Habrá que crear un nuevo género literario que englobe los cada vez más numerosos y sorprendentes autos del Tribunal Supremo
respecto a los nueve presos políticos catalanes encarcelados en tres
centros de la comunidad de Madrid, los cinco miembros del Govern en el
exilio empezando por el president Puigdemont, en Alemania, Bélgica y Escocia, y la secretaria general de Esquerra Republicana, Marta Rovira,
también exiliada, en este caso, en Suiza. En total, quince personas.
Si
hasta la fecha habíamos visto como se podía crear un relato sobre los
hechos de septiembre y octubre del año pasado, que poco tenían que ver
con la realidad, este martes, en un auto sorprendente y cuando menos
discutible, hemos podido recrearnos sobre cómo se puede llegar a generar
nuevos delitos para conseguir un objetivo. En este caso, la extradición
por parte de la justicia alemana de Carles Puigdemont, si no puede ser
por el delito de rebelión que lo sea por el de sedición. Como diciéndole
al tribunal: ¡mándenoslo como sea!.
Para los que estamos haciendo desde el mundo de la información
política o de la opinión una aproximación continuada a la esfera del
derecho -sin duda, ya con más horas lectivas que el inexistente máster
de Cifuentes o los que se supone que ha hecho Pablo Casado- y miramos de
buscar opiniones entre los penalistas que siguen casi al instante todo
el increíble proceso judicial del 1-O, es fácil decir que la política se
ha apoderado del debate retorciendo las leyes.
El problema surge cuando
son los profesionales los que ponen el grito en el cielo, como ha
sucedido en esta ocasión, con el auto de la sala de lo penal del Supremo
en el que el tribunal debía pronunciarse sobre el recurso de apelación del diputado Jordi Sànchez para acudir a la sesión de investidura en el Parlament del pasado día 12 marzo y que no se llegó a celebrar por la prohibición del juez Pablo Llarena de que
abandonara Estremera. La justicia debe tener su propia lógica pero es
extraño el vericueto que se ha tomado. Y todo, para validar este 17 de
abril, al menos formalmente, las razones por las que Sànchez no podía
acudir, según la sala, a su investidura. Rápido no ha sido,
precisamente.
Sin embargo, cuando uno lee los 37 folios, por en medio halla, a
partir de la página 23, la verdadera razón e importancia del auto y que
no es otra que cimentar la demanda de extradición de Puigdemont a Alemania
pedida por el juez Llarena por rebelión y denegada inicialmente por los
jueces de aquel país. ¿Al precio que sea? Parece que sí y por eso se
incorpora sobre la marcha un nuevo delito como es el de sedición
que no había contemplado el juez instructor.
Vale la pena detenerse
aquí un instante: ¿Como lo hace el TS? No precisamente con empatía, ya
que se emite una crítica exagerada y casi desesperada a la justicia
alemana y al tribunal que se ha pronunciado, el de Schleswig-Holstein,
que viene a apuntar que se trata de unos señores que no tienen ni idea
de nada; y que si se hubieran tomado el tiempo suficiente para analizar a
fondo todo el material probatorio enviado por la justicia española, el
resultado habría sido distinto. No parece que sea un redactado para
hacer amigos entre los jueces de Alemania ni un elogio a su sistema
procesal.
Muy llamativos son dos apuntes que deja el texto. El primero,
respecto a la votación del 1-O: "Los protagonistas del procés
prosiguieron con su hoja de ruta e indujeron a unos dos millones de personas a que salieran a la calle para votar ilegalmente",
señala. Y, en otro momento, "el referéndum sí acabó realizándose... dos
millones de votantes a los que se ha convencido torticeramente de su
derecho legítimo a votar".
El segundo hace referencia a la violencia, a
la que hubo y, sobre todo, a la que (presuntamente) hubiera podido
haber. En este punto se hacen varias referencias a la contención de los
6.000 agentes de la Policía española y el hecho de que "el resultado
quedara reducido a un número importante de heridos leves".
Y concluye,
temerariamente, así: "Lo que sucede es que si hubieran intervenido un
número bastante mayor de policías es muy probable que todo acabara en
una masacre y entonces sí sería muy factible que el resultado de la
euroorden fuera muy distinto".
Para entendernos, con una represión más bestia de la que se produjo
el 1-0 se hubiera producido "una masacre". Según el diccionario, "una
matanza conjunta de muchas personas, por lo general indefensas". Solo de
leerlo produce escalofríos y es fácil recordar lo que en su día dijo
Marta Rovira al respecto y que tantas críticas le valió. O sea, que una
masacre hubiera facilitado la extradición de Puigdemont y no habría
debate al respecto. Uf!
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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