Puigdemont tiene un rasgo poco frecuente. En las entrevistas no dice
vulgaridades, ni recita consignas o catecismos de partido, ni cuenta
trolas, como la mayoría de los políticos. Cuando habla de política es
claro, preciso y muy combativo. Cuando lo hace de otras cuestiones suena
sincero y no es convencional.
No sigue un guion de comunicador
triunfante. No le importa reconocer debilidades, como se deduce de la cuenta que da El Independiente de una entrevista concedida por Puigdemont al Magazine de The Times.
Por cierto, el titular inglés es muy otro que el español, más afirmativo, optimista, militante: Carles Puigdemont: the fight for Catalan independence goes on
("la lucha por la independencia de Cataluña continúa"). Da una
impresión contraria. Como la imagen. Son dos mundos mentales que ven la
realidad a traves de cristales de colores distintos.
Obsérvese, además, que el titular de El Independiente es justo las últimas frases de la entrevista. A pesar de orientarse básicamente a los aspectos personales, vivenciales,
que diría Ortega, se tocan muchísimos otros aspectos de distinta índole
que reflejan un estado de ánimo muy distinto al del horizonte
carcelario o de exilio.
Muy
distinta índole: la lucha por la independencia de Cataluña continúa. Y
continúa en los términos en que se ha planteado hasta la fecha. Y con
igual determinación.
Del
pasado se arrepiente el MHP de haber dejado en suspenso la declaración
de independencia al creer erróneamete en la buena fe de una oferta de
negociación de la parte española. Lo que se hizo o se dejó de hacer,
hecho o no hecho ha quedado. Y el arrepentimiento, decía Spinoza, no es
una virtud. El pasado nos sirve igual (o igual de poco) hayamos acertado
o no. Lo que importa es el presente. El presente que mira a un futuro
determinado, uno que tiene que crear a su modo.
De
los asuntos concretos, del sobresaltado día a día de la investidura y
el Parlament y el Tribunal Constitucional y el PDeCat y JxC no se habla
en la entrevista, con bastante tino porque es muy enrevesado para un
público extranjero. La conversación, toda ella narrada por la
periodista, Sally Williams, que intercala algún juicio pertinente e
información adicional, versa sobre asuntos de vida privada o de carácter
general, sin entrar en los detalles.
Pero
los detalles existen. Al admitir a trámite un recurso del gobierno
contra la investidura de Puigdemont que tenía en el congelador, el
Tribunal Constitucional ya está prohibiendo la investidura a distancia.
Así las cosas, comienzan las voces prudentes que aconsejan no exasperar
más a la fiera y aceptar el nombramiento de un cuarto candidato que M.
Rajoy pueda considerar limpio. Es el llamado criterio de la prudencia y la eficacia.
Los
críticos piensan que, a estas alturas, cualquier nombramiento que no
sea Puigdemont implica aceptar como legal una situación ilegal,
someterse al 155, permitir que el president de la Generalitat lo nombre
La Moncloa. Con la decisión del TC, ya no tiene sentido proceder a la
investidura de Puigdemont, salvo que se quiera intensificar el conflicto
y provocar una escalada de la persecución judicial.
Resulta
incomprensible cómo el B155 no ha caído aún en la cuenta de que,
mientras haya presos políticos catalanes, el movimiento independentista
no va a parar. De este modo, van a unas elecciones, las quintas en
cuatro años que tienen toda la pinta de perder si una lista de país
independentista las convierte de hecho en un referéndum, el referéndum.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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