domingo, 21 de enero de 2018

Legitimidad y eficacia / Ramón Cotarelo *

Estos de la CUP sí que hacen política; en el Parlamento y en la calle. No como Podemos que no la hace en ninguno de los dos sitios. En Cataluña, en general, se hace política; es el único lugar del Estado en que se hace. En el resto se miente, se fanfarronea, se roba, se va el personal por los cerros de Úbeda o se pone a bramar contra Cataluña al unánime grito de "¡A por ellos!".

Precisamente por eso, la política de Cataluña es complicada. La CUP se ha quedado en cuatro diputados después del 21 de diciembre; de ellos, dos son necesarios para la mayoría absoluta independentista. Pero la importancia de la organización es muy superior a la magnitud de su representación. El apoyo de los cupaires garantiza la perseverancia del objetivo estratégico, la independencia. Esa conciencia como factor de legitimación es la que permite a la CUP un tono de crítica elevado con la política institucional del bloque independentista ("el discurso de Torrent es autonomista") y sus apoyos sociales ("la ANC y Ómnium ya no movilizan a la gente"), más dura e incisiva de lo que su importancia numérica justificaría. 
 
Tras dejar claro en el primer momento que la prioridad era la República, la restauración del govern i l'investidura del seu legitim president, la CUP cumple una función casi de censor al estilo romano, vigilante del recto comportamiento de sus socios independentistas, ERC y JxC. Ambos, por su lado, reconocen esta especie de actitud admonitoria de rectitud independentista porque, de no querer hacerlo, podrían sellar una alianza con los Communs-Podem que aumentaría su margen de mayoría, pero al precio de renunciar a la independencia o, cuando menos, jugar a la ambigüedad de los últimos. 
 
Sin embargo, esa posibilidad ni se plantea: el socio natural es la CUP porque el objetivo sigue siendo la República Catalana independiente. La CUP, de minúscula representación, aporta legitimidad. Pero el bloque mayoritario indepe aporta la eficacia y ninguna puede ir separada de la otra. La pureza ideológica extrema la legitimidad hasta hacerla inoperante y la absoluta dedicación a la eficacia convierte la acción en puro oportunismo. En el fondo, los tres vértices del triángulo independentista son imprescindibles y se necesitan mutuamente. Un fallo de uno es un fallo de todos.

Ocurre como con la relación entre el movimiento y las personas. Maragall advierte de que el primero está por encima de las segundas. Sin duda alguna, pero sin olvidar al mismo tiempo la importancia que las personas -según sus circunstancias- tienen para el movimiento. Buscar un equilibrio aquí también es vital. Será difícil encontrar personas valiosas para el movimiento si el movimiento prescinde de las personas como de la muda diaria.

E igual también con la política en la calle que la CUP quiere dinamizar a través de los CDR. Por expresarlo de forma que intente resumir esta complejidad: la política de la calle, en donde, además, se demuestra inventiva, ha producido buenos resultados y los producirá mejores, pero los ataques por los que el unionismo ha reaccionado con violencia han ido dirigidos a las instituciones y la carga represiva la han padecido fundamentalmente los dos partidos, así como la injusticia están padeciéndola individual y personalmente sus miembros, encarcelados, exiliados, embargados. 
 
Aquí una buena ocasión para plantear en concreto la citada relación entre el movimiento y las personas. No consigo imaginar que el movimiento independentista abandone a quienes han dado todo por él, ignorando la máxima socrática de que más vale padecer la injusticia que infligirla.

Insisto, como la política en la calle. Quizá no sea del todo justo acusar a la ANC y Ómnium de abandonar las movilizaciones cuando tienen a sus líderes injustamente presos y llevan una ejecutoria de movilizaciones por su liberación muy apreciable.

La unidad del objetivo es incuestionable. La forma luego de colaborar en él varía lógicamente. Pero una cosa es cierta: si todos proceden de buena fe, el posible (aunque no necesariamente probable) fracaso jamás podrá atribuirse a la mala intención de alguien. Las opciones son y seguirán siendo diferentes pero, hasta la fecha, nadie ha hecho nada en detrimento del objetivo y todos han tenido que sacrificar mucho.

Que siga así, uniendo legitimidad y eficacia, el rasgo más significativo de esta revolución catalana.
 
Dando vueltas al atajo
 
Me llamó José Luis García, de lainformación.com para hablar conmigo sobre Podemos y Cataluña. Estaba escribiendo una historia sobre la formación morada con motivo de su cuarto aniversario, tema que da para mucho como ejemplo práctico del sic transit gloria mundi o de cómo no todas las leñas arden a igual velocidad. La encina dura más que el pino. 
Lo mismo pasa con las formaciones políticas. Algunas son como pinos, chisporrotean mucho, pero se consumen rápidamente; otras arden en silencio, pero permanecen, porque son duras, como la encina. 
 
Además, entre él y su colega, Laura Martínez, decidieron ampliar la indagación preguntando a Julio Anguita y al final les ha quedado una pieza bien guapa con dos puntos de vista que son distantes y, curiosamente, complementarios. Por eso me decido a incluir el enlace aquí: Podemos: lejos de asaltar el cielo...

Podemos ha hecho en cuatro años lo que la socialdemocracia hizo en cuarenta y el comunismo en veinte, pasar de la frase revolucionaria al hecho conservador. 


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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