domingo, 21 de enero de 2018

Sé fuerte, Pilar, y hazlo tú / Joaquín García Cruz *

Al abogado José Pardo Geijo (por lo demás, un gran penalista) le parece que la Prensa debe pedir perdón a su clienta Pilar Barreiro, «porque la pobre lo está pasando muy mal» (sé fuerte, Pilar), y ya antes le sucedió que «la crucificaron los medios y al final el Supremo archivó» su imputación en el ‘caso Novo Carthago’

Allí estaba Pardo Geijo, a las puertas del alto tribunal, rodeado de periodistas que únicamente querían saber si la senadora seguía imputada tras su declaración (respuesta afirmativa), pero se toparon de repente con un sermón del letrado, para quien «hay una cosa que es la lógica aristotélica, y hay otra lógica que es la de Lewis Carrol, el de Alicia en el País de las Maravillas». 

Ojipláticos debieron de quedarse los informadores, además de contritos por no haberse arrodillado ante la senadora al momento y arrepentirse de tantas noticias publicadas que la relacionan con una trama urdida con el objetivo aparente de saquear las arcas públicas manipulando el rastro en internet de las felonías de no pocos políticos de España. 

Pardo Geijo explicó a los periodistas de Madrid que no es dado a utilizar en Derecho la lógica fantasiosa de Charles Lutwidge Dodgson, el autor de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ oculto bajo el seudónimo de Lewis Carroll, sino que prefiere recurrir a la lógica de Aristóteles para poder distinguir con más claridad entre un argumento sólido y otro falso, y salta a la vista que, si comentó su inclinación filosófica de forma tan ilustrativa, fue con la única finalidad de inferir que una ruin investigación de la UCO arrastró al juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, primero, después a la Fiscalía, y por último a la magistrada del Tribunal Supremo Ana Ferrer, al error de señalar a la senadora del PP sin la fuerza probatoria necesaria. 

Es verdad que el razonamiento peripatético al que Pardo Geijo apela requiere de premisas sólidas (hechos, no conjeturas) para alcanzar una conclusión irrefutable, así que conviene recordar los hechos -objetivos, indiscutibles- que se ciernen sobre la inocencia, y no sé si también sobre la conciencia, de Pilar Barreiro: 

1) Contrató con la ‘Púnica’ publicidad en periódicos digitales montados por la trama. 
2) La Guardia Civil sospecha que tales contratos se pagarían con cargo al Ayuntamiento de Cartagena o la Consejería de Educación. 
3) La exalcaldesa reconoció el lunes pasado ante el Supremo sus tratos con la red, pero arguyó que serían abonados por el PP, no por el Ayuntamiento ni la consejería.  
4) Consta en autos que el PP de Cartagena negó por escrito, a requerimiento del juez Velasco, que hubiera solicitado o abonado servicio alguno a las empresas de Púnica, y no consta, sin embargo, que pensara hacerlo en el futuro para lavarle la cara a Pilar Barreiro. 
5) El juez instructor de la Audiencia Nacional da crédito al informe acusatorio de la Guardia Civil y a la voluminosa investigación de sus agentes de la UCO, que incluye pinchazos telefónicos y correos electrónicos
6) Ana Ferrer, la instructora del asunto en el Supremo, aprecia asimismo indicios suficientes para investigar a la senadora en cinco presuntos delitos: prevaricación continuada, fraude, malversación de caudales públicos, cohecho y revelación de información reservada.  
7) Tras su declaración judicial en presencia de su abogado, Pilar Barreiro sigue imputada, pendiente de que el Supremo sobresea las diligencias o la conduzca a juicio. 

No es fácil decir esto
Fin de la cita. Hechos sólidos. Lógica aristotélica. Premisas incontestables, ninguna de las cuales lleva a entender por qué la Prensa habría de disculparse ante Pilar Barreiro, aun en el supuesto de que la imputación quedara finalmente en nada y el Supremo archivara la causa.

 ¿No será más bien que es ella, Pilar Barreiro, quien debería pedir perdón, por pasearse por el Senado con cinco imputaciones metidas en el bolso, por comprometer más aún la maltrecha credibilidad de las medidas anticorrupción de su partido, la imagen pretendidamente regeneradora del PP regional de López Miras y hasta el apoyo de Albert Rivera a Mariano Rajoy en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado? 

¿No es más cierto que la exalcaldesa pensaba facturar a su partido el precio de su lavado de imagen personal (y esto, dando por buena su propia versión), y que hacerlo merece por sí solo un reproche ético y social, con independencia de la suerte que más adelante corra en el Supremo la investigación de la que es objeto? ¿No debería disculparse la exalcaldesa de Cartagena por sus viajes de placer sufragados por la empresa del servicio municipal del agua, razón por la cual se ve también bajo sospecha en el ‘caso Pokemon’, que instruye un juzgado de Lugo? 

¿Acaso no son, todos estos, motivos bastantes para disculparse ante los ciudadanos y también ante su partido -y razones de sobra para dimitir-, por el daño reputacional que ha infligido a sus compañeros de filas?

Cuesta trabajo expresar arrepentimiento, es cierto. El británico Nick Clegg, hasta 2015 líder del Partido Liberal Demócrata, grabó en 2012 un vídeo para pedir perdón por haber apoyado como socio del Gobierno una subida de las tasas universitarias que él había criticado durante la campaña electoral. Lo tituló ‘No es fácil decir esto’

La exalcaldesa haría bien en tomar nota de la valentía de Nick Clegg, porque tarde o temprano deberá agachar la cabeza y olvidarse de la altivez que la llevó a decir «en Cartagena mando yo».

Bill Clinton pidió perdón públicamente por su relación «no apropiada» con la becaria Monica Lewinsky. Barack Obama lo hizo por la muerte de dos rehenes en una operación de sus comandos secretos en Pakistán. El Rey Juan Carlos se disculpó ante los españoles por su cacería en Botsuana. José María Aznar pidió perdón a los gallegos por los errores del Gobierno en la crisis del Prestige, y Mariano Rajoy hizo lo popio dos veces; la primera, en agosto de 2013, cuando le estalló en las manos el ‘caso Bárcenas’ -«Me equivoqué»-; y la segunda, un año más tarde, en el Senado, al destaparse precisamente la trama ‘Púnica’, el mismo caso en el que Pilar Barreiro está envuelta: «En nombre del PP, quiero pedir disculpas a todos los españoles». Más claro, agua. Y es el presidente del Gobierno, además de gallego.

Las dotes dialécticas del abogado José Pardo Geijo, bien conocidas en los juzgados de Murcia, explican sin duda su pretensión -legítima- de darle la vuelta a la tortilla en su comparecencia informativa ante el Tribunal Supremo para proteger a la senadora. Está en su derecho, pero la Prensa no tiene por qué pedir perdón a Pilar Barreiro, aunque sea cierto, y no hay por qué dudarlo, que «la pobre lo está pasando muy mal».

Reponte, Pilar, sé fuerte y pide perdón.


(*) Columnista


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