No me veo
capaz de dilucidar nada acerca de una tesis doctoral: jamás elaboré una.
Tengo entendido que es imprescindible para ser Doctor, y que su
realización supone el trabajo de unos pocos de meses, cuando no años. No
tengo máster alguno ni soy doctor en nada, cosa de la que no estoy
especialmente satisfecho pero que resume mi vida académica a la
perfección: con haber aprobado todas las asignaturas de una carrera que,
además, no he ejercido ni iba a ejercer jamás, tuve bastante.
Con mi
esquelético currículum académico difícilmente podría presumir de nada ni
competir con aquellos que hacen de la exhibición de títulos toda una
declaración de intenciones; ni siquiera con los que consideran que el
estudio formal de determinadas disciplinas facultan especialmente para
el desempeño de labores relacionadas con la gestión pública y la
administración general de cuestiones comunes. Es decir, solo valgo para
administrar lo mío y eso a duras penas.
Es cierto
que todos conocemos a cerebrinos que acumulan títulos en las paredes y
que no valen ni para hinchar globos, al igual que proliferan individuos
con menos instrucción pero con un gran sentido común que les hace
magníficos gestores; bueno es que concluyamos que toda formación no solo
no es baladí sino que es aconsejable y deseable, incluidos másters y
doctorados, algunos meramente decorativos, otros esencialmente
instructivos o indicadores fieles del nivel académico alcanzado.
La
tentación del redondeo de unos estudios universitarios mediante la orla
añadida de un máster no es cualquier cosa (antes de Bolonia,
entiéndase), al igual que coronar el final de una carrera mediante el
soberano titulo de Doctor: si a mi me garantizasen su consecución
mediante algún atajo me lo pensaría... siempre y cuando no fuera a
dedicarme a la función pública.
Hoy en día pretender ser concejal de
pueblo sin poder garantizar la pureza de una ejecutoria es un suicidio.
Bueno, tal vez concejal de pueblo no, pero concejal que aspira a ser
consejero de gobierno autonómico, por ejemplo, sí. O de entrada uno
exhibe ausencia de méritos académicos (lo cual no quiere decir nada en
sí mismo ya que muchos legos son excelentes gestores), o puede
certificar que no copió ni siquiera en el exámenes de latín de Cuarto de
Bachillerato (como hice yo con el Hic Haec Hoc, pronombres
demostrativos que no se me olvidan y que me invalidan para ser alcalde
de mi pueblo ).
El listón de la excelencia se ha puesto muy
alto... y lo ha puesto la izquierda. No me parece mal en principio, pero
la exigencia de ejemplaridad somete a todos a una tensión que, en
principio, desaconseja a muchos someterse a la permanente inquisición de
los Savonarolas exagerados de turno.
En función de esa misma exigencia,
hoy pasa apuros el presidente del gobierno de España, que en sede
parlamentaria citó textualmente al ministro alemán de Defensa, el cual
hubo de dimitir por haber plagiado un 20% de su tesis doctoral. Sánchez
aseguró que eso era lo imprescindible que se podía exigir a alguien que
se viera en ese caso.
Hoy, después de la exclusiva publicada por ABC
ayer, Sánchez tiene un problema: va a tener que retorcer mucho la realidad para justificar que su tesis se parecía a otros textos publicados
solo por mera coincidencia intelectual. A quien esto suscribe le
importa relativamente poco que la Tesis doctoral de quien preside su
gobierno fuera un mero trámite administrativo para conseguir un título
determinado siempre que sepa gobernar bien mis intereses (tengo por
cierto que muchas Tesis adolecen de problemas parecidos), pero el mismo
que dice lo anterior añade que quien marca listones de ejemplaridad debe
ser el primero en cumplirlos.
Y ese es el gran problema que tiene
Sánchez. No yo, que ni soy Doctor ni Dios lo permita.
(*) Médico y locutor de radio en la COPE
https://www.abc.es/opinion/abci-problema-sanchez-201809140247_noticia_amp.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario