Político especialmente rocoso, hombre de una tenacidad a
prueba de agobios, presiones y fracasos, Pedro Sánchez tiene, según su
entorno, una hoja de ruta que cumplirá de forma inflexible. En primer
lugar, está dispuesto a agotar la legislatura, salvo que unos meses
antes, el vuelco de las encuestas solventes le aconseje anticipar
elecciones.
Tenía pactado acercar a los políticos presos a su tierra catalana.
Ya lo ha hecho. Dentro de unas semanas, les concederá la libertad
provisional. Cuando sean juzgados, y posiblemente condenados como
golpistas a largos años de prisión, los indultará.
Pero, según me
asegura alguno de sus asesores, si lanzan un nuevo órdago de referéndum e
independencia, entonces actuará como Alejandro Lerroux en octubre de
1934. Declarará el Estado de emergencia, aplicará de forma rotunda el
artículo 155, suspenderá de hecho la Autonomía y empleará a fondo a la
Guardia Civil.
Esa reacción contundente de su Gobierno, a diferencia de
la actitud timorata de Rajoy, le puede otorgar mayoría absoluta en
elecciones generales, que es a lo que aspira Sánchez. Su deseo más
profundo pasa por desembarazarse de las hipotecas con Podemos y los
grupos radicales y secesionistas.
Parece utópico para muchos, pero
tras quedar escabechado por sus compañeros socialistas en octubre de
2016, también lo parecía su anuncio de que competiría en las primarias
con Susana Díaz. Si Sánchez consiguiera o rozara la mayoría absoluta,
su gran objetivo programático sería la reforma constitucional.
Casi
nadie descarta en su entorno que se sumará a los antisistema y
propondrá, frente a la Monarquía parlamentaria que conforma el actual
sistema español, igual que en Dinamarca, Holanda o Noruega, una
República confederal como fórmula capaz de integrar a Cataluña y al País
Vasco en la unidad de España. Tal vez el despacho semanal con el Rey
modifique la tentación republicana del presidente.
Sería absurdo
desdeñar, en todo caso, lo que pretende Pedro Sánchez. Los políticos que
aspiren a mantener el sistema de la Transición, que se tambalea hoy en
la cuerda floja, deberán actuar coordinados, enviando al zaquimazí de la
Historia el pasotismo de Mariano Rajoy y su política
de no hacer nada porque el tiempo lo arregla todo, que es la que nos ha
conducido hasta el mismo borde del precipicio.
(*) Periodista y académico de la RAE
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