Se recordará cómo en El mercader de Venecia,
Bassanio debe elegir entre tres cofres, uno de oro, otro de plata y
otro de plomo, para ganar la mano de la bella Porcia. Aquí y ahora los
electores indepes son todos Bassanios, obligados a elegir; Porcia, la
República Catalana; el padre de Porcia, al que se le ocurre la
pruebecita, vaya usted a saber quién. Probablemente a quién se le
ocurriera que la lista de país era peor que tres listas, también de
país; del mismo país.
La
renuncia a la lista de país fue precipitada. Es comprensible por muchos
factores, todos ellos explícitos en las correspondientes campañas
electorales por separado. Pero queda por ver si la decisión ha sido
mejor que la contraria y eso solo podrá hacerse después del evento.
Entre tanto en el electorado hay algún desconcierto.
¿Qué
han dicho las tres opciones en la campaña? JxC ha apelado a la
legitimidad institucional y adelantado la figura de Puigdemont con un
toque de rassemblement gaullista. El sinónimo de JxC es la "lista
del presidente". ERC ha hecho hincapié en la historia del partido,
poniendo especialmente de relieve su carácter republicano y adelantando
la figura de Junqueras con ecos de Mandela, aunque es de esperar, sin su
larga condena. Los de la CUP, siempre un poco afuereños, se han
limitado a decir que apoyarán el gobierno que implemente la República y,
si no he entendido mal, votarán por el restablecimiento de Puigdemont
como presidente legítimo.
Eso
toca un punto delicado en esta confrontación. Tiene fuerza el argumento
de Puigdemont de que no hacerle presidente de la Generalitat equivale a
aceptar que Rajoy los destituye y, por lo tanto, los nombra. Y
probablemente mucha gente votará con este ánimo, el respeto por la
institución. Pero también es razonable la posición de que, estando
proclamada la República, su primer gobierno salga de las elecciones. La
cuestión aquí es que, una vez contabilizados los votos, habrá una
decisión siempre en el mismo sentido de constitución de un gobierno
republicano. ¿Por qué no un gobierno provisional, encargado de convocar
elecciones constituyentes? Fórmulas concretas habrá muchas.
Obviamente,
viéndonos obligados a optar, como el bueno de Bassanio, los votantes
hemos (digo hemos por economía de lenguaje) de defender aquello en lo
que creemos. Los republicanos de izquierda, una opción republicana de
izquierda. Pero quienes no sean republicanos o de izquierda, también
deben poder votar independencia, pues la independencia es de todos. Es
más, no consigo imaginar una situación en que, al pedir el voto para sí
mismo, algún partido independentista no lo pida para los otros también y
mucho menos otra en que se aconsejara no votar o hacerlo por un
unionista a los electores de otros partidos independentistas,
Así
que los Bassanios-electores podemos ir tranquilos a votar según
nuestras convicciones o como nos plazca ya que, votemos lo que votemos,
tenemos garantizada la mano de la hermosa Porcia, pues esta nos la dará
la suma de los votantes de los tres cofres.
Artículo de hoy en elMón.cat
Ya en la jornada de reflexión, es bueno reflexionar brevemente sobre el
contenido de la campaña y el carácter de estas elecciones: impuestas,
ilegítima, ilegales, pero de obligada asistencia por la cuenta que nos
trae. Los partidos unionistas han pretendido y pretenden que son una
consulta normal cuando se trata de un abuso, un atropello, una
injusticia.
Que no lo hayan hecho patente y, al contrario, se hayan
aprovechado con bajo estilo de la ventaja que les daba la arbitrariedad
de la dictadura española del 155 responde a su categoría moral. Que
Domènech, dels Comuns, compareciera en el debate de TV3 sin el lazo
amarillo ya apunta hacia donde tira esta peña. Encabezada por la oportunista Colau, que ya se relame pensando qué va a sacar a cambio de su abstención para elegir a Iceta.
Por
fortuna, todo esto es a la par lamentable e irrisorio. Para el 21
esperamos una clara victoria del independentismo en sus tres vertientes.
Luego, empezará otra historia.
Acabar con la dictadura española.
La
lluvia de debates y tertulias de los últimos días de campaña ha
demostrado la verdad de dos hechos: a) el pluralismo de la política
catalana en donde se enfrentan siete opciones, casi ocho si contamos la
de Albano Dante, que no se presenta a las elecciones, cosa que señala la
diferencia cualitativa entre España y Cataluña; b) el poder de la
dictadura española, que tiene cómplices incluso y sobre todo entre
quienes la padecen en Cataluña.
