La pretendida falta de unidad entre los independentistas sobre el
ultimátum de Torra al Gobierno de Sánchez, con la que ayer se consolaban
en La Moncloa, es solo un espejismo que no conducirá a ninguna parte.
Donde de verdad falta la unidad es entre los partidos constitucionales,
PP, PSOE y Cs, porque el Presidente Sánchez antepone su permanencia en
el poder hasta 2020 al interés general de España.
Sánchez se niega a convocar elecciones como debiera mientras Torra le
invita, bajo amenaza de ruptura a reunirse con él en Barcelona para
hablar de la autodeterminación, y todo ello mientras en Cataluña
continúan los enfrentamientos callejeros entre los Mossos y los CDR.
Y al fondo de todo ello hay que considerar que Carles Puigdemont y
Pablo Iglesias están consiguiendo lo que ambos habían pactado en
vísperas de la moción de censura contra Mariano Rajoy: echar a Rajoy y
al PP del poder; y luego echar a Sánchez y al PSOE del poder. Creando
con todo ello una crisis de estabilidad en el seno del Gobierno de
España lo que en opinión de Puigdemont e Iglesias va a favorecer sus
posiciones contrarias a España, la Democracia, la UE y la Constitución
de 1978.
La que va a celebrar en diciembre su 40 aniversario en medio de una
grave crisis institucional en la que sobresale la ruptura de la unidad
de los tres partidos constitucionales, PP, PSOE y CS, por el lamentable
empeño de Pedro Sánchez de anteponer su ambición personal y permanencia
en el poder hasta 2020 a la unidad de los demócratas frente al golpe de
Estado catalán que sigue vigente.
Y que en las últimas horas ha recuperado los signos de identidad de
la declaración de independencia del 27-O al: jalear Quim Torra desde la
presidencia de la Generalitat la violencia de los CDR; desobedecer la
Mesa del Parlament y los diputados que la secundan el auto del juez
Llarena que obliga a la suspensión de los diputados procesados por el
golpe de Estado; y al regresar la violencia independentista a las calles
de Cataluña con asalto a las instituciones y la intimidación a la
ciudadanía, lo que vulnera el orden constitucional.
El fuego y el agua no se pueden mezclar como tampoco es posible el
diálogo político, democrático y en la legalidad entre el Gobierno de
España de Pedro Sánchez y el gobierno independentista catalán que
preside Quim Torra, como ahora lo reconoce Felipe González y lo sabía
todo el mundo, Sánchez ahí incluido.
Pero el presidente socialista necesitaba simular un diálogo para ‘la
normalización política en Cataluña’ para lograr: en primer lugar el
triunfo de la moción de censura contra Mariano Rajoy; y luego su
permanencia en el Gobierno hasta 2020 con un pretendido programa social a
financiar con los Presupuestos de 2019 que Podemos, PNV, ERC y PDeCAT
tienen que apoyar.
Lo que no será posible si Torra mantiene su ultimátum. Pero eso no va
a impedir que Pedro Sánchez continúe en La Moncloa sin adelantar las
elecciones porque llegado el caso renovará los Presupuestos de 2018 de
Rajoy.
Y ello pesar de los problemas internos de su gobierno -con dos
ministros cesados y dos por cesar-, del empeoramiento de la situación
económica y de sus contradicciones sobre las pensiones y otros gastos
sociales que no podrá llevar a cabo si no logra unos Presupuestos para
2019 y que con las cuentas públicas de 2018 solo cumplirá si España
rompe sus compromisos de déficit con la UE y entra por la senda de la
recesión.
De manera que pase lo que pase con Torra y la ruptura anunciada de su
diálogo con Madrid el golpe de Estado catalán latente continuará y
Sánchez no dejará Moncloa arriesgando su presidencia con un adelanto
electoral.
(*) Periodista y editor de www.republica.com
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