El galopar del caballo independentista
catalán va a dejar sin hierba las verdes praderas de la izquierda
española, pastos preferidos de unicornios, hipogrifos y otras creaciones
poéticas. Ayer se dio de baja en el PSOE José Antonio Pérez Tapias,
un histórico (24 años de militancia) del ala izquierda.
Compitió con
Sánchez por la secretaría general y perdió. Luego se opuso a la
defenestración de octubre y apoyó a su antiguo rival en la recuperación
de la secretaría general con un discurso de izquierda. Ahora se va
desengañado. El más notorio punto de fricción: el referéndum pactado
catalán. Este, como los racimos de cerezas, trae otros, singularmente el
del apoyo del PSOE al 155.
Cataluña ha pasado de ser un incordio periódico que se conllevaba con
hastío cosmopolita a constituirse en la misma centralidad política.
Todos reaccionan a los hechos de Cataluña y Cataluña determina la vida
política española. Lo más importante que ha hecho el presidente del
gobierno ha sido fijar fecha de constitución del Parlament al 17
de enero al amparo del 155.
La finalidad habrá de ser el
restablecimiento de la normalidad institucional: los diputados electos
toman posesión de sus actas y se constituye el Parlament. Pero
esa normalidad no puede restablecerse mientras está en vigor la
excepcionalidad de cargos electos en el exilio y en prisión. La
excepcionalidad del 155.
Al
margen de otras opciones como que algunos candidatos electos renuncien
al acta para que corran las listas (cosa que plantea diversos problemas,
alguno de ellos de principio), no se ve por qué los electos no pueden
tomar posesión por vía telemática en la era de las TICs.
El argumento de
que las normas exigen el requisito de la presencia física, material,
del candidato no descansa sobre ninguna cita explícita y más bien parece
apuntarse a la aviesa intención de invocar pretextos jurídicos para
atraer a Puigdemont a España y echarle el guante.
Sin
duda la exigencia de presencia física (no virtual) descansa en la muy
lógica asunción de que es un asunto tan evidente, que no se consideró
necesario especificarlo. El requisito de presencia física se presume.
Pero también se presume que la justicia no acusa a nadie extra muros de delitos que no puede sostener y los retira para imputárselos intra muros. Para que la solución política sea fructífera se requiere buena fe por todas partes.
Puigdemont es el presidente de hecho y derecho de la Generalitat de Cataluña.
Será imposible explicar a los europeos por qué no se le permite ejercer como tal.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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