En
las tertulias, la tónica ha sido debatir civilizadamente (en eso se
diferencian de las españolas) entre posiciones muy encontradas pero
dando por supuesto que el momento político y las elecciones son
circunstancias normales. De vez en cuando, sin embargo, exabruptos de
baja y probable etílica estofa como el de Soraya Sáenz de Santamaría,
jactándose de que ha sido Rajoy quien ha encarcelado directamente a los
independentistas, avisan de la absoluta anormalidad de la situación, de
su excepcionalidad.
Unas
elecciones en una sociedad sometida al 155, norma de plenos poderes
dictatoriales, con varios candidatos en prisión, impedidos de expresarse
en los medios, censurados y represaliados si hablan, no son normales.
No son ni elecciones, sino un acto de arbitrariedad impuesto por el
poder franquista, que es el que rige en España. La suspensión de la
Generalitat, la destitución de sus dirigentes, la intervención y
ocupación de hecho de Cataluña no son circunstancias normales, sino
brutalmente excepcionales.
La
presencia de Rajoy en Cataluña, como si fuera a unas elecciones
autonómicas ordinarias cuando tiene a sus adversarios encarcelados y
rehenes de su arbitrariedad, es otra evidencia de la hipocresía de la
derecha y de la situación de dictadura española en que vive Cataluña.
Los
ataques permanentes de rabia de Borrell, sus insultos, amenazas y
pedanterías solo delatan la frustración y la incomodidad de participar
como principal beneficiario de unas elecciones injustas y arbitrarias.
Beneficiario y cómplice de quien las ha convocado mediante el golpe de
Estado del 155. El principal soporte y aliado del ataque franquista a
Cataluña es el PSOE/PSC.
Una posición que trae malos augurios al
partido. No en punto a dignidad, que la tiene perdida, sino en punto a
eficacia. Será imposible convencer al electorado español de la
sinceridad del PSOE en su lucha contra Rajoy y el PP cuando se ha puesto
a su servicio incondicional para justificar el atropello cometido en
Cataluña. Porque este el trágico absurdo del discurso del PSC (ese tan
inteligente) que no es contra el PP a favor de Cataluña, sino contra
Cataluña a favor del PP. Disfrazar eso es imposible.
Los
demás partidos unionistas, el PP, C’s y la seudoizquierda oportunista
catalana de Podem y los comunes están dentro de lo previsible. No
engañan: quieren perpetuar la situación colonial de Cataluña como cámara
de compensación y financiación del perpetuo expolio oligárquico y
caciquil de España.
Lo escribí hace un mes en este diario: el golpe de
Estado del 155 no anuncia la dictadura del PP sino la española en su
conjunto sobre Cataluña. Es la dictadura española. El PP, el PSOE, C’s,
Podem y los Comuns , con diferencias de matiz tienen la misma
intención: el mantenimiento de una régimen autonómico que es una farsa
para impedir que Cataluña pueda desarrollar su potencial como Estado
independiente.
Al
final, la dura realidad de las cosas se ha impuesto y demostrado que,
por mucho que se mienta, las elecciones de mañana impuestas manu
militari con los candidatos catalanistas en prisión o en el exilio, son
un referéndum. El referéndum de autodeterminación que los franquistas
españoles del 155 (especialmente PP/PSOE/C’s) trataron de evitar
apaleando a la gente indefensa.
En este referéndum hay dos bloques: el
de los partidarios de la sumisión catalana a una Monarquía ilegítima
impuesta por un dictador y el de los partidarios de una República
independiente. De elecciones normales, nada. Un atropello por el que se
intenta hacer bueno (hacerlo a base de insultar y reprimir) un golpe de
Estado en contra de las instituciones legítimas de Cataluña.
Dadas
las circunstancias, la estrategia del bloque independentista, al
fracturarse en tres opciones distintas, no ha sido especialmente hábil.
La unidad del principio debió mantenerse porque fue ella la que obligó
al bloque franquista a quitarse la careta e ir a la dictadura del 155
descaradamente. No pudo ser probablemente por ese clima de agobio,
hostilidad, acoso, prepotencia e injusticia en que se ha perpetrado este
atropello. Yendo por separado, el independentismo ha hecho concebir
esperanzas a los unionistas, a los más y los menos provocadores de que,
con un poco más de presión “normal”, aquel quedaría fuera de juego.
Con
sus dirigentes en la cárcel o en el exilio, una vez contabilizados sus
votos por partidos y luego de su probable victoria de mañana el
independentismo tiene que recomponer su unidad sin veleidad alguna de
pactos con los unionistas. Tiene que restablecer el gobierno legítimo de
la Generalitat, sacar de la cárcel a los presos políticos, traer del
destierro a los exiliados, levantar el embargo del patrimonio de los
represaliados y seguir adelante con la República Catalana.
Tiene
que hacerlo porque, si no, todo el esfuerzo, toda la movilización de
este pueblo habrán sido en balde, los presos se pudrirán en las cárceles
y la frustración durará generaciones.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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