MADRID.- En Europa, parece bastante claro que los países de la cuenca
mediterránea nos llevaremos la peor parte en los efectos del cambio
climático, sobre todo en lo que respecta a nuestro recurso más valioso y
escaso: el agua. Deberíamos prepararnos para lo que viene, asumiendo
una situación en la que el agua será cada vez más escasa, pero en España
hemos decidido ir a contracorriente, según Rafael Seiz, del Programa de Aguas y Agricultura de WWF España.
Estos dos mapas adjuntos, presentados en diciembre por el Joint Research
Centre de la Comisión Europea en una conferencia sobre el futuro de la
Política Agraria Común, son una muestra cruda y obvia de que estamos
hipotecando nuestro futuro.
El sur y este de España destaca como una señal de emergencia en el mapa de la evolución del índice de explotación del agua,
un indicador que estima cuánta agua se usa en relación a lo que hay
disponible. En ninguna región de Europa están usando de forma menos
inteligente sus recursos hídricos.
Si ya estamos sobreexplotando el agua, resulta evidente que será
imposible adaptarnos a los efectos del cambio climático.
En el segundo
mapa, con un escenario de incremento de la temperatura de 2 grados, la situación es muy grave para la cuenca mediterránea y prácticamente para todas las zonas de nuestro país.
Ante una situación de escasez creciente, nuestro mayor seguro son ríos, humedales y acuíferos en buen estado.
Para conseguirlo no sirven sólo soluciones tecnológicas. Además de
hacer un uso más racional y eficiente de los recursos hídricos, sólo
queda una solución: reducir la demanda de agua.
En España en torno al
80% del agua se destina a la agricultura, y seguir apostando por el
aumento del regadío sin tener en cuenta otras opciones (solo en la
cuenca del Ebro se pretende aumentar la superficie regada en casi medio
millón de hectáreas) es un suicidio hídrico.
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