viernes, 14 de septiembre de 2018

De despropósito en despropósito, a toda velocidad / Fernando G. Urbaneja *

La escalada revisionista de títulos y trabajos de políticos relevantes abre el canal malas prácticas universitarias y políticas que tienen que ver con la calidad, con la seriedad, con la respetabilidad… inquieta la velocidad de los procesos, la inmediatez de juicios y conclusiones, y la emoción desbordada para derribar personajes.

Lo de Cristina Cifuentes fue un despropósito continuado: sus estudios eran una filfa desde el minuto uno, pero lo peor fueron las explicaciones, que la llevaron a incurrir en mentiras flagrantes y a comportamientos extravagantes. Acabó muy mal, aunque sirvió para destapar la sentina del instituto montado en la Universidad Rey Juan Carlos por un catedrático nada escrupuloso. 

Quizá lo peor del caso es que meses después no se ha notado propósito de enmienda. Es cierto que el Instituto está clausurado, y que hay una investigación judicial en marcha que promete revelaciones tan asombrosas como decepcionantes. Pero la universidad sigue mirando a otro lado esperando que el tiempo cure, pero sin tomar medidas ni dar explicaciones.

Lo de Carmen Montón ha sido fulminante, tenía más fuste que lo de Cifuentes, era menos grosero, pero a la ministra la arrolló el pecado de arrogancia, no reparó (y sigue sin hacerlo) en el riesgo del plagio que es pecado mortal. El caso de Pablo Casado sigue abierto en canal, lo ha manejado mejor que las otras dos víctimas, pero su suerte depende de lo que los jueces determinen a la vista de la documentación disponible y de las indagaciones de la jueza que ha trasladado el caso al Supremo.

El asunto del Presidente del Gobierno es más defendible a la vista de los datos disponibles. Sospecho que algunos se han emocionado demasiado pronto a la vista de los precedentes. Tumbar a un Presidente captura al periodismo audaz, pero es un avatar que requiere atar demasiados cabos. La tesis de Sánchez puede ser mediocre, pero ello no conduce a su condena. Sería también la de su directora de tesis y de los profesores que formaron el tribunal y hasta de la próxima universidad.

Conviene evitar el “presentismo” cuando se juzgan hechos del pasado. Cuando Pedro Sánchez abordó su tesis no era nadie en política, no tenía cargo con dedicación, su tiempo estaba dedicado a iniciar un ciclo profesional en la universidad como profesor, lo cual justificaba interés por lograr un doctorado. Nada apunta que pretendiera excelencia académica, un trabajo de calidad, simplemente estaba completando un expediente lo cual no debe llevar a la inhabilitación política.

Pero es evidente que vamos de despropósito en despropósito, a toda velocidad, con altas dosis de toxicidad y desconcierto para la opinión pública y de descrédito de la dirigencia política, con los propios políticos como estimulantes. Demasiada gente con la tea ardiendo en la mano dispuestos a aplicarla a todo lo inflamable. Me parece aconsejable serenar, parar, investigar a fondo, rectificar pero desayunar la merienda, no por mucho acelerar se llega antes a la meta.


(*) Periodista y politólogo


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