martes, 19 de diciembre de 2017

Jueces justos / Adrián Ángel Viudes *

El libro de los Jueces, uno de los históricos que componen la Biblia, narra el periodo en el que los israelitas, terminado el éxodo, se asientan en la tierra prometida, y allí empiezan las desavenencias, disensiones; caos; y es entonces cuando los ancianos deciden crear la figura del Juez con autoridad para imponer el orden y propiciar la convivencia. 

Desde Otoniel, el primero; a Sansón el ultimo, todos y cada uno de los elegidos cumplieron eficazmente con su importante misión, y el pueblo se sosegó, dando comienzo a un largo periodo de paz y prosperidad.

No fue igual el papel de los jueces a lo largo de la historia. España, tras la Transición, dio al mundo un ejemplo de justicia ejemplar y eficaz. Recordemos el protagonismos de los jueces contra el terrorismo, y eso, habida cuenta de la estrechez de medios con que la administración de justicia disponía y dispone, se debe, no al azar, ni a un milagro, sino a la condición de los hombres y mujeres que en nombre del pueblo imparten justicia.

Hoy, querido lector, voy a darme, y daros, un respiro en la critica sana que ejerzo sobre algunas acciones de los que desempeñan el poder político, o de los que se oponen; para romper una lanza a favor de los que en su día eligieron, llamados por una vocación tan pujante como la del sacerdocio o la medicina, servir a la sociedad impartiendo justicia.

“Montesquieu ha muerto” tronó, hace tiempo, un lenguaraz prócer socialista deseoso de controlar hasta el ultimo resorte del poder; y al oír el disparate Charles  Louis de Secondat, señor de la Brede y Barón de Montesquieu, notó como los huesos le bailaban de risa en su tumba.

La libertad, y el Estado de derecho no podrían existir sin una justicia independiente de los otros dos poderes: el legislativo y el ejecutivo. Por eso nuestra Carta Magna señala:

“La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley”.

¿Cual es la valoración que nosotros, sufridos contribuyentes, hacemos de la labor de jueces y magistrados?

Todo depende de cómo los medios de comunicación den cuenta de procesos, procesados, juicios, recursos y demás acontecimientos, y de la valoración que, a priori, hacen los presuntos reos, y en el caso de delincuentes políticos, sus correligionarios o los portavoces de sus partidos.

Los casos: Eres, Gürtel, Umbra, Bankia, Púnica, Noos, Auditorio, Proces, etc. tienen a la opinión pública expectante, y en algún momento confundida y enfrentada.

No es menos cierto que los tiempos de la justicia no se acomodan al vértigo de los tiempos modernos; y también es verdad que la falta de medios, la profusión de recursos, o la complejidad de las leyes, no contribuyen a la rapidez de los procesos. 
 
Si a eso añadimos las artimañas de los abogados, contratados por los presuntos malhechores, para embarrar el campo, podemos colegir que la profesión de juez, además de compleja, es comprometida y controvertida. Como dice el vulgo: “Por nadie pase

Pero resulta que, salvo muy contadas excepciones, las sentencias y los autos reflejan la más absoluta independencia de criterio del juez. Habrá, que duda cabe, actuaciones que merecen crítica. Y, que casualidad, casi todas ellas han tenido como protagonistas a jueces mediáticos, agarrados a un micrófono, o posando para una cámara, pero han sido la excepción que confirma la regla, y que no hace sino confirmar lo difícil que es ser imparcial

Ahora me quiero referir a procesos de actualidad: Auditorio de Puerto Lumbreras, Púnica e Independencia de Cataluña. Complejos en su instrucción, sometidos a permanente crítica, ¿alguien puede afirmar que los jueces, en estos casos, han actuado al dictado de algún poder fáctico? No; a los autos me remito.

En la tabla “Los Jueces Justos”, que formaba parte del Políptico de Gante, los pintores flamencos Huberto y Jan van Eyck, dibujaron, en su margen izquierda, una procesión de jueces que se dirigen a disfrutar de la gloria de los santos. Hago mía la visión de los egregios pintores y proclamo en alta voz: “Larga vida a nuestros justos jueces”. 


(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena y de la CHS

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