Terminada la jornada de reflexión esta noche de jueves, toda la
maquinaria electoral se ha puesto ya en marcha, para las elecciones de
este viernes, unas elecciones históricas que, sin duda son las más
importantes desde las primeras que se celebraron en Cataluña en1980, en
las que ganó Jordi Pujol, al frente de Convergencia i Unió, inaugurando
un ciclo político que duró veintitrés años, hasta la llegada del
socialista Pascual Maragall.
Este jueves, Jordi Pujol, al que todavía,
muchos catalanes, a pesar de haberse convertido en uno de los mayores
protagonistas de la corrupción del nacionalismo catalán, siguen
considerándole “Padre de la Patria catalana” pasará desapercibido y casi
escondido, cuando vote en el Casal d´avis de Can Castello, cercano a la
Vía Augusta.
Su partido ya no existe. Tuvo que ser substituido por uno nuevo, el
PDeCat, precisamente por la corrupción y, al final, ni siquiera aparece
ahora como una opción política a votar. La opción política la ostenta,
personalmente, el ex presidente de la Generalitat cesado por el Gobierno
central, Carles Puigdemont, cuyo único programa político es volver a
ocupar el puesto que ocupaba, junto con los miembros de su anterior
Govern desplazados de sus cargos, por la aplicación del artículo 155 de
la Constitución, e investigados todos por supuestos delitos de Rebelión,
sedición y malversación de fondos públicos.
Ya todo está preparado para que puedan votar, desde las nueve de la
mañana hasta las ocho de la tarde, cinco millones y medio de ciudadanos
en 2.700 colegios electorales, que viven en Cataluña y que aparecen en
el censo, movilizados casi veinte mil policías y guardias civiles,
blindados numerosos edificios oficiales, entre ellos, la Delegación del
Gobierno en Barcelona y tomadas todo tipo de precauciones, para evitar
ataques cibernéticos sobre los resultados provisionales que vayan
conociéndose (los definitivos son imposible que puedan ser alterados,
según fuentes del Centro Cristológico Nacional adscrito al Centro
Nacional de Inteligencia) de un Referéndum convocado por el Gobierno
central, con la Autonomía intervenida y que se harán públicos por la
Junta Electoral, a principios de la semana que viene.
Las sucesivas advertencias del CNI sobre los distintos ciberataques
que se han producido en vísperas del referéndum ilegal del pasado 1 de
octubre y el millar de heridos que nunca existió, (ver republica.com
El Gobierno teme ciberataques el día de las elecciones catalanas) y un
plan elaborado por el Centro Cristológico Nacional, garantizarán, según
adelantó recientemente en una comisión secreta del Congreso de los
Diputados, la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, de
quien depende el CNI, que todo está preparado para evitar esos
ciberataques, cuyo objetivo sería montar una campaña para descalificar
los resultados y hablar de “pucherazo “.
El Ministro del Interior Juan Ignacio Zoido que no ha querido dar más
detalles de esta operación, ha recordado que los ciberataques se han
incrementado “últimamente” y que, por eso, el Gobierno cuenta con
“dispositivos especiales” en el caso de que alguien quiera finalmente
“atacar cualquier sistema y alterar el normal funcionamiento” de las
votaciones.
En esa misma operación de descalcificar los resultados están
también los partidos independentistas, según ha trascendido de las
instrucciones que han dado a sus apoderados que tienen orden de discutir
e invalidar cualquier voto que aparentemente tenga algún tipo de
anormalidad y ser generoso con los que vengan de su bando político.
Según los expertos, aparte de la participaron, son decisivos 140.000
votos y dependen, sobre todo, como estén repartidos, por el sistema
electoral que rige en Cataluña que prima a las provincias menos pobladas
que son precisamente las mas identificadas con el independentismo,
especialmente Gerona y Lérida. Con lo que a los no independentista les
cuesta más un escaño que a los soberanistas y pueden ganar en votos pero
no escaños.
Por ejemplo en las últimas autonómicas de 2015, en el conjunto de
Cataluña, cada escaño le costó a JxSÍ 26.269 votos, por debajo de los
29.454 que tuvo que obtener Ciudadanos o los 32.705 del PSC. La CUP fue
la formación más castigada: 33.779 votos.
Lo que dicen los datos
reales, y no las encuestas, es que la coalición ERC y la antigua
Convèrgencia lograron en 2012 -ambos partidos no acudieron unidos-
1.614.383 votos, ligeramente por debajo de los 1.628.714 que obtuvieron
en 2015. Ahora bien, la diferencia estriba en que la participación fue
sensiblemente superior. En las últimas autonómicas, acudieron a votar
461.886 catalanes más que en las elecciones anteriores, y, sin embargo,
la coalición de Junts pel Sí perdió algo más de 14.000 votos.
Por lo tanto, en estos momentos los tres elementos claves de la cita
electoral son: el índice de participación, lo que voten ese veinte por
ciento de indecisos que reflejan todos los sondeos y, una Ley electoral
que en el caso catalán beneficia, de entrada, a los independentistas… Es
decir que todo depende de un hilo… Pero quizás lo más grave sea los
intentos de los independentistas de deslegitimar las elecciones como sea,
queriendo demostrar manipulación de votos.
(*) Periodista y economista
No hay comentarios:
Publicar un comentario