Cuenta
la historia de Buda que un día observó cómo afinaban una guitarra.
Si la cuerda estaba floja sonaba mal, pero si estaba demasiado tensa
también sonaba mal y se podría romper. Descubrió que la virtud
estaba en el medio, y por eso llamó a su enseñanza “el camino
medio”. Lo mismo que los filósofos griegos cuando dijeron que
“en el término medio está la virtud”,
y que “todo con moderación, nada en exceso”.
Esto
mismo lo dijo en España Pedro Muñoz Seca en “La venganza de don
Mendo”: “O te pasas, o no llegas... Mas ¡ay de ti si te
pasas! ¡Si te pasas es peor!”.- Los jóvenes tienden a
derivarse hacia los extremos, debido a su inmadurez, y por esta razón
las sociedades tradicionales siempre han buscado ancianos sabios y
templados para tomar decisiones importantes.
Estos
principios conducen al centro político, pero el centro es una utopía
difícil de conseguir por culpa de Maquiavelo, quien opina que el fin
justifica los medios, y que el miedo es una emoción útil para
manipular al pueblo. Lo que Maquiavelo propone es un relativismo
moral muy cuestionable, porque la “razón de Estado” es la
razón de las sin-razones. Hannah Arendt escribió que “la
debilidad del argumento del mal menor ha sido siempre que los que
escogieron el mal menor olvidan muy rápido que han escogido el mal”.
Maquiavelo
dijo maliciosamente que “si una persona desea fundar un Estado
y crear sus leyes, debe comenzar por asumir que todos los
hombres son perversos, y que están preparados para
mostrar su naturaleza, siempre y cuando encuentren la ocasión para
ello.”
Hobbes
dijo la misma perversidad: el poder político colectivo atemoriza a
los hombres y gracias a ese temor reverencial, gracias al miedo, se
constituye un cuerpo político capaz de frenar mediante dominio y
violencia (es decir, mediante el mal) la guerra y el caos continuo.
La inclinación malvada de los hombres hace de nuevo necesaria la
alianza del poder con el mal mismo para producir los
resultados adecuados de la convivencia y la paz.
Todo
lo contrario del filósofo chino Confucio, el verdadero padre del
centro, a mi juicio, para quien el origen de toda virtud política
es la virtud personal y familiar. A su juicio, “en la vida
privada como en la pública, hay que observar siempre el sendero
superior del Justo Medio”. En última instancia, “todas
las personas están sujetas a la voluntad del Cielo, que es la
realidad primera, la fuente máxima de moralidad y de orden”.
La
esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la
vida, el buen gobierno del Estado, el cuidado de la tradición, el
estudio y la meditación. Las máximas virtudes son: la
tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el
respeto a los mayores y antepasados. Si el príncipe es virtuoso,
los súbditos imitarán su ejemplo: gobernante/súbdito, marido/mujer
y padre/hijo. Una sociedad próspera solo se conseguirá si se
mantienen estas relaciones en plena armonía.
En
cambio Lao Tse opina que “cuantas más leyes se promulgan, mayor
desorden reina en el Estado”. (Algo que se podría aplicar en
España al pie de la letra.) y que “Con un gobierno difuminado,
el pueblo se vuelve honrado. Con un Gobierno vigilante, el pueblo se
hace malicioso.” Por eso fracasan las dictaduras. Otra perla de
Lao Tse: “Cuando se gobierna a los hombres y se sirve al Cielo,
no hay nada como la moderación. Sólo con la moderación se puede
estar preparado para afrontar los acontecimientos.”
Pero
ojo con la palabras, que son la trampa de los políticos. Necesidades
extremas (como la pobreza) requieren de medidas extremas para
lograr el equilibrio. La palabra “moderación”
se puede convertir en excusa de indiferencia para no ayudar a las
personas necesitadas. Por eso es tan difícil de conseguir el
equilibrio del centro político. Nadie lo ha conseguido en realidad,
sino que permanece como una utopía para idealistas por falta de
virtud en los políticos y sobra de maquiavelismo. Ni siquiera se
presume de ser de centro, sino de centro-derecha o centro-izquierda,
que en realidad es un disfraz para dar buena imagen.
(*) Periodista
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