Mientras estos dos últimos días el Parlamento Europeo ha estado
debatiendo sobre la angustia que invade a Alemania, Francia, España,
Suecia, y otros países que ven horrorizados como el populismo está
haciendo estragos en el proyecto europeo, con el resurgimiento de las
doctrinas más insolidarias que muchos ingenuos pensaban que habían
desaparecido, e intentan frenar el tsunami radical y extremista que
puede desencadenarse en las elecciones europeas del próximo mes de mayo
aquí en el Parlamento español, el gran debate sigue siendo el futuro de
los restos del general Franco y los Másteres y las tesis doctorales de
algunos dirigentes políticos, como la del propio presidente del Gobierno,
Pedro Sánchez.
Este cronista asistía esta semana en Estrasburgo a tres debates
importantes: el del futuro de Grecia, una vez que el país con la
colaboración de Tsipras, está saliendo con dificultades del rescate de
la Unión, gracias a los esfuerzos del pueblo griego; el del futuro de la
Unión esbozado en su discurso de despedida por el presidente de la
Comisión Jean Claude Juncker, y la provocativa intervención del primer
ministro húngaro Vicktor Orbán, dispuesto a no respetar las reglas
democráticas de la Unión, perseguir hasta la xenofobia la inmigración en
Europa y ejercer el autoritarismo en un país como Hungría, que en las
últimas décadas se ha educado en el autoritarismo y en la persecución
política.
Tres intervenciones situadas en las antípodas, pero que
reflejan muchos de los problemas que vive la Unión Europea y que
amenazan con destruirla, si esa ola de populismo, euroescepticismo y
xenofobia alcanza categoría de tsunami, según el temor de los más
expertos de los políticos y europarlamentarios.
Por eso, cuando nos preguntaban por el traslado de los restos del
general Franco (sorprendentemente lo más llamativo de todas las
decisiones tomadas por el Gobierno Sánchez) y aprobado este jueves en el
Congreso de los Diputados por 172 votos a favor, 164 abstenciones
(Partido Popular y Ciudadanos) y dos nulos por error de los populares
que se han equivocado en el momento de votar, hay necesariamente que
extrañarse si eso forma parte hoy del debate europeo, aunque cause
extrañeza que a estas alturas los restos del Dictador, que todos de
firma natural comparan con Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, y
se extrañan de que hasta hoy no haya podido normalizarse.
Pero hoy, igual que ayer y lo mismo que antesdeayer, el Parlamento y
los medios han estado ocupados por la guerra de los Másteres, una guerra
que después de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid
que tuvo que abandonar el cargo, ha afectado a la recién nombrada
ministra de Sanidad Carmen Montón, que abandonaba su cargo el pasado martes, a pesar del apoyo del Presidente del Gobierno y que, como si
fuera una plaga, afectaba también al líder de la oposición Pablo Casado,
y el miércoles, al propio presidente del Gobierno Pedro Sánchez, a
propósito de su doctorado fin de carrera.
Un doctorado que en la sesión
de control sacó a relucir el dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera, con
evidente disgusto del Presidente del Gobierno que le cogió
desprevenido, porque la pregunta que esperaba no era esa.
Para Rivera, que desde la moción de censura, la salida de Rajoy, y la
llegada de Sánchez a la Moncloa, no había reaccionado, hasta el punto
de perder la iniciativa política, era el momento y el tema: tocado y
judicializado el Máster de Casado, en la Sala Penal del Tribunal Supremo
y sospechosa la tesis doctoral de Sánchez, sobre la que durante años se
ha extendido todo un manto de silencio, aprovechaba la sesión de
control para pedir explicaciones sobre esa tesis doctoral sobre la que
muchos hablaban y especulaban y que nadie había podido ver.
Y a partir de ahí, todo un vendaval huracanado de supuestos plagios,
de trabajos de encargo realizados por un negro del Ministerio de
Industria, y hasta denuncias de plagio que han obligado al Presidente a
dar orden de que la tesis doctoral se pueda digitalizar y consultar sin
ningún tipo de inconveniente, en medio de rumores de crisis que,
probablemente se acentuará la semana que viene cuando el nuevo líder del
PP, Pablo Casado y el de Ciudadanos, Rivera, interpelen al Gobierno y a
su Presidente.
Y el argumento será el mismo que Sánchez empleó en su
discurso de censura: Que más puede pasar para que el Presidente no de
explicaciones en el Congreso de los Diputados.
(*) Periodista y economista
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