugar de la Unión Europea en que existen presos políticos y una demanda mayoritaria de celebrar un referéndum de autodeterminación?

Este fin de semana hemos sabido que el gobierno español ha decidido invertir 5.000 millones en la red de tren de las cercanías de Madrid después de una entrevista del presidente de la comunidad madrileña con Pedro Sánchez. 

Una lluvia de millones que la experiencia de promesas anteriores permite pensar que sí se acabará ejecutando y que no tendrá nada que ver con aquella del 2017 de Mariano Rajoy cifrada en 4.000 millones y que solo se han invertido unas decenas de millones. 

Al presidente de la comunidad madrileña, del Partido Popular, nadie le ha pedido que vote los presupuestos generales del Estado, como hizo el ministro Ábalos al día siguiente de la trágica muerte en Vacarisses tras un accidente de Rodalies.  

Siempre es más fácil hacer discursos que encontrar soluciones. Y, en el tema catalán, Pedro Sánchez es un gran experto.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia