Corría el mes de octubre de 2013 cuando Miguel Arias Cañete, por
entonces ministro de Agricultura, lograba muñir un acuerdo con las cinco
comunidades autónomas implicadas en el Trasvase Tajo-Segura sobre el
uso de esta polémica infraestructura. Castilla-La Mancha, Extremadura,
Madrid, Murcia y Valencia estaban todas gobernadas por el PP y se
aprovechó la sintonía política para introducir varias enmiendas en la
Ley de Evaluación Ambiental que, teóricamente, ponían fin a una de las
eternas guerras del agua del país.
En virtud de esas medidas se establecieron varios escenarios y se
incrementó el umbral mínimo a partir del cual no se puede desembalsar
agua desde los embalses de Entrepeñas y Buendía para alimentar la
sedientas cuencas del Júcar y el Segura, pasando de 240 a 400
hectómetros a partir del pasado 1 de enero, un nivel muy superior al
actual, de 236 hectómetros, equivalente al 9,6% de capacidad de ambos
embalses.
Para
alcanzar ese umbral de 400 hectómetros, la norma contemplaba un período
transitorio en el que el mínimo se iría incrementando en 32 hectómetros
anuales. En virtud de esta restricción, el Trasvase no funciona desde
el pasado mes de mayo, si bien en octubre la Comunidad de Castilla-La
Mancha denunció un "trasvase encubierto", porque regantes del Tajo
habían cedido ocho hectómetros a regantes del Segura, algo que el
Ministerio consideró una operación privada, permitida por las citadas
enmiendas a la Ley de Evaluación.
En cualquier caso, por el Travase circularon el año pasado 82,5
hectómetros de agua -sobre un máximo permitido, en caso de una
excepcional bonanza hídrica, de 650 hectómetros anuales- y este año no
se espera que circule nada, habida cuenta de que la Confederación del
Tajo augura que el año concluirá con 172 hectómetros.
Sin embargo, los agricultores del Sindicato Central de Regantes del
Trasvase Tajo-Segura (Scrats) reclaman un trasvase "de socorro" -en
palabras de su presidente, Lucas Jiménez- para salvar 44 millones de
árboles frutales.
Ellos, grandes beneficiarios de la infraestructura, reclaman que funcione y recuerdan su importante peso económico: mantienen 100.000 empleos y su producción -de la que exportan el 60%- se valora en unos 2.300 millones de euros.
Ellos, grandes beneficiarios de la infraestructura, reclaman que funcione y recuerdan su importante peso económico: mantienen 100.000 empleos y su producción -de la que exportan el 60%- se valora en unos 2.300 millones de euros.
La alternativa al agua del Trasvase es el agua desalinizada. No
siempre es posible y resulta mucho más cara: en la cuenca del Segura,
según calcula la Confederación, de 197 a 564 millones más cada año.
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