De los casi 60 años que llevo de periodista, 20 de ellos se
desarrollaron durante el franquismo puro y duro. Unos mas duros que
otros, pero siempre duros.
Como la inmensa mayoría, por no decir la totalidad de los periodistas
que ya lo éramos entonces y los pocos que lo seguimos siendo, supe
amoldarme a la situación política imperante que no era, precisamente, la
más cómoda y fácil para ejercer una profesión basada en el ejercicio de
la libertad.
Reconozco que, por desempeñar mi trabajo en la prensa de evasión, lo
tuve más fácil y cómodo que los que lo hacían en la prensa de opinión.
De todas formas, tanto ellos y ellas como yo (ha habido mas de una
que me ha acusado de ser amigo de “las Cármenes” y “cazar” con Franco,
cuando ella llegó a escribir en el periódico Pueblo que Franco era el
abuelo que todos quisiéramos tener (sic) ), sabemos que nuestras “obras”
se conservaran de por vida en esa conciencia del hombre del siglo XX
que son las hemerotecas y que a muchos y a muchas, nos gustaría fueran
pasto de las llamas, aunque no hay nada mas fácil que asumirlo.
Mi trabajo en la revista Hola de la que fui redactor jefe a
lo largo de veinte años, me permitió moverme entre el Poder, entendiendo
como tal la Jefatura del Estado y su tropa, la familia.
Cierto es que yo tenia mi opinión sobre las personas que trataba y
los acontecimientos de los que era privilegiado testigo. Pero, al ser la
revista una publicación de evasión y no de opinión, estaba condenado,
si quería seguir perteneciendo a su staff, a reflejar tan solo lo que
Antonio Sánchez Gómez, el fundador y director de Hola, llamaba “la
espuma de la vida”, que no era otra cosa que las luces y no las sombras
del general y su tropa.
De aquella época y en las hemerotecas están mis reportajes de las
numerosas jornadas de montería a solas con el dictador en los puestos de
caza, en la finca de mi pariente, Antonio Guerrero Burgos, “El Cerrón
del Castillo de Prim” en los Montes de Toledo. Ó de aquella cacería de
perdices, el 1 de febrero de 1961,en Santa Cruz de Mudela que pudo haber
sido trágico pero que solo quedó en un gag propio de una película
cómica de Charlot cuando Manuel Fraga le pegó un tiro en el culo de
Carmen, la hija de Franco. Ó acompañándole en el Azor. Ó de las largas y
nocturnas sobremesa, tras las cacerías, mientras los invitados,
incluido algunas veces el príncipe Juan Carlos, jugaban al mus y el
General y yo veíamos por décima vez la película “Raza”, de cuyo guión él
era autor. Ó la retransmisión de algún partido de fútbol.
En los archivos también deben existir documentos de mi relación con
la oligarquía de las Carmenes que tan decisiva actuación tuvieron junto
al marqués, en aquella “boda de la conspiración”, de la que fui testigo y
que, de haberse celebrado unos años antes de que Franco designara al
príncipe su heredero, a lo peor, a su muerte los reyes de España se
hubieran llamado Alfonso y Maria del Carmen.
Confieso con Stevenson que mi memoria es magnifica para olvidar pero
tantas cosas han pasado ante mis ojos que, aunque muy lejos atrás, flota
el recuerdo de los hombres, de las cosas, de los actos, de los pecados,
de las negaciones de la justicia.
De todo esto y mucho mas hay en la vida del General y su tropa. Pero,
aun así, no hay que olvidar que las naciones no tienen grandes hombres
más que a su pesar como nos recuerda Baudelaire.
(*) Periodista
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