El País sigue disparando con calibre grueso. Los separatistas (nada de independentistas, que suena bien) crean expectativas falsas. Su partidismo lo ciega tanto como a su musa política, Sáenz de Santamaría, y le hace decir lo que no debiera. ¿Por qué son falsas
las expectativas?
Bien porque quienes las crean no quieran en realidad
satisfacerlas (y eso sería atribuirse dotes telepáticas) o porque se
sabe que el incumplimiento será por causa de fuerza mayor, pues, sea
cual sea el resultado, seguirá aplicándose el 155 y la situación de
excepcionalidad. Las empresas seguirán fuera y los presos, dentro. El
mensaje es "pueden ganar, pero no podrán satisfacer las expectativas
porque no les dejaremos".
Precisamente
algunas de estas expectivas las crean también los partidos unionistas.
Los presos se quedarán en donde están, pero las empresas volverán, y la
estabilidad y las inversiones y la atención a los problemas de la gente
y... y...Estos prometen Jauja, con la ayuda del Estado.
Pero los presos se quedan; los exiliados, también, y el independentismo se sigue descabezando sistemáticamente.
No
hace falta nada más para tildar estas elecciones de ilegítimas por su
profunda, radical desigualdad. Esta se ha hecho especialmente visible
con la invisibilidad de los candidatos independentistas. No se permite a
los presos políticos comunicarse con sus seguidores e, incluso, se les
sanciona cuando lo han hecho. ¿Hasta dónde llega la discrecionalidad de
la administración penitenciaria a la hora de restringir los derechos
fundamentales de los presos preventivos?
Elecciones
concebidas ya como juego sucio contra unos candidatos que no pueden
defenderse contra toda justicia y por un abuso de poder. Ya solo esto
debiera ser denunciado como un bochorno por los demás contendientes.
Pero el juego sucio saca lo peor de quienes no tienen categoría para el
limpio y ese ha sido el ánimo a lo largo de la campaña, una campaña en
la que se han escuchado por todas partes las promesas y propósitos de
los unionistas, que no han podido acallar el silencio de los presos y
exiliados. Y en la que sus imágenes son omnipresentes, sin haber podido
ocultar la imagen de la ausencia de los represaliados.
¿Y
se pretende que esta no sea una consideración central en esta
contienda? El punto central de las elecciones en las que hay que votar,
por impuestas que sean, es sacar de la cárcel a los presos y traer a los
del exilio. Para permitir que el gobierno legítimo de la Generalitat
pueda continuar con su tarea. La composición de ese gobierno no puede
ser un obstáculo.
Después de la campaña de guante blanco mutuo que han
hecho las fuerzas independentistas, los diferentes resultados les darán
una idea del peso de cada cual en la futura coalición para poner en
marcha la República catalana, preferiblemente con la participación de la
CUP. El meollo de la cuestión es la magnitud real de la victoria
independentista.
La que convertirá la falsedad en realidad.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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