Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Canviar l'independentisme, versa sobre este lamentabilísimo episodio de la izquierda española
chantajeando al independentismo para que le firme sus presupuestos
olvidándose de los presos/as políticas y las exiliadas/exiliados. Para
medir la categoría intelectual y moral de esta izquierda basta
considerar dos datos:
1º)
para Sánchez y el PSOE es incomprensible que los indepes rechacen los
presupuestos y dos mil doscientos millones de pavos por unos presos
políticos que, además, no existen porque son políticos presos que, según
la vicepresidenta del gobierno, están en la cárcel por haber cometido
delitos;
2º
para Iglesias y Podemos es lamentable, es una vergüenza, es ignominioso
que haya presos políticos en España (han tardado un año en expresarse
en estos términos) pero ello no puede ser óbice para aceptar unos
presupuestos sociales que van a beneficiar a los sectores menos
favorecidos, para privarlos de dos mil doscientos millones de euros.
¿Es de izquierda poner precio a la dignidad de las personas?
Aquí el texto en castellano:
Objetivo: romper el independentismo
El
Tribunal de cuentas, ese órgano aun más desprestigiado que el Tribunal
Supremo (que ya es decir), ha impuesto unas penas confiscatorias a Mas,
Rigau, Ortega, Homs y otros. Un tribunal compuesto por paniaguados de un
régimen corrupto, nombrados por el partido que más ha robado en la
historia de este país osa pedir cuentas a unas personas honradas por
cumplir un mandato democrático.Una magistrada que fue ministra de Aznar
en cuyo gobierno, entre otras joyas, había un vicepresidente que hoy
está en la cárcelo por ladrón, fiscaliza el comportamiento de personas
que probablemente son mucho más intachables que ella.
Lo
que esta inicua persecución política demuestra es que, como siempre, el
Estado español está en guerra contra Catalunya. Guerra de exterminio
con la que pretende terminar con el independentismo. Guerra del Estado.
Para lo cual utiliza todos los recursos, legales e ilegales. Y, por
supuesto, la ayuda impagable que le prestan sus gentes en Catalunya, los
sucursalistas y los quintacolumnistas; los que ya se han entregado y
los que sueñan con entregarse.
Y
este recrudemiento de la guerra anticatalana tiene lugar con un
gobierno que venía a dialogar, a arrinconar la política meramente
represiva del PP, para sustituirla por otra de negociación. Pura
propaganda. Su intención es tan persecutoria y autoritaria como la de la
derecha. Lo que el gobierno del PSOE llama “normalidad” es una
situación en la que la Generalitat no desborda el marco legal
autonómico, se olvida de los presos y exiliadas políticos y presta su
aprobación a las cuentas del Estado que los dos partidos de la sedicente
izquierda española necesitan para poder seguir gobernando.
A
fin de conseguir su objetivo de doblar el brazo al independentismo y
obligarlo a firmar los PGE, el gobierno no tiene inconveniente en
recurrir a su socio de la “verdadera” izquierda, Podemos, por si
consigue engañar a los dirigentes de ERC o de JxCat. Lo intentó -y sigue
intentándolo- haciendo un llamamiento hipócrita a la sensibilidad de la
izquierda respecto a la condición de las clases subalternas y sus
mejoras materiales.
¿Acaso estas mejoras materiales (por lo demás muy
problemáticas) no merecen el apoyo sin reservas de quien dice ser de
izquierdas? ¿No deben prevalecer sobre cuestiones “nacionales” e
identitarias? Hasta cuantifican el chantaje: Catalunya perderá 2.200
millones de euros si no aprueba los PGE.
Sin
embargo, sea cual sea la intensidad de la ofensiva de la izquierda
española, esos presupuestos no se pueden aprobar. Por un asunto de
principios y de ddignidad. La lucha por la libertad de los presos
políticos no tiene precio y señalar uno debiera ser motivo suficiente
para declarar a Iglesias persona tan poco grata en Cataluña como el rey.
En el fondo, estos presupuestos tratan de fortalecer la monarquía al
dar estabilidad y posibilidades a los del “¡a por ellos!”, que
constituyen la guardia real.
Por
eso el “no” es nuestra fuerza, porque descansa en una actitud de
principios y solidaridad con unos dirigentes injustamente encarcelados
hace más de un año. Pero, sobre todo, porque corona la unidad de la
acción, que es el recurso más importante del independentismo. De ahí que
el nacionalismo español quiera romperla a toda costa, desde el ABC
hasta los de Podemos, pasando por Ada Colau.
Pero
no lo conseguirá. El mvimiento ya ha pasado el momento en que un
chantaje tan penoso como este podía hacerle alguna mella. Todos los
intervinientes han superado un punto de no retorno, sin camino de
vuelta: las personas embargadas han perdido su patrimonio; las
encarceladas unos años de su vida que nadie les devolverá; las
exiliadas, convivencia familiar y oportunidades vitales.
Es un todos a
una de la gente y de la tierra. Eso es lo que los estrategas españoles
de los PGE, especialmente los que dicen que son de izquierdas, no
entenderán jamás porque ellos no hacen política sino que la política, la
mala política, los hace a ellos.
Es nuestra negación la que amenaza sus privilegios. Nuestra fuerza es la amenaza y la amenaza tiene fuerza si se cumple.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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