Las trituradoras de papel del Palacio de la Moncloa van a ser
engrasadas y puestas a punto para que el día de la mudanza de Mariano
Rajoy, que está al llegar, no queden rastros de los secretos que se
tramaron en la residencia de la Presidencia del Gobierno de España. La
que Rajoy ejerció los últimos ocho años con implacable autoritarismo
(incluso con los suyos), sin respeto a la democracia y libertades y
sentado sobre un barril repleto de pólvora de corrupción del PP.
La vomitona de insultos y descalificaciones que ha lanzado Rajoy en
contra de Pedro Sánchez por haberle presentado una merecida moción de
censura tras conocerse la sentencia del caso Gürtel y el repugnante
argumentarlo del PP prueban de la furia y miedo de Rajoy a perder el
poder y a sentarse ante un juez por la corrupción.
Acababa
de conseguir don Mariano un ‘triunfo político’ con la aprobación de los
Presupuestos de 2018 haciendo concesiones a los nacionalistas que ahora
demoniza como aliados de Sánchez. Pero, ironía del destino, esos
Presupuestos se pueden convertir en un seguro para que Sánchez pueda
agotar la legislatura como presidente del Gobierno hasta mediados de
2020.
Los Presupuestos de Rajoy fueron flor de un día. Y puede que no
habrían sido aprobados si la sentencia de Gürtel (secuestrada unos día
por Rajoy), se hubiera publicado antes como estaba previsto. Pero a
pesar de esas precauciones la gran fiesta de la corrupción del PP se les
disparó con la detención de Zaplana que dejó lívidos a Urkullu y Rivera
(compañeros de Presupuestos) a los que desde La Moncloa les dijeron que
Zaplana -que fue portavoz de Rajoy en el Congreso- era de la ‘pandilla
de Aznar’.
Pero tras el ingreso en prisión de Zaplana estalló la sentencia de
Gürtel y se desataron todas las alarmas. Y Rajoy, experto en no tomar
decisiones y en cobardía (como cuando no se atrevió a aplicar el
artículo 155 en Cataluña el día 7 de septiembre, impidiendo el
referéndum del 1-O y la declaración de la independencia) se tomó a
chufla la sentencia de Gürtel y repitió el mantra de ‘los casos aislados
de corrupción del PP’ -que más bien es una epidemia-, convencido que el
tiempo la enterraría, como su SMS a Bárcenas de ‘Luis se fuerte’.
Incluso cuando, al calor de la indignación nacional por Gürtel, se
empezó a hablar en la tarde del jueves de la moción de censura (Pablo
Iglesias se la pidió a Pedro Sánchez) y en el Gobierno y el PP empezó a
circular el pánico, Rajoy se lo tomó a broma y descartó un inmediato
adelanto electoral antes de que Sánchez presentará en el Congreso (con
astuta premura) la moción de censura contra Rajoy, que lo puede llevar a
la Presidencia del Gobierno.
Pero cuando Iglesias y varios partidos nacionalistas le ofrecieron a
Sánchez su apoyo a la moción, entonces empezaron a sonar todas las
sirenas en de La Moncloa y el PP. Y Rajoy, preso de ira y de miedo,
anunció que caerían sobre España todas las plagas de Egipto en el caso
de que Pedro Sánchez fuera elegido -democráticamente, por cierto-
Presidente del Gobierno.
Y en estas estamos, con Rajoy despavorido y casi haciendo las
maletas, y con un Albert Rivera desconcertado e indignado al ver que
Sánchez puede llegar a La Moncloa antes que él. Motivo por el que Rivera
pide elecciones inmediatas y renuncia a castigar la corrupción del PP
(a cuyo hedor ya está habituado) con la misma dureza con la que linchó
de implacable manera a Cristina Cifuentes en Madrid por un máster
irregular en nada comparable a la sentencia de Gürtel.
La sumisión de Rivera a Rajoy empieza a ser escandalosa y obscena por
cuanto nos advierte que lo único que importa a Rivera es ser el sucesor
de Rajoy y quedarse con los votos del PP. Olvidando Rivera que apoyó la
fallida investidura de Sánchez en marzo de 2016, tras firmar un
programa conjunto de Gobierno con el PSOE que calificó de ‘momento
histórico’. Pero a Rivera se le han subido las encuestas a la cabeza y
sus principios y compromisos democráticos se le han caído a los pies.
Aunque eso, que hace ya algún tiempo que lo venimos apreciando en Cs,
es poca cosa si lo comparamos con los desesperados bramidos de Rajoy
que se escuchan en toda España y en Europa como un ancestral lamento que
emana de la cripta de esa casa de los horrores que se llama La Moncloa.
El lugar donde las máquinas trituradoras de papel parecen estar a punto
de arrancar su función de eliminar rastros y huellas de su último
inquilino por lo que pudiera pasar.
Naturalmente hasta el rabo todo es toro. Y Rajoy ya salió ileso de
otras dos pruebas anteriores: la fallida investidura de Sánchez con el
voto en contra de Podemos; y su investidura a finales de 2016 tras la
caída de Sánchez en el PSOE y la abstención de los socialistas en la
investidura de Rajoy.
Ahora da la impresión, visto el apoyo inicial de
Podemos a Sanchez, que la pelota está en el tejado nacionalista y sería
asombroso que a Rajoy lo salvara en última instancia Puigdemont.
(*) Periodista
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